Dios a todos se revela (30.9.18)

El Dios revelado en Jesucristo no el dios inventado por nosotros que a uno envía un cáncer y a otro el número premiado en lotería. Porque el Dios revelado en Jesucristo es el “Abba”. Su esencia es amor y como en todos los seres humanos está presente y activo dándoles consistencia, en todos está amando e invitando a la relación fraterna con los otros. En la intimidad de su conciencia todas las mujeres y todos los hombres pueden escuchar la presencia y la voz de Dios. Hay en nuestro mundo muchas personas que se confiesan ateas o agnósticas pero vive la presencia ignorada de Dios en su conciencia, y tratan de secundar esa voz que continuamente está llamando a sus puertas.

La tentación de sectarismo y grupismo amenaza siempre a la comunidad cristiana: creernos superiores a los demás porque sólo nosotros somos amados de Dios y tenemos toda la verdad. Si, nos hemos encontrado con Jesucristo, Palabra definitiva de Dios en nuestra historia. Pero también confesamos que esta Palabra es inagotable para nosotros e ilumina, por caminos que desconocemos, a todo ser humano que viene a este mundo. Todo lo que signifique mentalidad sectaria o proselitismo nada tiene que ver con la Iglesia Católica. Según nuestra fe, Jesucristo derribó los muros de separación entre las personas y entre los pueblos. Como dice el papa Francisco, la Iglesia no es una aduana sino una madre. Abramos los ojos de nuestro corazón para mirar a los seres humanos y a los acontecimientos sociales con la mirada de Dios revelado en Jesucristo.

El evangelio de este domingo resulta iluminador: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir porque no es de los nuestros. Jesús respondió: no se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal de mí. El que no está en contra de vosotros está a favor vuestro. Los que creemos en Jesucristo no tenemos aprisionada la verdad en nuestras cabezas. Estamos viendo cómo en nuestra misma sociedad unos se alejan de la Iglesia, y hay una indiferencia religiosa generalizada en las generaciones jóvenes. En vez de quedarnos en lamentos, pensemos que tal vez en nuestra conducta religiosa tampoco perciben la propuesta evangélica de una solidaridad sin fronteras, que se manifiesta sobre todo en nuestro compromiso para que todos, especialmente los excluidos, puedan vivir con la dignidad de personas. Por lo demás, la verdad no se impone con teorías ni prédicas grandilocuentes, sino por la fuerza de la misma verdad que penetra suave y a la vez fuertemente en las almas. Lo que está en juego es vivir de verdad nuestra conducta moral siguiendo la conducta histórica de Jesucristo.
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