Pablo VI: “Un nuevo humanismo”
La Iglesia “debe ir hacia el mundo que le toca vivir; se hace palabra, se hace mensaje, se hace coloquio”. Al morir Juan XXIII, el concilio pudo terminar apenas iniciado. Siguió adelante gracias a Pablo VI que inyectó nuevo espíritu y marcó su orientación en la encíclica “Ecclesiam suam”. La Iglesia se hace diálogo. Conectaba con Juan XXIII: “no inmovilizar sino aggiornamento”. Y era un paso decisivo para lo que hoy el papa Francisco llama “un Iglesia en salida”. Criterio fundamental para la Iglesia que, siguiendo a Jesucristo tiene por misión “servir y no ser servida”
”Abogado de los pueblos pobres”. Así se presentó Pablo VI cuando habló en la Asamblea de las Naciones Unidas. En su sensibilidad humanista y evangélica, cada ser humano puede y debe crecer “en humanidad”. Desde esa convicción en 1967 salió la encíclica Populorum Progressio. “El desarrollo no se reduce a simple crecimiento económico; para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”. Difícilmente se puede expresar mejor la patología y al mismo tiempo el camino de curación para la ideología de un sistema que pone su objetivo en el máximo beneficio económico postergando la dignidad de las personas.
Dignidad de la persona humana. Encíclica “Humanae vitae”, 1968. Fue un documento que no tuvo fácil recepción en la comunidad cristiana, y hubo reacciones en contra no sólo de teólogos sino también de algunos obispos. Todo porque, en continuidad los dos papas precedentes, Pablo VI siguió rechazando la regulación artificial de la natalidad. Sin duda es un tema revisable. Ya es significativo que ante la reacción negativa de muchos a ese rechazo y a pesar de que algunos altos jerarcas de la Iglesia le aconsejaran que con su autoridad cortase las críticas negativas, el papa guardó silencio. Según la misma encíclica, el futuro magisterio de la Iglesia podrá ofrecer “un diseño más amplio, orgánico y sintético”. Es lo que hace el papa Francisco en la Exhortación “Amoris laetitia”.
Pero leyendo a fondo la “Humanae vitae” se ve que su intención básica y su objetivo principal fue defender la dignidad de la persona de dos peligros . Primero, “podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada”. Segundo, “¿quién impediría a los gobernantes favorecer y hasta imponer a sus pueblos, si lo consideraran necesario, el método anticonceptivo que ellos juzgaren más eficaz?; se dejaría a merced de la intervención de las autoridades públicas el sector más personal y más reservado de la intimidad conyugal”.
Personalmente y quizás otros de mi generación nos sentidos deudores de Pablo VI. Su orientación humanista y evangélica nos dio fuerza para soportar rigores de invierno en el postconcilio, manteniendo vivo nuestro amor a la Iglesia y al mundo.
(Publicado en "Ecclesia")