Me parece de chirigota.
No veáis en mi la menor animadversión contra ese obispado o su obispo. No la tengo. Me consta que monseñor Ceballos es una buenísima persona, sumamente piadoso y caritativo y lleno de excelentes intenciones. Pero como gobernante le falta por lo menos un hervor. Y tal vez por ello no se ha sabido rodear de los mejores consejeros. Que se lo llevan una y otra vez al huerto.
Llevamos ya no sé cuanto tiempo con la amenaza de la gripe A. Y lo que parecía un gravísimo riesgo mundial que tenía aterrorizada a la humanidad, en estos momentos no preocupa a nadie. En España ha habido miles de contagiados que la han pasado como una gripe normal más bien benigna. Y nadie ha cambiado sus hábitos de vida ante epidemia tan horrible que en dos meses o más ha causado menos muertos que la carretera en cualquier fin de semana. Apenas un par de docenas y en su gran mayoría enfermos crónicos de otras dolencias.
Yo no sé si todo ha sido un montaje de la industria farmacéutica para hacer un pingüe negocio o que ha habido tras esta inmensa alarma que gracias a Dios hasta el momento no ha quedado en nada ni alarma a nadie. O solamente al obispado de Cádiz.
Que ha hecho circular una carta a todos los párrocos, rectores de iglesias y capellanes de la diócesis sobre las medidas a tomar ante la dichosa gripe. La carta la firma el vicario general, Guillermo Domínguez Leonsegui, pero algo de tanta relevancia no se hace sin conocimiento y consentimiento del obispo. Porque, en el caso de que se hiciera ignorándolo él, Don Antonio pintaría en su obispado menos que el pito de un sereno.
En España todo el mundo vive como si no existiera la gripe A. Hemos visto a la ministra de Sanidad saludando repetidas veces con un par de besos. Y ayer mismo, cuando la cursilada de la corazonada se vino abajo, todos se besaban y se abrazaban sin el menor temor a contagio alguno. Y no eran precisamente unos cualquieras.
Todos los días en las horas punta, en el metro, autobuses y trenes de cercanías asistimos a las habituales escenas que hacen envidiar la holgura de las sardinas en su lata. Yo acabo de estar en mi médico de cabecera que me dio la mano sin guantes, como siempre, y no llevaba mascarilla. En los colegios los niños se agarran y manosean y en las guarderías infantiles con babas y mocos incluidos. La gente sigue yendo al cine y no he observado que en la calle haya disminuido el número de parejas que se morrean. La gente continúa saludándose estrechándose la mano o con un par de besos. Todo en la normalidad más absoluta.
Menos en Cádiz. Allí se ha retirado el agua bendita de las iglesias. Y poniendo un cartel explicando el motivo. Lo que me parece todavía más gilipollesco. Se recomienda suprimir el rito de la paz o sustituirlo con otro gesto "que no implique el contacto físico". Y se recuerda que se puede comulgar en la mano lo que, con toda esta tramoya, más parece una recomendación. También se desaconseja besar imágenes.
Si es una broma de un carnaval anticipado me parece estúpida. Y si están convencidos de la necesidad de todas esas chorradas me parecen estúpidos. En estos momentos esas medidas sin sentido dejan en muy mal lugar a quienes las han dictado. Creo que alguien propuso que la Conferencia Episcopal dispusiera algo parecido para toda España pero al fin se impuso el sentido común y nuestros obispos no hicieron el ridículo mancomunada y solidariamente. Y han dejado solo en ello al hermano de Cádiz.
Y como con el personal que padecemos ya a uno los dedos se le antojan huéspedes no faltará quien piense que es una ocasión pintiparada para acabar con la comunión en la boca, contra la que tanto predicaron no pocos, y que aprovechen la gripe A, antes llamada porcina, para imponer torticeramente sus también porcinas intenciones. Que también pudiera ser. Y Don Antonio Ceballos una vez más sin enterarse.