El jesuita que no podía estar a mi lado.

Había un jesuita llamado Hermann Rodríguez Osorio que un día apareció por estas páginas de Religión Digital. Nos hablaba de la Congregación general de la Compañía de Jesús. Yo no le seguía mucho. Y me da la impresión, puedo equivocarme, que no tenía muchos lectores.

Un día se le dispararon los comentaristas. Él mismo se debió quedar asombrado. Fue cuando anunció que se retiraba de estas páginas por incompatibilidad con mi persona. Donde estuviera yo no podía estar él.

Me quedé asombrado. Lo que podían un Pikaza o un Masiá era inasumible para este desconocido sin lectores, sin nombre y sin nada. Estoy seguro de que el día en el que tuvo más eco fue aquel en el que echó las patas por alto y dijo: con la cigüeña, ni al cielo. O algo parecido.

Vivía yo tan feliz sin la presencia en mis proximidades de este ilustre miembro de la ínclita Compañía de Jesús y hasta me había olvidado de su sonoro nombre germánico cuando hoy, echando un vistazo a los Blogs anunciados por ver si abría alguno, me encontré con una cara nueva y un nombre que me sonaba vagamente. ¿Éste no era aquel? Y lo era.

La donna e mobile y parece que algunas paternidades de la Compañía también. Yo sigo siendo el mismo. ¿Cómo es que ahora no le repugna mi compañía? O, si le sigue repugnando, ¿por qué traga ahora lo que hace tres meses le parecía intragable?

Vayan ustedes a saber. Yo, en mi inmensa y acreditada bondad le hago otro favorcillo. Si conoció un día de lectores gracias a haberse declarado incompatible con mi persona hoy va a tener otro. Porque sólo por hablar de él va a tener los lectores que no tiene y que, pasado este eco, no va a volver a encontrar. España y yo somos así, Señora.

Yo no voy a encontrarme entre ellos ni tampoco voy a repetir el gesto de que por segunda vez, y gracias a mí, le lea alguien. O que por lo menos sepan que existe un Hermann Rodríguez Osorio, de la Compañía de Jesús. Aunque mañana se vuelvan a olvidar de su persona. Con lo que tampoco perderán nada.
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