El Papa Francisco y el sentido común

La gente mira al Papa Francisco. Y el Papa Francisco hace gestos muy normales. Habla con un envidiable sentido de la comunicación, sin empaque ni impostación, igual que las personas normales. Mejor, con su lenguaje, su llaneza pedagógica y sus sentido del humor. La gente se abre con esperanza a su sensibilidad hacia la pobreza y los pobres. Saluda sus gestos de sencillez, de naturalidad. Los mismos o parecidos a los que podríamos hacer o hacemos en nuestros ambientes otros cristianos que socialmente no somos casi nada. O lo somos todo, porque Dios está con nosotros. Y porque en su Hijo Jesucristo, antes de que pudiéramos merecerlo, “nos ha elegido” para que tratemos de parecernos lo más posible a Él. Es curioso que llamen la atención ciertas actitudes del Papa Francisco que son de puro sentido común cuando se tiene fe e instinto práctico. Que no quiera vivir solo en sus palacios, que se junte con los de su casa a celebrar la Eucaristía y a comer, que viva su vida ordinaria en unas habitaciones relativamente sencillas y funcionales... Todo lo que haría cualquier cristiano guiado de la fe y la cordura. Con una diferencia: que él ha caído de pronto en un escenario y unos espacios cargados de grandeza, de solemnidad... y de historia. De ahí que resulte más de admirar su habilidad para liberarse de la servidumbre del protocolo y continuar con la pobreza y la sencillez que movían sus pasos en Buenos Aires.

Le queda una inmensa tarea. Y ya se anuncian cambios importantes para la cúpula de los servicios de la Iglesia y para algunos aspectos de las Iglesias particulares. Que el Espíritu Santo le asista. Y le ayude a recabar la colaboración de los mejores hijos y servidores del Pueblo de Dios.

La pobreza en el mundo y la solidaridad ante ella sigue siendo la gran urgencia para los que decimos seguir a un Maestro pobre, defensor de los pobres e identificado con ellos. Rimando con la marcada actitud de cercanía hacia los pobres de nuestro Papa, ofrezco hoy esta oración humilde, en parte apasionada, y ojalá que también dentro de ese “sentido común” que guía al “Siervo de los siervos de Dios”.

BUENOS SON EL AIRE, EL AGUA, LA TIERRA
(Pobreza en el mundo)


Tú hiciste de la nada
la tierra, el aire, el agua,
las montañas y el mar.

Buenos son la tierra, el aire, el agua,
las montañas y el mar.
Pero las fronteras y las leyes apaños son del hombre.


Tú creaste al hombre y lo quisiste
-hombre y mujer-
en dignidad de hijo.
Pero el hombre hizo las clases sociales,
las clases de razas,
las clases de Estados
y hasta las clases de sexos.


Señor:
bendito sea lo que tú creaste.
Malditos sean
los apaños del hombre.


Bendita sea tu riqueza total.
Bendita
tu divina debilidad por los pobres,
bendita en ellos tu presencia amante.


Maldita la ralea
que cría los rebaños de pobres,
los mata o los mantiene,
los encierra en establos de seguras fronteras,
los amarra con leyes.


Bueno eres tú, Señor, y bueno el universo,
salido de tus manos.


Buenos son
la tierra, el aire, el agua,
bueno es el mar y buenas las montañas.
Malas son siempre, criminales,
todas las armas con que se defienden
los apaños del hombre.


(De Salmos de ayer y hoy, Estella, Verbo Divino, 2008, p. 108).
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