Superman no está en la Biblia
Uno es ya viejo y ha tenido la buena o mala suerte, según se mire, de haber vivido tiempos muy diferentes. Diferentes en el paso de varias generaciones de alumnos de niños y jóvenes que crecían dentro o cerca de la Iglesia. Habría mucho que comentar de cambios notables desde el punto de vista pedagógico. Sirva a modo de ejemplo el abandono o el descuido de la memoria en el aprendizaje.
Pero el objeto de estas líneas va por otro lado y quiere apuntar a las milagrerías, magias y esoterismos varios de que se han llenado el cine y la literatura infantil, juvenil y no tan juvenil. Al margen de calidades y preferencias estéticas, esto puede tener su coste de confusión para algunas mentes menos prevenidas. ¿Una cuarta parte de los británicos sitúan a Superman en la Biblia? Chocante. Pero, aparte del desconocimiento de nuestras propias raíces culturales, ahí está la atmósfera de magia y fenómenos paranormales o “sobrenaturales”, de brujería, misterio, dragones y monstruos amenazantes que pueblan el cine, los juegos, las lecturas de nuestros chicos.
Una experiencia personal. En una catequesis de primera Comunión, al acabar de contar el milagro de las bodas de Caná, un niño, que me había seguido sin pestañear, me preguntó entusiasmado: “Jesús, Jesús, ¿eso es magia?, ¿eso es magia?”. Yo sonreí y le expliqué cariñosamente que no. Pero noté que la pregunta no era una ocurrencia casual. El resto de los niños, imbuidos por las lecturas y la cultura ambiente, asistían con el mismo interés a la pregunta y a la respuesta.
Ni Superman está en la Biblia ni el guión de Harry Potter tiene una clara base religiosa. No nos escandaliza la moda ni el nuevo clima cultural. No soy ningún experto en el amplio y confuso fenómeno de la New Age ni sé a bote pronto si el asunto que nos ocupa hay que englobarlo directamente en él. Pero seguramente se nos plantea aquí hacer un trabajo de conocimiento y de desbroce entre esta nueva mitología y los relatos y personajes bíblicos que tienen tanto que ver con nuestra fe en Dios y con nuestro propio sentido como seres humanos.