Hoy se cumplen 50 años de su nombramiento como presidente de la Conferencia Episcopal Tarancón: el hombre que desenganchó al episcopado español del franquismo
Un hombre providencial en la historia de la Iglesia española, y a la vez una persona clave que, desde el diálogo y el sentido común, favoreció el proceso de transición de una dictadura a una democracia
Tarancón, con los obispos Pont i Gol, Jubany, Añoveros y Masnou, formaba parte de un pequeño grupo de prelados que apostaron decididamente por la renovación y por el cambio que venía del Vaticano II, enfrente de la mayoría de los obispos españoles, anclados aún en el nacionalcatolicismo
ablo VI, tenía en Tarancón el hombree de confianza en el estado español, para que ayudara a la Iglesia española a separarse del Régimen, y al mismo tiempo, para que hiciese posible la aplicación del Concilio, en una jerarquía poco propicia a los cambios que supuso el Vaticano II
Tarancón fue un hombre libre. Un hombre de diálogo y de palabra, que sabía intuir los caminos que él y la Iglesia habían de recorrer, para construir una sociedad reconciliada, justa y libre
ablo VI, tenía en Tarancón el hombree de confianza en el estado español, para que ayudara a la Iglesia española a separarse del Régimen, y al mismo tiempo, para que hiciese posible la aplicación del Concilio, en una jerarquía poco propicia a los cambios que supuso el Vaticano II
Tarancón fue un hombre libre. Un hombre de diálogo y de palabra, que sabía intuir los caminos que él y la Iglesia habían de recorrer, para construir una sociedad reconciliada, justa y libre
El 7 de marzo de 1972, hoy hace 50 años, los obispos españoles eligieron al valenciano Vicent Enrique i Tarancón, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. De hecho, Tarancón ejercía este cargo, en funciones, debido a la muerte del anterior presidente, Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid. El cardenal burrianense fue presidente de la CEE desde el 7 de marzo de hace 50 años al 23 de febrero de 1981, ya que fue reelegido dos veces seguidas.
Vicent Enrique i Tarancón, nacido en la capital de la Plana Baixa el 14 de mayo de 1907, fue un hombre providencial en la historia de la Iglesia española, y a la vez una persona clave que, desde el diálogo y el sentido común, favoreció el proceso de transición de una dictadura a una democracia.
De pequeño ingresó en el seminario de Tortosa, diócesis a la cual pertenecía Borriana, antes de la creación del nuevo obispado de Sogorb-Castelló, el 1960. Ordenado presbítero en 1929, pasó a ser coadjutor y organista de Vinaròs. El año 1931 se hizo cargo de la difusión e implantación de la Acción Católica en todo el estado, desde la Casa del Consiliario de Madrid. Y en 1938 volvió a Vinaròs como cura i arcipreste. Del Baix Maestrat, pasó a la Plana Baixa, concretamente a la ciudad de Vila-real, en 1943, donde a finales de 1945 conoció su nombramiento como obispo de Solsona. La consagración episcopal tuvo lugar en la parroquia del Salvador de Borriana, el 24 de marzo de 1946, y su entrada en Solsona, fue el 14 de abril siguiente.
La pastoral de 1946, la pastoral de 1950
Tarancón, el obispo más joven del estado cuando fue nombrado por el papa, escribió su primera carta pastoral el 8 de mayo del 1946. En este texto, atrevido y de ideas avanzadas y llenas de los sentimientos de reconciliación que guiaron toda su vida, el nuevo obispo de Solsona dejaba bien claras las líneas de actuación, que marcarían su servicio episcopal a lo largo de los años. Tarancón sabía que aunque que “oficialmente estamos en paz, ¿no es verdad...... que acabada la guerra hace falta todavía ganar la paz?”. Para el obispo Tarancón, “ahora ni hay paz internacional, ni hay paz política y social, a pesar de la paz, más aparente que real, que celebramos”. Aún más: Tarancón reconocía que el socialismo “había conseguido un progreso justo en la legislación social”. El obispo desaprobaba “las injusticias del régimen capitalista” y al mismo tiempo veía que “los rencores y venganzas no han desaparecido ni en unos ni en otros”. Con el espíritu de reconciliación que marcó toda su vida, Tarancón lamentaba que “después de la guerra, el egoísmo ha crecido en el corazón de los hombres.... e incluso personas que se llaman cristianas y hasta piadosas, se dejan guiar por el egoísmo”.
