Excelentísimos, reverendísimos... ¿Un lenguaje del pasado, todavía en uso romano?
Hasta aquí todo normal en la burocracia vaticana. Pero hay algo que, una vez más, salta a la vista en la prosa empleada. El Nuncio se dirige al arzobispo con el vocativo de “Excelencia reverendísima”. A continuación, el cardenal Parolin le llama “Excmo. Mons.” Y enseguida “Vuestra Excelencia”. Para acabar, el Nuncio, al despedirse, vuelve al “Vuestra Excelencia”. Por si fuera poco, en la dirección al pie de página se insiste en “Excelentísimo y Reverendísimo Monseñor Francisco Pérez González…”.
En total, en una breve página se adjudica a don Francisco Pérez una buena serie de expresiones sonoras de tratamiento que muchos sacerdotes y cristianos hemos desterrado hace tiempo de nuestra cordial y respetuosa manera de hablar con los obispos.
El muy respetado cardenal Parolin, brazo derecho del Papa, en medio de otros muchos quehaceres más importantes, no haría mal en ir revisando ese lenguaje, tan unido a los honores, que tiene poco que ver con Pedro, con aquellos sencillos apóstoles y con lo que ellos vieron, oyeron y aprendieron de Jesús. Poco también con los usos y la sensibilidad de nuestro tiempo en el ámbito civil.
Se me podrá decir que es sólo un problema de lenguaje. Pero no. El famoso escritor Baltasar Gracián, jesuita como el papa Francisco, recuerda en su “Oráculo Manual” aquel dicho de la sabiduría antigua: “Habla para que te conozca”. A poco que se medite, podrá verse que un lenguaje de honores y de sonoros esdrújulos, en la Iglesia de los servicios, no es una cuestión baladí.
Escribo esto con todo el amor del mundo y con la máxima consideración hacia el nuncio, el cardenal y, claro está, hacia el querido papa Francisco que se ha desmarcado ya en la práctica de este ropaje verbal y de otros ropajes del “stylus Curiae”. Y, por supuesto, hacia don Francisco Pérez, que aquí es un mero receptor. Probablemente, en los comunicados oficiales se usan por inercia unas fórmulas rutinarias que a la maquinaria burocrática le cuesta revisar. No estaría mal un atento retoque. Seguro que muchos cristianos lo agradeceríamos.