"Ser cristiano es ser buen samaritano: sentir compasión" Dios es un "buen samaritano"
"Jesús fue un hombre de misericordia, que siente compasión y lástima ante el sufrimiento humano"
"Muchas veces los ministros del Templo dejamos a la gente malherida. Un hereje (samaritano) es quien se compadece y pone los medios para sanar al maltrecho en la vida"
"¿Qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna? Sentir lástima, compasión"
"Gracias a Dios que la Iglesia del papa Francisco recupera la lógica del buen samaritano, de lo viviente, del que sufre, de los refugiados"
"¿Qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna? Sentir lástima, compasión"
"Gracias a Dios que la Iglesia del papa Francisco recupera la lógica del buen samaritano, de lo viviente, del que sufre, de los refugiados"
- 0 Compasión
Compasión significa “padecer-con”, “compadecerse”.
Al Evangelio de San Lucas se le conoce como el evangelio de la misericordia, de la bondad. Jesús en este evangelio siente compasión, siente lástima:
- o Jesús siente lástima ante la viuda cuyo hijo ha muerto. (Lc 7,13).
- o El Padre siente compasión ante su hijo perdido (hijo pródigo) (Lc 15,20).
- o El samaritano siente compasión, recoge y ayuda a aquel hombre que había quedado medio muerto en el camino de la vida, (hemos escuchado hoy).
Jesús fue un hombre de misericordia, que siente compasión y lástima ante el sufrimiento humano: sea ante los enfermos físicos o psíquicos, sea ante los pobres y débiles, sea ante la muerte.
Y Jesús es expresión –Palabra- de Dios. Jesús nos refleja quién y cómo es Dios: un Dios de misericordia y compasión. El Dios de Jesús es bueno. Haríamos bien en “cancelar del windows” que nos han enseñado la idea de un Dios justiciero y castigador. El Dios de Jesús es bueno, siente compasión de nosotros.
Sentir cercanía, compasión ante el dolor humano hace bien a todos y ese es el tono vital del cristianismo.
Ser cristiano es ser buen samaritano: sentir compasión.
- La religión.
Los sistemas religiosos viven en otros esquemas. El sacerdote (hombre de la ley religiosa) tenía motivos para no mancharse con la sangre del hombre malherido. La sangre le convertía en impuro.
Lo mismo el levita (hombre del Templo y del culto), tenía que acudir a celebrar los ritos religiosos correspondientes.
Por eso pasan de largo ante el hombre malherido, ante el sufrimiento humano. Tienen que cumplir con sus deberes religiosos. Su obligación religiosa se complicaba si atendían al herido.
Muchas veces los ministros del Templo dejamos a la gente malherida. Un hereje (samaritano) es quien se compadece y pone los medios para sanar al maltrecho en la vida.
Solo un hombre extranjero, medio pagano (samaritano), mal considerado por la ley y por el Templo, es quien siente lástima, se conmueve, interrumpe su viaje, su tiempo, su dinero y ayuda al que estaba abandonado en la carretera.
- Bonhoeffer (1906-1945; ahorcado por los nazis en 1945) estando encarcelado escribió un puñado de cartas clandestinas a un amigo suyo (E. Betghe). En una de estas cartas dice: Hemos llegado a un tiempo en el que hemos de vivir cristianismo sin religión. La Iglesia del Reich apoyaba e iba hacia el Imperio. La Iglesia testimonial de Bonhoeffer, Betghe, Tillich, etc. propugnaba un cristianismo de misericordia, de salvar vida de los judíos…
La afirmación: un cristianismo sin religión, causa un cierto vértigo. Pero, tal vez, hemos olvidado lo que es la compasión y la misericordia y nos pasamos la vida discutiendo un dogma, un rito litúrgico, unos modos eclesiásticos y pasamos de largo, como el sacerdote y el levita, ante el sufrimiento humano.
En la parábola del buen samaritano no aparece ni una sola palabra o gesto estrictamente religioso. No hay alusiones a la ley, al rito, al templo, a los sacrificios, al dogma, etc.
El samaritano pasaba por allá y sintió lástima, se acercó y le vendó las heridas, lo llevó al “hospital”, lo cuidó, pagó la factura del hospital (dos denarios), se comprometió a volver y puso todo lo que pudo para ayudar al otro.
- ¿Qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?
La parábola del Buen Samaritano comienza con la pregunta de un maestro de la ley: qué hay que hacer para tener Vida, vida definitiva, que dirá San Juan.
Si pensamos un poco a fondo es también nuestra cuestión y nuestro problema. ¿Qué hay que hacer en este pueblo y en esta civilización nuestra para tener vida, para poder vivir? Lo que está en juego es la Vida. ¿Cómo vivir bien?
¿Qué hay que hacer en la vida familiar, social, cultural, política, en la vida eclesial para que podamos vivir, para tener vida?
¿Qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?
Sentir lástima, compasión.
