Han dejado San Sebastián imposible y ahora no saben que hacer.

El artículo que hoy publica Ontoso en el Diario Vasco y que recoge Religión Digital es verdaderamente preocupante. Porque se hace eco de una realidad. Hay una parte importante del clero de Guipúzcoa que no está dispuesta a aceptar el nombramiento de monseñor Munilla como obispo de la diócesis. Y así lo manifiestan a quien lo quiere oír.

Pero esta situación se la buscó a conciencia el Vaticano. Primero con el nombranmiento de Setién que ha sido el peor obispo de una hornada que los dio pésimos. Simpatizante declarado del abertzalismo, consiguió hundir una de las diócesis más florecientes de España. Hoy es una ruina. Y los que él amaba sobre todo, él mismo declaró que un padre no tiene que amar por igual a todos sus hijos, no es que pusieran su ideología política por encima de la religión, es que en enorme parte han abandonado la religión. Éxito memorable de aquel obispo.

Tarde reconocieron en Roma el desastre y le impusieron una renuncia anticipada. Pero él la negoció imponiendo un sucesor de su línea. Que Roma aceptó. Y la salud del enfermo empeoró de tal modo que hoy es ya terminal.

Con esos dos obispos, que han destrozado la diócesis 37 años, el progresismo y el abertzalismo, incluso el más radical, fueron la línea promovida y amparada en el clero. Hasta con persecución de los escasos que no la seguían. Pagola, vicario general con ambos, es claro ejemplo de lo que venimos diciendo.

Y ahora no saben que hacer con la sucesión de Uriarte. Parece que tienen claro que un tercero de esa línea apagaría ya los mínimos rescoldos del catolicismo guipuzcoano. Pero no se atreven a nombrar a alguien decidido a prescindir de todo lo que llevó a esa ruina. El seminario, vacío, muchas parroquias con cuatro ancianos, el clero envejecido... Y además, la inmensa mayoría de lo poco que queda, de una línea contraria a todo lo que Setién y Uriarte significaron.

Es cierto que una parte importante del clero está manifestando que como nombren a Munilla obispo de San Sebastián no piensan aceptarle. Que harán lo que él hizo con sus obispos. Prescindir de él. Y con una agravante. El hoy obispo de Palencia mantuvo en todo momento la comunión eclesial aunque seguramente haciendo de tripas corazón. Jamás rechazó a sus obispos si bien es hasta posible que le gustaran poco. Lo que acreditaría su buen gusto eclesial. Los santones de lo que queda de la Iglesia de Guipúzcoa es de temer que no le guardarían al obispo, en el caso de que fuera Munilla, el respeto al menos formal que éste tuvo con Setién y con Uriarte.

Podría contar con parte del clero joven, casi inexistente, y tal vez, si quisieran volver, con algunos sacerdotes que huyeron en su día de aquel desastre. Y hasta es posible que algunos de los dinosaurios una vez comprobado que el cambio se imponía no llevaran a un último extremo su rebelión. Que llegado el momento los "héroes" son muchos menos de los que se dicen tales.

Pero que a Munilla le iba a esperar un calvario se puede dar por seguro. Por eso se dice que se barajan otras soluciones. En primer lugar la del obispo de Vitoria, Asurmendi. Pienso que tal nombramiento iba a resolver poquísimo. Si el salesiano ha sido incapaz de levantar Vitoria, diócesis muchos más fácil que San Sebastián, ya cercano a la jubilación aquí no iba a hacer nada bueno. Le quedan cinco años de vida episcopal y sólo podría entenderse su llegada como un plazo para que se jubilara buena parte del peor clero. Que en seis o siete años va a desaparecer en su gran mayoría.

Sería también muy importante, y condicionaría el gobierno de Asurmendi, que su sucesor en Vitoria fuera un obispo de línea muy distinta a la de hasta ahora imperante. Con Blázquez e Iceta en Bilbao y un buen obispo en Vitoria, por ejemplo Munilla, el salesiano, que no es un abertzale, se sentiría más respaldado en San Sebastián. Aunque en mi opinión muy poco se puede espa
puede esperar de él.

Si el nombrado fuera un sacerdote, dependerá mucho de sus cualidades y de que no se deje llevar del síndrome de Estocolmo que tanto afecta a algunos de nuestros obispos.

Lo que parece claro es que, por fin, Uriarte tiene ya sus días contados. Tal vez sus horas. Eso es una gran noticia por desgracia largo tiempo demorada. Lo que no consigo entender es que haya tanto obispo del resto de España que le estén llamando para adoctrinar al clero de sus diócesis. No podían haber escogido a un obispo peor. Cuanto antes le olvide todo el mundo mejor para la Iglesia.
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