En el dinamismo del amor(6.5.18)

Los cristianos una y otra vez cantamos: “un mandamiento nuevo nos dio el Señor: que nos amemos todos como él nos amó”. Y nos quedamos tan anchos, sin pensar que el amor ya existía en la humanidad antes de Jesucristo, y sigue existiendo al margen de lo que diga el Evangelio. A qué viene esto de “un mandamiento nuevo”.

No hace falta que nos manden amar. Nos sale espontáneamente como “una divina manía”. Cuando nos da el carisma, perdemos el asiento, no hay razonamientos que valgan; ahí se ve nuestra vocación de trascendencia.

El amor que más conocemos es entre hombre y mujer. Los griegos lo llamaban “eros” que implica dar y recibir un placer del otro. Eso es bueno. Pero nuestro deseo nunca satisfecho corre peligro de pedir al otro lo que no puede dar. Lo convertimos en cosa; hay amores que matan. Pasamos del amor al odio, “eros” y zanatos”

La novedad del Evangelio está en la forma de amar: “Amaos unos a otros como el Padre me ama y os amo yo” Jesús experimenta que Dios es “Abba”, ternura infinita, amor gratuito que continuamente se da como vida que nos constituye y sostiene. Y esa forma de amar determinó la conducta de Jesús hasta la muerte. Para expresar esta forma de amar el Nuevo Testamento emplea la palabra griega “ágape”: amor gratuito, que se da sin esperar nada a cambio.
Esa forma de amar no anula el amor que ha existido siempre antes de Jesucristo y sigue existiendo incluso en quienes viven al margen de la religión. Ni esa novedad va contra el amor pues según la Biblia “hombre y mujer los creó”. Más que destruirlo esta nueva forma de amar potencia y abre nuevo horizonte al amor erótico.

Como humanos somos seres necesitados, por eso sin amor no podemos vivir. Pero el amor nacido de la necesidad –“te amo porque te necesito”- por la fiebre posesiva tiende a convertir al otro en objeto de de necesidad y reducirlo a cosa consumible. Si en mirarnos al otro como persona con dignidad inviolable que gratuita y libremente se da, la cosa cambia. Entonces podemos decir: “te necesito porque te amo”. El otro ya no es objeto de nuestra ciego y ansioso instinto sino don que nos completa y nos hace crecer en humanidad. La nueva forma de amar no niega ni aminora el valor del amor erótico, pero lo libera de la fiebre posesiva que acaba matando a las personas. Esta forma de amar que sugiere el Evangelio y que tantas parejas ya la practican, implica ascesis y purificación del egoísmo. Pero es la única forma de realizar la intención más profunda el amor humano: “quiero que tu vivas siempre, que no mueras nunca”
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