El obispo de Solsona, en su primera carta pastoral (aún poco conocida y estudiada), denunciaba a los que (como ahora), hacían “grandes negocios, sin reparar en la justicia” y a la vez, se escandalizaba, porque la miseria de su pueblo, era “hábilmente aprovechada por los desaprensivos en su propio beneficio”. El obispo Tarancon, denunciaba a aquellos que se aprovechaban con “una ganancia ilícita y fabulosa”. No es extraño que, desde los sectores mafiosos y desde el gobierno de Franco, se calificara a Tarancon, como “el obispo rojo”.
En 1950, Tarancón publicó otra carta pastoral, “El pan nuestro de cada día”, donde el obispo denunciaba el hambre que sufría la zona minera de la diócesis de Solsona. Esta pastoral enfadó al gobierno, de tal manera que se ha dicho que fue esta denuncia pública del obispo Tarancón, la responsable de la su larga estancia en Solsona, cuando parecía que era el candidato a otras diócesis más importantes y de mayor relieve. Pero con esta pastoral, el joven obispo de Solsona, a pesar de caer en el ostracismo, consiguió el pan que necesitaban las familias que pasaban hambre es su diócesis.
Tarancón siempre se encontró muy a gusto entre los catalanes: “No era un extraño en Cataluña....yo hablaba valenciano y eso me fue muy útil”. El hecho de hablar la misma lengua que el pueblo que lo acogía (aunque con diferentes acentos), como después hizo el obispo Josep Pont, en Castelló) ayudó a que en ningún momento Tarancón se sintiese forastero en Solsona: “Me consideraron muy pronto como un catalán más”. Taranóon se sintió bien enraizado en Solsona, y por eso supo defender a sus sacerdotes que, por predicar en catalán, eran amonestados por las autoridades franquistas. Incluso asumió toda la responsabilidad del Infantil, la primera revista que se publicaba totalmente en catalán, a finales de los años 40, para evitar problemas de censura.
Oviedo y el Concilio
En 1964 Tarancón fue nombrado arzobispo de Oviedo, con el objetivo de pacificar, desde el diálogo y el sentido común, las revueltas de las cuencas mineras asturianas y a la vez también, aplicar el Concilio Vaticano II en una Iglesia que miraba demasiado al pasado. De hecho, Tarancón, con los obispos Pont i Gol, Jubany, Añoveros y Masnou, formaba parte de un pequeño grupo de prelados que apostaron decididamente por la renovación y por el cambio que venía del Vaticano II, enfrente de la mayoría de los obispos españoles, anclados aún en el nacionalcatolicismo.
En 1969 Tarancón pasó a ser arzobispo de Toledo y fue creado cardenal por el papa Pablo VI y en 1971 fue destinado a la diócesis de Madrid. Cabe recordar que Pablo VI, tenía en Tarancón el hombree de confianza en el estado español, para que ayudara a la Iglesia española a separarse del Régimen, y al mismo tiempo, para que hiciese posible la aplicación del Concilio, en una jerarquía poco propicia a los cambios que supuso el Vaticano II. También fue fundamental el papel de Tarancón como presidente de la CEE, elegido por los obispos hoy hace 50 años.
Asamblea Conjunta y caso Añoveros
En 1971, Tarancón promovió la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes, y el año 1974 tuvo lugar el cas Añoveros. Tarancon se enfrentó con valentía y con libertad a un Régimen que, en sus últimos coletazos, quería una Iglesia sumisa y sujeta al poder político. El cardenal no permitió que fuera expulsado del estado el obispo de Bilbao, tal como pretendía el gobierno. Por eso, desde el gobierno franquista, y con la ayuda de los elementos más ultras de la sociedad, se promovió la vergonzosa campaña de “Tarancon al paredón”.
