Si os empeñáis seguimos hablando de la hermana Parra.

Pagola escribe un libro. Está en su derecho. Pagola es un sacerdote muy comprometido por haber sido muchos años vicario general de Setién y, por tanto, la persona más próxima a las setienadas. También está en su derecho como lo están en el suyo todas aquellas personas que abominan de ese pontificado. Un obispo y varios teólogos han criticado el libro de Pagola. También están en su derecho.

En esto sale una carmelita descalza diciendo que el libro es maravilloso y que ella ha quedado suliveyada con el mismo. Porque como todo el mundo sabe las carmelitas descalzas están para opinar de todo, hacer lo que les dé la gana y ser el perejil de cualquier salsa. Porque para eso están las religiosas de clausura.

Yo me limité a decir que en el caso de que la Iglesia, no sólo un obispo, censure el libro de Pagola, cosa que no sé si ocurrirá o no, esta monja podrá hacer bordados o dulces pero supongo que la superiora le retirará el ordenador. Y que ante esa posibilidad mejor hubiera estado calladita.

Simplemente eso. ¿He sido más o menos afortunado en la expresión? Posiblemente poco afortunado. No sería la primera vez. Pero si la hermana Parra se subió a la parra y se cae de ella el costalazo va a ser fenomenal.

Pagola está muy significado por dos cuestiones. No pocos piensan, con razón o sin ella, pero declaraciones suyas comprometidas las hay, que es uno de esos sacerdotes próximos a determinados planteamientos de ETA. Y los hay que piensan, también, con razón o sin ella, que su teología es arriesgada o poco conforme con el pensamiento de la Iglesia.

Pues ya me dirán que pinta en esa salsa el perejil de la hermana Virtudes Parra, carmelita descalza. A Pagola no le aporta nada. Porque la encendida defensa de esta monja no quita ni añade nada al mérito o demérito del libro. Mañana una clarisa de San Serenín del Monte de Abajo se descuelga en otro Blog diciéndonos que el libro de Pagola es herético y me figuro que el sacerdote de la diócesis de San Sebastián se queda tan fresco. No son ninguna autoridad. Y tampoco la tienen. Sólo expresan una opinión personal absolutamente irrelevante.

Pero aviados íbamos si ahora a todas las monjas de clausura les diera por ponerse a opinar de todo lo divino y lo humano. De la guerra de Irak, del sacerdocio femenino, del uso del preservativo, de la teología de la lioberación, de que jesuita les gustaría como próximo padre general, de la novela de Boris Izaguirre, de Mariano Rajoy, de Iñaki Gabilondo...

Y si alguna decide ponerse al ordenador, cosa que cada vez tienta a más monjas, corre el riesgo de que la critiquen. Y que no la llamen bonita.

Vuelvo a la tesis. En mi opinión una mujer no se hace monja de clausura para eso. Para decirnos lo primero que se le ocurre sobre cualquier cosa. Y si el libro de Pagola llegara a ser censurado por la Iglesia ¿dónde se mete esta monja?

Si mis palabras fueron desabridas, groseras, maleducadas, lo que sea, le pido perdón. Se puede decir lo mismo sin faltar a la persona. A mí no se me da bien pero reconozco que se puede y se debe. Perdóneme todo lo que haya podido herirle con mi lenguaje. Pero la tesis la mantengo. Sigo pensando que las monjas de clausura no están para eso. Puede haber algún caso excepcional, Teresa de Jesús, Teresa Benedicta, Catalina de Siena... que por su extraordinaria personalidad intervengan con autoridad en cuestiones muy importantes de la Iglesia. Pero no me parece a mí que la hermana Virtudes Parra, y no quiero faltarle en nada con esta afirmación, esté a su altura.

Pues eso. Me pareció que tomaba partido en algo que no debía. Y menos habiendo hablado ya un obispo. Siendo ella monja de clausura. Si con mis palabras, todo lo desafortunadas que se quiera, ha aprendido a ser más prudente pues hasta me lo agradecerá. Que errar lo menos no importa si se acierta en lo principal.

Yo, además, me quedo muy tranquilo. Porque como seguro que además es una buena religiosa doy por hecho su perdón.
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