"Dios sienta en el trono a los sencillos, quienes desbordan sabiduría" La grandeza desde la pequeñez y sencillez, al estilo de Jesús
"Es propio de Jesús y sus seguidores mostrarse en una vida sencilla para caminar en la experiencia de la grandeza de Dios"
"El Hijo de Dios es manso y humilde de corazón y le basta decir que quien ve a Él ve al Padre, para darnos a entender que Dios es el Dios de los sencillos"
"Dios no necesita de la soberbia ni de la vanidad, sino de un corazón abierto desde la humildad que descomplica las cosas"
"Son los sencillos los que entienden el corazón del mensaje de Jesús, que es buena nueva, evangelio"
"Dios no necesita de la soberbia ni de la vanidad, sino de un corazón abierto desde la humildad que descomplica las cosas"
"Son los sencillos los que entienden el corazón del mensaje de Jesús, que es buena nueva, evangelio"
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM
La liturgia de la palabra de este domingo 14 del tiempo ordinario nos invita a abrirnos a la grandeza de Dios desde la sencillez y humildad que se nos revela en Jesucristo.
Es propio de Jesús y sus seguidores mostrarse en una vida sencilla para caminar en la experiencia de la grandeza de Dios, quien hace maravillas en la voz de la esclava del Señor que es María.
Dios sienta en el trono a los sencillos, quienes desbordan sabiduría, como el caso de Pedro, quien al confesar de Jesús: tú eres el mesías, el Hijo de Dios vivo, Jesús le afirmará : dichoso tú Simón hijo de Juan porque esto no te lo ha revelado hombre alguno sino mi Padre Celestial.
El hijo del carpintero se mostrará en su palabra y sus milagros como el Hijo de Dios, quien calmará la tempestad del mar, resucitará a Lázaro, etc.
Vivir la experiencia de Dios en la cotidianidad de nuestra pequeñez, siendo una experiencia de la grandeza de Dios y transmitirla con la alegre sencillez, como le pasará al humilde San Juan Diego ante la manifestación de la virgen María en el Tepeyac del Valle de Mexico, nos revela el estilo de Dios de revelársenos.
El Hijo de Dios es manso y humilde de corazón y le basta decir que quien ve a Él ve al Padre, para darnos a entender que Dios es el Dios de los sencillos, de los descomplicados, el Dios de los humildes que no se dejan mover por la vanidad propia de los soberbios.
¡Cuánta vanidad y soberbia nos envuelve y nos mueve en muchas ocasiones en nuestras palabras y actos!
Queremos muchas veces ser reconocidos, ser vistos, humillar a otros, demostrarles que somos más fuertes que ellos y que podemos burlarnos y humillarlos, cuando la verdadera sabiduría, colmada de felicidad y dicha, está en la sencillez y mansedumbre.
Dios no necesita de la soberbia ni de la vanidad, sino de un corazón abierto desde la humildad que descomplica las cosas, para hacernos ver que la carga es suave y es ligera.
La vida se nos hace pesada porque muchas veces nos mueve la soberbia, la vanidad, la arrogancia y eso nos complica el horizonte para vivir la vida con agradecimiento, compartiéndola con generosidad y alegría , a la manera como lo hacen los sencillos que nos regalan la alegría y el compartir generoso, desprendidos en gestos que buscan contagiar alegría.
Son los sencillos los que entienden el corazón del mensaje de Jesús, que es buena nueva, evangelio.
Así exulta este domingo el profeta Zacarías y el Evangelista Mateo para que el espíritu de Jesús se manifieste en nosotros como nos recuerda Pablo en la carta a los romanos.
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