Hay días tontos

A menudo nos ponemos trascendentes y elevamos el tono. La verdad es que la vida diaria rebaja sabiamente el énfasis de nuestros gestos. Somos muy importantes y nos afecta todo lo que pasa en nuestro interior y fuera de nosotros. Pero necesitamos también que el sentido del humor venga a echarnos una mano y nos recuerde nuestros límites. Y, si creyentes somos, la presencia del Ilimitado.

Hay días tontos
bajo este sol exhausto de febrero.
Hay días tontos para borrar del calendario
con tinta tonta roja, azul
como las venas frías
que surcan esta mano con que escribo.
Hay tanto tonto tedio si me asomo
a la ventana helada del invierno
o me vuelvo a mi mesa para dejar colgando
una palabra tonta en mis papeles…
Hay días en que el tiempo
se me pega a mi cuerpo como una ropa gélida.
Sé que Él está conmigo, y mi tontez por eso
más me duele en el alma.

Mas de súbito
espabilo en razón:
no anda el juego entre tontos pues de pronto me río.
Y Él me mira y sonríe, sonriendo me dice:
“Tonto o no tonto te seguiré queriendo.
Y nunca olvides que eres, aunque tonto,
un tonto mío”.


(Febrero de 2015).
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