Las declaraciones de marzo de 1969 El Abad Cassià: Una voz libre y profética que inquietó al gobierno franquista
"Nacido en Barcelona en 1926, Joan (este era su nombre de bautismo) Just ingresó en Montserrat como escolán en 1939 y como monje en 1942. En 1964 fue nombrado prior y en 1966 fue escogido por la comunidad como abad del monasterio"
"Comprometido con la defensa de los Derechos Humanos, y con una voz libre y profética, en marzo de 1969, el P. Cassià (en el contexto de un estado de excepción en España) hizo unas declaraciones al informativo político, Report-München de una televisión bávara, que, como no podía ser de otra manera, inquietaron al gobierno franquista"
Nacido en Barcelona en 1926, Joan (este era su nombre de bautismo) Just ingresó en Montserrat como escolán en 1939 y como monje en 1942. En 1964 fue nombrado prior y en 1966 fue escogido por la comunidad como abad del monasterio.
Comprometido con la defensa de los Derechos Humanos, y con una voz libre y profética, en marzo de 1969, ahora hace 55 años, el P. Cassià (en el contexto de un estado de excepción en España) hizo unas declaraciones al informativo político, Report-München de una televisión bávara, que, como no podía ser de otra manera, inquietaron al gobierno franquista.
Cabe tener en cuenta, para comprender las declaraciones del abad Cassià, la situación política de aquel momento, como nos lo recordaba Joan Josep Isern (Vilaweb 21 de febrero de 2020).
"El 17 de enero de aquel 1969, un grupo de estudiantes asaltó el despacho del rector de la Universidad de Barcelona y el busto de Franco, que presidía aquel lugar, salió volando por la ventana"
El 17 de enero de aquel 1969, un grupo de estudiantes asaltó el despacho del rector de la Universidad de Barcelona y el busto de Franco, que presidía aquel lugar, salió volando por la ventana. Una semana después de aquel incidente, el 24 de enero, el gobierno del dictador promulgó el estado de excepción en todo el país.
Así las cosas, el 7 de febrero, la Comisión Permanente del episcopado español, presidida por el arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo (procurador en las Cortes franquistas), calificaba de necesaria la decisión del gobierno de promulgar el estado de excepción. Pero el 27 de febrero, la plenaria de la CEE, instaba al gobierno a levantar el estado de excepción como más pronto mejor. Además, los obispos españoles pedían al gobierno de Franco que se respetasen los derechos humanos y la libertad de expresión.
Con esta situación política tan tensa, el abad Cassià, que afirmaba que “el estado de excepción ha significado un endurecimiento de la represión”, reconocía, con valentía, que “el régimen político actual se origina en la victoria sangrante de una guerra que dividió al país”. Una victoria que ha hecho que “los pueblos que integran el estado español, han visto oprimido su derecho a la expresión libre de opinión, a la asociación, a la representación política y sindical, a la huelga, al desarrollo de las minorías étnicas”. Así mismo, como lo reconocía el abad Cassià, “la censura ha suprimido o mutilado documentos pontificios o episcopales, siempre que hablasen de derechos humanos”.
Con valentía, el abad Cassià decía también que “durante treinta y tres años”, con el nacionalcatolicismo imperante, el régimen franquista tuvo a la Iglesia “con una suave mordaza” y que TVE era “la fuente más eficaz de corrupción de la opinión pública”.
Por eso el abad Cassià firmó un documento (con mil quinientas personas más, entre intelectuales, obreros, artistas, abogados y sacerdotes), dirigido al ministro de Gobernación, donde se exponía “la angustia ante las torturas de presos políticos”, a la vez que se pedía al ministro que “hiciese una investigación per aclarar estos hechos”. Y es que el abad Cassià conocía de primera mano aquellas torturas del Régimen franquista, ya que había estado en contacto con diversos presos, visitándolos en la prisión cuando se lo permitían. El abad de Montserrat, que había visto las marcas de las torturas de un preso, afirmaba en sus declaraciones, que “el régimen de torturas físicas y morales” era “cosa corriente” en aquella dictadura. Por eso el abad Cassià afirmaba, con valentía, que “nos encontramos ante un gobierno totalitario, neocapitalista”.
"El abad Cassià conocía de primera mano aquellas torturas del Régimen franquista, ya que había estado en contacto con diversos presos, visitándolos en la prisión cuando se lo permitían"
Durante el servicio abacial del abad Cassià, Montserrat se convirtió en un lugar de libertad. Por eso después del encierro de los 300 intelectuales en el monasterio en protesta por el Proceso de Burgos, en diciembre de 1970, el Abad Cassià tuvo que ir a Roma ya que había sido acusado de recibir a comunistas. El papa Pablo VI lejos de censurarlo, lo animó con estas palabras: “Reciba a todo el mundo, me dijo el papa”.
"Reciba a todo el mundo, me dijo el papa"
Defensor del país, el abad Cassià vivió enraizado a la tierra catalana, y, gracias a su compromiso con los Derechos Humanos, Montserrat supo mantener encendida la llama de la lengua catalana perseguida durante la dictadura: “Montserrat es una comunidad con presencia significativa en el corazón de nuestro Pueblo y de la Iglesia de Cataluña. Es una comunidad que cree, tenaz en la esperanza y en la reconciliación, defensora de los Derechos Humanos y de los derechos de nuestro Pueblo, acogedora de creyentes y no creyentes, dispuesta al diálogo con todas las culturas y religiones”.
Los últimos meses de su vida pude acompañar al P. Cassià en su enfermedad, donde fue atendido solícitamente en el Hospital de Manresa por unos excelentes profesionales, como la Dra. Montse Domènech y los Drs. Andreu Garcia y Hèctor López.
"Con discreción y sencillez, el P, Cassià nos mostraba, más con obras que con palabras, el rostro más amable y más evangélico de la Iglesia"
A lo largo de su vida, el P. Cassià manifestó su deseo de una Iglesia más preocupada por comunicar el Evangelio de Jesús, que por tenerlo todo definido y legislado. Con discreción y sencillez, el P, Cassià nos mostraba, más con obras que con palabras, el rostro más amable y más evangélico de la Iglesia. El abad Cassià era una persona abierta y de espíritu integrador, un hombre acogedor, atento y afable, que con su rostro, que irradiaba paz, ayudó a reencontrar el sentido de la vida a tantas y tantas personas a las que acogía con afecto y a las que, con un acompañamiento espiritual respetuoso y discreto, les hacía descubrir el gran amor que Dios tenía por ellas.
Hombre guiado por el Espíritu, el P. Cassià soñaba con una “Iglesia de brazos abiertos, que no rechaza ni condena, sino que acoge y encuentra un lugar para cada uno de sus hijos e hijas”.
Además, el P. Cassià fue un hombre de país, arriesgado, audaz y valiente, defensor de la lengua catalana, que nos enseñó a los monjes a vivir la libertad, a ejemplo de Jesús de Nazaret. Y es que el abad Cassià fue un monje y un presbítero con olor a oveja, cercano a los que sufrían y atento a los signos de los tiempos.
55 años después de sus valientes declaraciones a aquella televisión bávara, hemos de dar gracias a Dios por el don que fue el P. Cassià para la Iglesia y para Cataluña.
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