Llamados a ser cristianos creibles (22.4.18)

La parábola del buen pastor es una catequesis escrita a finales del siglo I, cuando la comunidad cristiana está sufriendo el acoso del judaísmo cuyos representes religiosos que condenaron Jesús como falso profeta, se presentan como los únicos representantes de Dios y verdaderos pastores del pueblo. Por otro lado había corrientes que reducían el cristianismo a una teoría. En ese contexto hay que leer el evangelio de este domingo; intenta dar los criterios para discernir quiénes son los pastores o dirigentes espirituales de los podemos fiarnos, y quiénes son los impostores que debemos rehuir.

Yo soy el buen pastor. “Yo soy” evoca la realidad de Dios tal como se reveló en el libro del Exodo; la comunidad donde nace este evangelio, ya confiesa la divinidad de Jesús. El buen pastor se relación con las ovejas no como el asalariado que las cuida porque le pagan un sueldo; ni como el impostor que solo le importan las ovejas en cuanto de ellas puede sacar beneficio; por eso cuando llega el lobo, huye y las deja desvalidas. Entre el buen pastor y las ovejas hay una sintonía profunda: “conozco a mis ovejas y las mías me conocen igual que el Padre me conoce”. Este verbo en el contexto bíblico significa una intimidad confiada, gozosa y total entre las personas. Por eso el buen pastor “da la vida por sus ovejas”, y éstas “escuchan su voz”; eso es la fe cristiana.

Cuando leemos esta parábola, espontáneamente pensamos en los obispos y presbíteros que son como dirigentes de la comunidad cristiana. Pero la parábola no se refiere directamente a esos ministerios. Sencillamente contrapone dos conductas. La de personas o grupos que se presentan como muy religiosos pero son egoístas y sólo buscan su comodidad o a lo sumo se quedan en teorías abstractas que a nada comprometen. Y la conducta de Jesús que motivado por el amor, gasta y entrega su vida en favor de los demás. El seguimiento de Jesús es criterio de la vida santa no sólo para obispos y presbíteros sino para todos los seres humanos. Es la fe que los cristianos profesamos en el bautismo y debemos actualizar cada día
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