La revista decana de las publicaciones en valenciano, sacó el primer número en julio de 1976 Saó llega a los 500 números
El número 500 de Saó nos anima a esperar (aquí, o en el cielo) el número 1000 de esta publicación. Porque a pesar de las dificultades, de la censura y de la persecución, que sufre Saó, estoy seguro que esta revista que amamos y defendemos, tendrá muchos años de vida
El director de Saó, Vicent Boscà, ha dicho que cancelar la subscripción a Saó, es “una decisión sectaria y de odio hacia la lengua” en la que se publica la revista y que, como reconoce el Estatut de Autonomía, es la lengua “propia” de los valencianos
Con el ejemplar del próximo mes de marzo, la revista valenciana Saó llegará a los 500 números, todo un récord, o mejor dicho, un milagro por partida doble, ya que esta publicación es en valenciano y además, de temática religiosa.
Este aniversario redondo, (y por eso mi más sincera felicitación a su actual director, Vicent Boscà y al equipo de redacción), llega en un momento difícil (de censura y de prohibiciones), para la revista, ya que ayuntamientos valencianos gobernados por el PP y VOX, como el de la localidad valenciana de Montserrat, han cancelado la subscripción a esta revista, decana de la prensa en valenciano. Y es que la nueva inquisición del PP y VOX, que censura y prohíbe revistas en valenciano, como Saó, Camacuc, Buris-ana o El Temps, no tiene otro objetivo que atacar y acabar con la lengua de Sant Vicent Ferrer. Por eso el director de Saó, Vicent Boscà, ha dicho que cancelar la subscripción a Saó, es “una decisión sectaria y de odio hacia la lengua” en la que se publica la revista y que, como reconoce el Estatut de Autonomía, es la lengua “propia” de los valencianos.
Saó, la revista decana de las publicaciones en valenciano, sacó el primer número en julio de 1976, en plena Transición, cuando aún no hacía un año de la muerte del dictador Franco.
Con una periodicidad mensual, Saó fue fundada e impulsada por sectores progresistas de la Iglesia Valenciana, firmemente comprometidos con el valencianismo cultural, la normalización lingüística y social de la lengua y las premisas renovadoras del Concilio Vaticano II, basadas en el diálogo de la Iglesia con la cultura, la política y la sociedad.
En medio de un desierto periodístico, editar el 1976 una revista, y además en valenciano, era una audacia y una auténtica proeza. Pero con la valentía de sus iniciadores, Saó se ha convertido en una publicación de información general, de análisis y de reflexión, especializada en temática valenciana, apreciada por los sectores más abiertos de la Iglesia Valenciana y denostada (o cuanto menos, ignorada), por los partidos de la derecha y por el sector más conservador de las diócesis valencianas.
Saó nunca ha pretendido ser una revista eclesiástica, sino un medio que trata temas de Iglesia y del País Valenciano, sin caer en el clericalismo. Ya el 5 de mayo de 1976, como nos recuerda Vicent Cremades en su libro “L’Església en la Transició. El fet nacional al País Valencià”, los promotores de esta publicación destacaron que Saó “no era una revista eclesiástica, sino que iba adedicarse a reflejar una amplia información de los grupos vinculados a la Iglesia, así comode las libertades y la defensa de los derechos humanos”.
El presbítero valenciano Josep Antoni Comes fue el primer director de Saó, seguido de otros directores como los amigos Emili Marín y Vicent Cardona, también sacerdotes. El actual director, el amigo Vicent Boscà, es el primer laico que desde el 2010 dirige la revista. Cabe recordar que Josep Antoni Comes trabajó antes de incorporarse en Saó, en la redacción de Pastoral Misionera y dirigió la revista de teología, Iglesia Viva.
El Consejo de Redacción de Saó ha estado integrado, a lo largo de los años, por personas tan validas como los tres antiguos directores, Vicent Cardona, Josep Antoni Comes y Emili Marín y por el actual director, Vicent Boscà, además de Rafa Roca, Vicent Josep Escartí, Antoni Ferrer, Òscar Pérez, Presen Sena, Alfred Ramos o Teresa Ciges entre otros.
Entre los numerosos colaboradores que ha tenido esta revista, hay que contar con los catedráticos de la Universitat de València, Ramon Lapiedra, Antoni Ferrando o Albert G. Hauf, i también Alexandre Alapont, Antoni López Quiles, Ramon Haro, August Monzon, Joaquim Garcia Roca, Joan Francesc Mira, Juli Sanchis, Llorenç Gimeno, Avel·lí Flors, o periodistas com Emili Piera y Josep Torrent entre otros. También colaboraron en Saó intelectuales de primera fila (ya desaparecidos) como Joan Fuster, Manuel Sanchis Guarner, Cristòfol Aguado o Vicent Ventura
En la actualidad se puede encontrar la revista en papel y también se puede consultar a través de Internet. Además de editar la revista, Saó ha publicado diversos libros relacionados con la Iglesia y el País Valenciano y también cuadernos de catequesis, en la lengua de Sant Vicent Ferrer.
Una revista como Saó, que llegará a los 500 números el próximo mes de marzo, habría de contar con el apoyo y el reconocimiento de los obispos del País Valenciano, aunque desgraciadamente, esta publicación solo recibe el apoyo moral del arzobispo Enrique Benavent y por eso mismo se mantiene únicamente con la aportación económica de los subscriptores. Aún más: desde la Iglesia “oficial” o jerárquica, (a excepción del actual arzobispo de València), Saó es vista como una publicación “sospechosa”, debido a su compromiso con la lengua y la cultura del País Valenciano y la renovación conciliar.
