Hay que provocar escándalo



Según el Evangelio hay escándalos y escándalos.



Hay un escándalo provocado por acciones perversas que es malo y debemos evitar “¡ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeños!”. Y hay escándalos farisaicos que son una reacción cerrada y violenta contra una verdad que no se quiere admitir porque pone en peligro nuestras posiciones cómodas. Así los religiosos judíos que discriminaban como impuros a enfermos, encarcelados e indigentes, se escandalizan de que Jesús, con su forma de actuar curando leprosos, acogiendo a los olvidados, comiendo con los pobres, ofrezca la liberación para todos. La conducta del Profeta provoca el escándalo de aquellos ortodoxos y puritanos que no soportan “las palabras de gratuidad que salían de su boca”. En la versión del evangelista Marcos, el escándalo farisaico trata de justificarse: “¿de dónde le viene a éste la sabiduría? ¿no es el hijo del carpintero?"; siendo un donnadie se permite cambiar el texto profético de Isaías quitando “el día de venganza”, pretende corregir la palabra de la Biblia, es un blasfemo y como tal debe morir: “le llevaron a una altura escarpada del monte para despeñarle”. Al denunciar la falsedad de posiciones individualistas e insolidarios, Jesús provoca el escándalo y la crispación de los inmisericordes que acaban dándole muerte.



En nuestra sociedad estamos sufriendo una ideología exclusivista mientras por otra parte la mundialización sugiere que todos pertenecemos a la única familia. Esta ideología clava sus garras en el fenómeno de la migración, un signo imparable de nuestro tiempo Se hiela la sangre viendo cómo tantos inocentes arriesgan su vida y mueren buscando la supervivencia y un porvenir mejor para su familia. Sin embargo se generaliza la opinión de que los pobres migrantes son amenaza para la propia seguridad, como una peste vitanda; urge construir muros y alambradas para que no entren. Esta opinión responde a una ideología o interés individualista por defender las propias comodidades aunque sea hundiendo más a los empobrecidos.



Los cristianos debemos interpretar el fenómeno de la migración desde la fe como un signo del Espíritu. Evocando y re-creando la conducta de Jesús. que pasó por el mundo derribando los muros de separación y provocando el escándalo de los puritanos egoístas. La conversión al reinado de Dios o fraternidad universal prueba su verdad en la compasión, la solidaridad y la hospitalidad. Se dirá con razón que el tema de las migraciones es muy complejo y exige políticas nada fáciles. Pero urge dar soluciones más humanas a esta situación intolerable de deterioro humano. Si reamente los cristianos creemos que toda persona humana es imagen del Creador y en su frente lleva la prohibición "no matarás", nuestra conducta y nuestra palabra en la sociedad tiene que chocar, extrañar y hasta escandalizar en una sociedad aburguesada y enroscada en la comodidad individualista. Salgamos de nuestras falsas seguridades religiosa y provoquemos escándalo siendo permeables al Evangelio: "era forastero y me acogiste"








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