En 1975, el cardenal Tarancón defendió la celebración de la Asamblea Cristiana de Vallecas, aunque el gobierno de Franco, con un abuso de poder intolerable, acabó por prohibirla. Pero fue la homilía a la iglesia de los Jerónimos de Madrid, en la misa de entronización del rey Juan Carlos, en noviembre de 1975, cuando Tarancón, con voz clara y firme, defendió la libertad y la independencia de la Iglesia ante el poder y acabó con el nacionalcatolicismo. Por eso en las primeras elecciones democráticas de junio de 1977 y deseando la independencia y la neutralidad de la Iglesia, el cardenal Tarancón se opuso a la fundación de un partido confesional. Por eso Tarancón nunca quiso identificarse, ni que lo identificaran, con ningún partido político concreto, aunque esto molestó al papa Juan Pablo II.
Un valenciano universal
Hombre de gran valía y de gran inteligencia, el cardenal Tarancón formó parte de la Real Academia de la Lengua, donde juntamente con los académicos Dámaso Alonso, Camilo José Cela, Vicente Aleixandre o Rafael Lapesa, defendió un dictamen sobre la unidad de la lengua que compartimos los valencianos, los catalanes y los mallorquines, ante una infame y vergonzosa campaña secesionista que pretendía, sin ningún argumento científico, negar la unidad del catalán. Tarancón, fue un obispo, que supo defender la lengua de sus antepasados, la misma que hablaba en Borriana y en Solsona.
Como he pedido otras veces, es necesario a que se inaugure de una vez por todas el Museo Cardenal Tarancón, para que, con la documentación tan importante (que he podido consultar), se convierta en un centre de estudios sobre la figura de este burrianense ilustre. El museo, con el archivo del cardenal, que su sobrino Juanjo Enrique Tarancón quería que se quedase en Borriana, lamentablemente, aún está cerrado. Sé que el ayuntamiento de la ciudad ha hecho los deberes, haciendo lo posible para que el Museo Cardenal Tarancón sea una realidad. Antes de morir, Juanjo Enrique, sobrino del cardenal, dejó el legado del cardenal a los salesianos de Borriana, que lo acogieron con cariño. Pero el lugar del archivo de cardenal Tarancon ha de ser el Museo, que (por las últimas noticias que sé), a pesar de tener el nombre en la fachada, continúa cerrado. Y no per dejadez del ayuntamiento, ciertamente. Hace falta que el ayuntamiento de Borriana, las parroquias de la ciudad, la Conselleria de Cultura de la Generalitat, la Diputación de Castelló y el obispado de Sogorb-Castelló, se pongas de acuerdo para abrir, lo antes posible, el museo que albergue el legado de Tarancon. Sé que las diócesis de Solsona, Oviedo, Toledo y Madrid, estarían encantadas de poder acoger el archivo del cardenal, que Borrian aún no ha abierto. Juanjo Enrique murió sin poder ver abierto el museo dedicado al cardenal. Por eso es urgente abrirlo para que pueda ser consultado un archivo que nos ayudará a comprender a la Iglesia, en la segunda mitad del siglo XX y la Transición a la democracia, de la cual, el cardenal Tarancón fue un protagonista indiscutible.
El cardenal Tarancón fue un hombre con una gran intuición sobre el futuro y sobre el camino que la Iglesia española había de recorrer. Fue un hombre que siempre defendió su independencia respecto al poder y respecto de los partidos políticos. Tarancón fue un hombre libre. Un hombre de diálogo y de palabra, que sabía intuir los caminos que él y la Iglesia habían de recorrer, para construir una sociedad reconciliada, justa y libre. Tarancón, fue un obispo con olor a oveja, abierto a los signos de los tiempos y fiel en su servicio a Dios y a los hombres.
Como ha dicho alguien, la Iglesia hoy necesita obispos como Vicent Enrique i Tarancón. Un obispo que hoy hace 50 años fue elegido presidente de la CEE y que dio un nuevo impulso al episcopado español, desenganchándolo del franquismo. Por eso lo recordamos hoy con agradecimiento y con añoranza.
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