Si el obispo de Córdoba monta un circo, hasta le crecen los enanos.

¡Vaya racha la del obispo de Córdoba! ¡O vaya fario, como dicen por allí! Y lo peor es que todo se lo montan otros. Él va de sorpresa en sorpresa, de cabreo en cabreo y todos los días, al levantarse se preguntará: ¿con qué me encontraré hoy?

Porque tantos berrinches en algo más de un mes no son normales. Primero fue una estúpida decisión del presidente de su cabildo catedral de retirar una cruz de la catedral para que no molestara a unos ateos convictos y confesos. El escándalo fue monumental y el obispo estuvo en todas las bocas. Que no le ponían precisamente de bonito. Optó, creo que equivocadamente, por el silencio y con ello fue tenido por cómplice o encubridor del desdichado canónigo. Sin duda, Smith el Silencioso pensó que quedándole al presidente del cabildo un mes para cumplir los setenta y cinco años, se iría y se olvidaría todo. Pero la gente tiene memoria. Se ha ido Moreno y nadie se ha olvidado de la cruz. Ni del silencio.

Despés, el presidente de la Conferencia episcopal y obispo de Bilbao, Blázquez, tuvo unas desafortunadísimas palabras sobre la oración de musulmanes en la catedral de Córdoba. Y se armó la gorda.

Qué más querían los musulmanes para reivindicar el uso para su religión de la mezquita. Y a tambor batiente. Escribiendo incluso al Vaticano. En esta ocasión el Silencioso habló. Y bien. Defendiendo su catedral y el uso católico de la misma. Pero no tiene suerte el obispo con sus colaboradores. Ahora, al menos según cuenta un tal Audalla Conget, fue el responsable diocesano para el diálogo interreligioso, Manuel González, quien en la SER, junto con Conget, se había mostrado encantado del rezo común de católicos y musulmanes.

González parece que no llegó a proponer la catedral-mezquita como el lugar de esos rezos. Pero para eso ya tenemos a Masiá, últimamente perejil de todas las salsas. A quien le extraña, le sorprende y hasta le escandaliza que no se faciliten por los obispos esos encuentros interreligiosos en sus catedrales. Y señala dos concretamente: las de Córdoba y Madrid. Vamos, que ve estupendamente que la catedral de Córdoba se llene de musulmanes rezando a Alá. Que es lo que vienen reivindicando. ¡Vaya pica en Flandes! ¡Vaya fotografía!

Además, ese día la catedral volvería a ser mezquita pues es seguro que musulmanes iban a ir todos los de la ciudad y buena parte de los de los alrededores mientras que católicos irían cuatro o cinco. Los bobines, que los hay en todos los sitios, que creen en esas cosas.

Don Juan José, ¡qué se la están montando!Y no yo. Yo me limito a contarlo. Hasta ahora, los protagonistas han sido un obispo, un presidente del cabildo, un cura, no sé si también canónigo, y un jesuita. O sea, todos de su gremio. Yo, aunque usted no lo crea, le estoy haciendo un favor. Y así como en lo de la cruz le critiqué, porque en mi opinión no actuó usted bien, en la defensa de su catedral todo el catolicismo español, salvo los cuatro de siempre, va a estar con usted. Y no se enfade usted con quienes contamos lo que pasa sino con quienes le meten en esos berenjenales.
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