La "gloriosa" resaca futbolera
PONTE AL MENOS UN DÍA EN LA SOLAPA *
Ponte al menos un día en la solapa
el oro y los brillantes de esta insignia
como un mínimo sol sobre tu pecho.
El oro de verdad, el fuego lúdico
lo agranda
tu fácil arte de sentirte niño,
y te lo encienden en heroicas gestas
tus dioses de un estadio al mismo tiempo
triunfal y provinciano.
No importa que este juego
se juegue con los pies. La turba, y tú con ella,
clamaba al cielo, suspendida
entre un romper del alba o un ocaso
de hundimiento o de gloria.
Después de tantos años, oh las tardes de un tiempo
de vencida miseria o esplendor en la hierba
segada y abatida.
Sufriente espectador, fuiste testigo
de agónicas batallas y de goles
que entraron como el sol por el arco del cielo.
Desvanecido el griterío olímpico,
continuaba en el aire y en la calle
la vida verdadera. Eran los hombres
de carne y hueso, apuros, penas y otros muchos
penaltis añadidos. Dormía y se apagaba
el oro de tu insignia. Mientras tanto
morían a la puerta del estadio
los sordos estertores de la ultima agonía
a esperar que tramara el calendario
un nuevo choque de constelaciones,
siempre con miedo a que tu sol saliera
de planeta apagado.
Pero difícil dar con dolor más agudo
ni con llamas más altas en la cima del éxtasis
que en aquel horno, aquel recinto lúdico
y aquellas altas horas
rusientes de la masa donde ardíais
y quemabais el cielo con las manos
en fuego y juego de volveros niños.
(Abril de 2009)
(De Apasionado adiós, Madrid, Ediciones Vitruvio. 2013).
* El poeta, aficionado, se recuerda poseedor de la Insignia de Oro de un club de fútbol histórico -modesto- de Primera División.