Deporte, poesía...

Este verano nos ha traído o nos va trayendo una redoblada ración de deporte: mundiales de fútbol, atletismo, motos y Fórmula 1, además de esa esperada oferta de las grandes carreras ciclistas. Gloria y honor al deporte que comunica y enlaza a los pueblos. No tanta gloria ni honor cuando estallan la pasión, los dudosos nacionalismos y aisladas manifestaciones de nacional, internacional o personal barbarie. Sombras menores al lado de las luces de las propias gestas deportivas y de los espectáculos que, a través de la televisión, se nos ofrecen en bandeja y en nuestra propia casa.

Quien esto escribe se ha visto alguna vez, tímidamente, con Píndaro y tiene un gran respeto al deporte y sus bien acreditados valores. Ello no le impidió compararse con cierto orgullo –¿como pecado venial transitorio?- con los grandes ases que las turbas fervorosas aclaman.


DIJO QUE PREFERÍA




Dijo que prefería hacer un buen poema
a ganar una carrera en el hipódromo, e ingenuo atribuía
más mérito a un buen verso que al caballo, mucho más
que al menudo jinete disparado a la meta.


Entregar media vida en unos versos
era más concluyente
que ganar diez a cero en la galaxia
entre el fervor de estadio, de sudor y de turba.


Nuca llegó a la meta con su bici
ni entre los del pelotón, pero algunas veces
la alcanzó en solitario con dos ruedas humildes
de palabras redondas, radios, rayos,
que su fulgor en vilo sostenían. Veloz iba en su verso
si afortunadamente lo empujaba
el pie de un corazón acelerado.


Sí vio cómo rendidos
clamaban a unos pies, reyes de podio,
cuando humeaba aún, fórmula uno,
el coche vencedor para el que nadie
tuvo ni una caricia ni una lágrima;
sí enarbolaron el clamor y el cielo
cuando el piloto levantó los brazos.
Pero él se fue al silencio del poema
y se vivió más alto y coronado.


El ciervo huyó más raudo, en más aliento
que los grandes atletas. Daba el tigre sus saltos
más largos y más fieros que los dioses de estadio.
Volaban las gaviotas
más arriba, señeras, sin pértiga y caída.


Él subía, volaba,
disparado, inocente,
montado en la palabra.


(2007)

(De Apasionado adiós, Madrid, 2013).
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