Cabe recordar que el arzobispado de València tiene un semanario llamado “Paraula”, que a pesar de su nombre, está escrito íntegramente en castellano, a excepción de la carta semanal del arzobispo Enrique y el obispado de Oriola-Alacant, tiene otra revista llamada “Noticias Diocesanas”, unas publicaciones que marginan totalmente la lengua de Sant Vicent Ferrer. Como marginan el valenciano la mayoría de sacerdotes del País Valenciano. El último caso que he conocido, me lo ha contado una amiga de la localidad valenciana de Polinyà de Xúquer. El 19 de enero, el arzobispo Enrique Benavent, acompañado del Vicario Episcopal, Luis Molina y del sacerdote Juan Andrés Talens, por cierto, éste último firmó contra la Fiducia supplicans (Vida Nueva, 8 de enero de 2024), visitó este pueblo de la Ribera. En la misa, la bienvenida al arzobispo, las lecturas y la homilía del arzobispo, sí como la oración de los fieles, fueron en valenciano. El resto de la misa, fue en castellano, en una localidad valenciano-parlante. No sé si esto es debido a que si la plegaria eucarística es en valenciano, el pan no se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo.
Al día siguiente, fiesta de San Sebastián, mi amiga fue a misa (presidida por el Vicario Episcopal, Luis Molina), que fue totalmente en castellano, a excepción de la homilía. A la salida del templo, mi amiga se dirigió al Vicario Episcopal y le preguntó cuándo se harían las misas en valenciano, a lo que Luis Molina le contestó que “ayer se hizo en valenciano”. Pero mi amiga, sin amedrentarse, le respondió que “a medias”, ya que desde la oración de los fieles hasta el final, toda la misa fue en castellano. La excusa que dio el Vicario Episcopal para no celebrar la Eucaristía en valenciano (como me contó mi amiga), “es que a la gente no le gusta, porque no sabe contestar en valenciano”. Pero mi amiga le rebatió este estúpido argumento, de esta manera: “Si después del Concilio pasamos del latín al castellano, y la gente se acostumbró a este cambio, también ahora se puede hacer del castellano al valenciano”. Mi amiga incluso se ofreció a imprimir el Ordinario de la Misa en valenciano para que la gente pueda contestar en la lengua de Sant Vicent Ferrer. Pero desgraciadamente tenemos unos sacerdotes castellanistas, que desprecian la lengua del pueblo que sirven. Por eso es tan importante en nuestro tiempo y en el País Valenciano, el trabajo de la revista Saó.
Si en Cataluña, los sacerdotes y las congregaciones religiosas valoran y leen la revista Catalunya Cristiana y el portal Digital, Catalunya Religió, en el País Valenciano los sacerdotes, mayoritariamente, y los obispos José Ignacio Munilla y Casimiro López, ignoran y marginan esta revista. Por eso creo que el arzobispo Benavent, no solo habría de animar a los sacerdotes de la diócesis de València (y a los Seminarios y a la Facultad de Teología), a subscribirse a la revista Saó (info@revistasao.cat), una revista eclesial y valenciana, sino que el arzobispo habría de salir en defensa de esta revista, denunciando, con valentía, a aquellos ayuntamientos que censuran y prohíben esta publicación. Asfixiando a Saó económicamente, estos ayuntamientos están matando a nuestra revista, ya que el futuro de esta publicación depende de los subscriptores. Y más si cabe ahora, cuando la nueva inquisición del PP y de VOX (en su odio a nuestra lengua), está cancelando las subscripciones a Saó, en un intento de silenciar y acabar con un medio de comunicación libre y en valenciano. Y es que Saó es la revista de aquellos que nos sentimos cristianos y, a la vez, valencianos. Saó es la revista de los cristianos que no queremos dejar de ser valencianos. Por eso es tan importante que esta revista continúe saliendo cada mes, a pesar de los obstáculos de los que persiguen nuestra lengua y censuran y prohíben la libertad de expresión.
La revista Saó ha pasado (y está pasando) momentos críticos, debido a la situación económica, ya que no recibe ninguna ayuda ni de las diócesis valencianas, ni de la Generalitat, antes, cuando estaba en manos del PP y ahora, en manos del PP y de VOX. Por eso cada nuevo número de Saó es como un pequeño milagro
Saó, como ha escrito Vicent Cremades en el libro mencionado anteriormente, “supuso una nueva respuesta a los planteamientos pastorales de la Iglesia”. Y es que según sus promotores, “la revista ha mantenido con firmeza, planteamientos valencianistas y progresistas, pero siempre teniendo como punto de mira un cristianismo inspirado en los principios renovadores del Concilio Vaticano II”.
La revista Saó ha pasado (y está pasando) momentos críticos, debido a la situación económica, ya que no recibe ninguna ayuda ni de las diócesis valencianas, ni de la Generalitat, antes, cuando estaba en manos del PP y ahora, en manos del PP y de VOX. Por eso cada nuevo número de Saó es como un pequeño milagro, ya que esta publicación continua, a pesar de las dificultades, apostando por una Iglesia Valenciana. Por eso felicito a Saó por llegar a los 500 números, y le deseo que siga muchos años más siendo a la calle, como un aire suave que renueva y alienta la vida de la Iglesia Valenciana.
El número 500 de Saó nos anima a esperar (aquí, o en el cielo) el número 1000 de esta publicación. Porque a pesar de las dificultades, de la censura y de la persecución, que sufre Saó, estoy seguro que esta revista que amamos y defendemos, tendrá muchos años de vida. Pero para eso, esta publicación necesita el apoyo de nuevos subscriptores que hagan posible la continuidad de esta magnífica revista, ante la censura del PP i de VOX y ante la desidia de la mayoría de los sacerdotes valencianos que ignoran a Saó y por eso mismo, no valoran como se merece, esta extraordinaria publicación.
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