EROS y THANATOS




01. EL QUE NO COGE LA CRUZ, NO ES DIGNO DE MÍ.

No es que Jesús fuese un sádico, ni el cristianismo ame y cultive el sufrimiento. (Y algo de esto sí que ha habido y se da en algunas líneas de espiritualidad: cuando se invitaba a utilizar aquellos instrumentos de tortura como el cilicio, la disciplina, las penitencias y ayunos brutales). ¿Por qué será que las religiones tienden a la prohibición de alimentos y condenar muchas –demasiadas- cosas?

Jesús más bien fue un hombre que comía y bebía y muchos se lo achacaban. Jesús pasó la vida haciendo el bien, comiendo con todo el mundo, sanando enfermedades. Jesús no fue un asceta como su primo, Juan Bautista, o como tantos otros en la historia. Y el cristianismo no es mera prohibición, negación y castigo.








02. EROS Y THANATOS.
No obstante lo explicado en el primer punto, no es menos cierto lo que decía el padre de la psicología moderna, Sigmund Freud: La vida es placer y muerte (eros y thanatos).

Vivir es una búsqueda continua del bienestar, del placer de la felicidad, pero al mismo tiempo un encuentro continuo con el sufrimiento, los problemas, el esfuerzo, el envejecimiento, el dolor y la muerte.

La vida humana es así: amar y buscar la felicidad y cargar con la cruz.
Si somos adultos y cristianos hemos de saber aceptar serenamente la dimensión sufriente de la vida





03. ¿EVITAR EL SUFRIMIENTO, LA CRUZ?

El que busca su vida, la perderá

Por tendencia innata tendemos a buscarnos a nosotros mismos, a pesar en nosotros, en nuestro bienestar, nuestro placer, etc.
Pero la vida, el amor se tienen cuando se dan.
La persona es un ser en relación. Uno no es una persona sola, asilada, sino que nos realizamos como personas cuando “estamos-con-los-demás-en-el-mundo”. El amor es relacional, la justicia es comunitaria-social, la familia es grupal, la amistad, los pueblos somos en comunidad. No somos seres aislados. El individuo es aislado, se busca a sí mismo.
Somos personas en tanto en cuanto empelamos y gastamos nuestra vida con y para los demás.

04. ENTREGAR LA VIDA A LO QUE MERECE LA PENA: EL REINO DE DIOS.


Al final uno es persona sensata y valiosa cuando entrega su vida a lo que de verdad vale la pena, y a ello los cristianos le llamamos Reino de Dios. Y si no se es muy creyente: se trata de vivir poniendo nuestras energías al servicio de la justicia, de la paz y del amor, que eso es el Reino de Dios: Reino de justicia de amor y de paz.

Tal vez podremos hacer poco, tendremos pocas posibilidades, pero no las desperdiciemos. Si solamente podemos dar un vaso de agua, no dejemos de hacerlo: una limosna, cuidar a un enfermo, trabajar por los refugiados, ayudar en la medida en que nos posible. Todo eso, y más, es dar vida, eso es amar el Reino de Dios a fondo perdido.



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