Oración franciscana por el Papa Francisco: Un instrumento de tu paz*
Donde haya prepotencia, que él ponga humildad.
Donde haya fasto y lujo, que él ponga pobreza y sencillez.
Donde haya ambición de poder, que él elija y permita elegir a los que prefieran el servicio.
Que sepa amar y defender la naturaleza, la creación y las criaturas, como el regalo de la mano sabia de Dios.
Donde haya complicación, trabadas estructuras de poder, que él ponga la fe, el amor y la ingenuidad franciscana.
Donde haya exceso de solemnidad y arrogancia, que él ponga sentido común y sentido del humor.
Donde haya indiferencia y aspereza, que él ponga ternura.
Donde haya una catarata de documentos distantes, que él ponga corazón y palabra cercana.
Donde haya gestos justicieros, que él ponga misericordia.
Cuando el fantasma de la ruina aparezca en la Iglesia, que él corra con todos a apuntalarla o a reconstruirla.
Cuando le fatigue y le abrume verse rodeado de gentes importantes, que él sepa escaparse y correr a la calle de todos.
Que como Pedro pueda decir “Oro ni plata no tengo. En nombre de Jesús Nazareno: levántate y anda”.
Que cuando le llamen Su Santidad se sienta extraño desde la humildad y el humor “porque sólo Tú eres santo”.
Que cuando alguien se arrodille ante él, le diga rápidamente, como Pedro al centurión Cornelio: “Levántate, que soy un hombre como tú”.
Que, sucesor de Pedro, nunca se sienta cómodo y halagado con los honores de monarca absoluto o de Jefe de Estado.
Que nunca caiga en la idea de pensar que los grandes problemas se resuelven con grandes, largos y sabios documentos, que casi nadie lee, sino con el magisterio del ejemplo propio y el de sus hermanos.
Que olvide todos sus altísimos títulos honoríficos para quedarse sólo con el de “siervo de los siervos de Dios”.
Señor, haz de él un instrumento de la colegialidad y de la colaboración responsable de todos.
Señor, haz de él un buscador incansable de la unidad entre todos los que creen en Jesucristo.
Señor, haz de él un instrumento de tu justicia del amor, de tu misericordia en la Iglesia y en el mundo.
Amén.
* La famosa oración atribuida a san Francisco de Asís no pertenece a él y es de fechas mucho más recientes. Pero todos están de acuerdo en que, dado el espíritu y el tono de su texto, el “Poverello” no habría tenido inconveniente en hacerla suya.