¿La vida nos vendrá de la economía, de la democracia, de la sinodalidad, etc…?
La vida nos vendrá de o por la compasión.
Jesús siente lástima, compasión.
Es casi ilusorio pensar que Ucrania y Rusia sientan compasión. La pacificación de nuestro pueblo, víctimas de la violencia, etc…, encontrarán vida en la compasión, en sentir lástima por lo sucedido.
Los viejos conflictos familiares necesitan compasión y sentir lástima.
Lo cristiano -y lo humano- está en la actitud del samaritano: sintió lástima.
Quizás dentro y fuera de la Iglesia, en los ámbitos educativos, políticos y eclesiásticos se nos ha olvidado ya lo que es sentir lástima y misericordia.
Vivimos de otros criterios, de otros valores. Pero se nos ha olvidado lo fundamental: el perdón, la misericordia, sentir lástima, compasión. (Hace unos días Ortega expulsaba de Nicaragua a las misioneras de los pobres de la Madre Teresa de Calcuta).
Gracias a Dios que la Iglesia del papa Francisco recupera la lógica del buen samaritano, de lo viviente, del que sufre, de los refugiados, etc., y Francisco clausura un periodo en el que la religión, la moral y la política estaban enfermas de abstracción y dureza, más interesados en la condición téorica y fantasmal de la corrección dogmática que en el prójimo y el que sufre. La Iglesia de Francisco ha pasado de ser la “santa Inquisición” a ser un hospital de campaña donde se curan heridas.
La profundidad de Dios es que Él mismo, Dios es un buen samaritano que nos acompaña en la vida. La hondura de Dios es bondad, no rito, ley ni dogma.
Prójimo es el malherido y quien sintió lástima y practicó misericordia.
Anda y haz tú lo mismo.
Cuando sufre un hombre y llora sin consuelo.
Cuando espera y no se cansa de esperar.
Cuando amamos el sentir de los sencillos.
VA DIOS MISMO EN NUESTRO MISMO CAMINAR.
VA DIOS MISMO EN NUESTRO MISMO CAMINAR.
Oración de los fieles
+ Oramos por los que están caídos, medio muertos por las cunetas de la vida: drogadictos, depresivos, emigrantes, mujeres con malos tratos, encarcelados, pobres, sin techo…
Ayúdanos a ser buenos samaritanos:
anda y haz tú lo mismo.
+ Recordamos con afecto al papa Francisco. Ayúdale, Señor, a devolver a la Iglesia el rostro amable de la bondad.
Ayúdanos a ser buenos samaritanos:
anda y haz tú lo mismo.
+ Oramos por quienes recibieron una mala y legalista educación religiosa y moral: que descubramos que Tú eres misericordia y buen samaritano.
Ayúdanos a ser buenos samaritanos:
anda y haz tú lo mismo.
Prefacio y Plegaria Eucarística
Te damos gracias, Padre, por Jesucristo,
hijo tuyo y hermano nuestro.
Él es el buen samaritano de la humanidad,
que se ha acercado a nosotros,
malheridos en la vida.
Tú nos revelas, Padre nuestro,
que aunque nos hemos quedado tirados fuera del camino,
Jesús camina con nosotros,
venda y unge nuestras heridas.
Gracias, Padre, porque no andamos solos por la vida
ni marchamos a la deriva y perdidos.
Tú eres presencia constante a nuestro lado.
Te damos gracias por quienes saben pararse
para ayudar a quien lo necesita.
Así nos sentimos reconfortados, con ánimo y fuertes.
Con alegría y unidos a la creación, te cantamos:
Kanta dezagun denok hau da egun alaia
Kristo piztu da eta kanta aleluia.
poztu famili, poztu gurasoak,
poztu biziak, poztu hildakoak.
Eres bueno de verdad, Señor,
porque has querido que Cristo, tu Hijo,
descienda hasta lo más profundo de los infiernos,
es decir, hasta lo más hondo del dolor,
de la soledad y del abandono.
Nos ha entregado todo, su vida, su esperanza, su Espíritu.
Jesús, la noche en que iba a ser entregado ...
Llegando a la encrucijada, Tú proseguías, Señor;
Te dimos nuestra posada, techo, comida y calor.
Sentados como amigos a compartir el cenar,
Allí te conocimos al repartirnos el pan.
Que el Espíritu nos impulse
a salir de nuestras cerrazones,
a levantarnos de nuestros hundimientos y caídas
y a llegar hasta la casa paterna.
Acuérdate, Padre, de tu Iglesia,
y de todas las tradiciones cristianas,
de los cristianos perseguidos.
Oramos por las misiones.
Oramos por los que creen y por los que no tienen fe.
Despeja el horizonte
de todos los que se hallan desorientados en la vida
Gracias porque, como buen samaritano,
acoges a todos los que llegan a Ti malheridos de la vida.
Gracias Padre, Hijo y Espíritu. Amén.
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