Religión y conducta moral (2.9.18)
¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?
Jesús de Nazaret nació y vivió en una sociedad muy religiosa. Pero la religión en muchos dirigentes - el evangelio habla de los fariseos- se quedaba en ritos y prácticas externas que no respondían a una conducta moral honrada sino que más bien eran encubridoras de la injusticia. Muchas purificaciones, muchas apariencias de piedad externa, pero sin el cambio de conducta: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
La propuesta de Jesús fue un estilo de vida, una conducta en el amor. No montó una nueva religión con rituales y ceremonias. Ni un culto externo triunfalista y deslumbrante, sino el culto “en espíritu y en verdad”: expresión de una fe o de una vida motivada por el amor incondicional que implica salida de la propia tierra y de las propias seguridades buscando que todos puedan vivir con la dignidad de personas. Jesucristo fue revelador de Dios que quiere misericordia y no sacrificios rituales. Lógicamente los defensores de una religión vacía que pretendían manipular a la divinidad con sus ritos, condenaron a Jesús por blasfemo.
A partir del s. II,la comunidad cristiana organizó el culto sirviéndose de ritos y ceremonias empleados por religiones ya existentes en el mundo greco-romano; la inculturación era natural e ineludible. Pero en el siglo IV la religión cristiana fue la oficial del imperio romano, y a lo largo de los siglos siguientes las formas estructurales muy unidas al poder político y con tufo de triunfalismo adquirieron tal relevancia que ya en la práctica religiosa frecuentemente ritos y cumplimientos externos tuvieron prioridad sobre la experiencia cristiana y la conducta evangélica. Es la patología que aún hoy nos amenaza.Por ello es urgente la evangelización dentro de la misma comunidad cristiana. No es cuestión es cuestión de volver ni mantener ritos arcaicos y lenguas ya muertas e incomprensibles, sino de avivar la fe o experiencia cristiana. Sólo desde ahí hay garantías para una reforma en serio de la Iglesia.
Jesús de Nazaret nació y vivió en una sociedad muy religiosa. Pero la religión en muchos dirigentes - el evangelio habla de los fariseos- se quedaba en ritos y prácticas externas que no respondían a una conducta moral honrada sino que más bien eran encubridoras de la injusticia. Muchas purificaciones, muchas apariencias de piedad externa, pero sin el cambio de conducta: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
La propuesta de Jesús fue un estilo de vida, una conducta en el amor. No montó una nueva religión con rituales y ceremonias. Ni un culto externo triunfalista y deslumbrante, sino el culto “en espíritu y en verdad”: expresión de una fe o de una vida motivada por el amor incondicional que implica salida de la propia tierra y de las propias seguridades buscando que todos puedan vivir con la dignidad de personas. Jesucristo fue revelador de Dios que quiere misericordia y no sacrificios rituales. Lógicamente los defensores de una religión vacía que pretendían manipular a la divinidad con sus ritos, condenaron a Jesús por blasfemo.
A partir del s. II,la comunidad cristiana organizó el culto sirviéndose de ritos y ceremonias empleados por religiones ya existentes en el mundo greco-romano; la inculturación era natural e ineludible. Pero en el siglo IV la religión cristiana fue la oficial del imperio romano, y a lo largo de los siglos siguientes las formas estructurales muy unidas al poder político y con tufo de triunfalismo adquirieron tal relevancia que ya en la práctica religiosa frecuentemente ritos y cumplimientos externos tuvieron prioridad sobre la experiencia cristiana y la conducta evangélica. Es la patología que aún hoy nos amenaza.Por ello es urgente la evangelización dentro de la misma comunidad cristiana. No es cuestión es cuestión de volver ni mantener ritos arcaicos y lenguas ya muertas e incomprensibles, sino de avivar la fe o experiencia cristiana. Sólo desde ahí hay garantías para una reforma en serio de la Iglesia.