A propósito de la fotografía de alumnos haciendo el saludo fascista en un colegio del Opus Asomar las orejas
"La gravedad del incidente de marras radica en lo que hay detrás de la fotografía"
"Estas cosas no surgen por generación espontánea, ni se improvisan, ni son ‘cosas de adolescentes’"
Desde hace ya mucho tiempo, vengo utilizando un seguro criterio (al menos para mí) para posicionarme frente a las personas con quienes convivo y frente a cualquier institución, política o religiosa. Escucho a todos, procuro informarme a fondo, practico el discernimiento y me atengo a los hechos, a las obras. Simplemente –aunque uno es tenido por traidor a la causa- sigue el ejemplo de Jesús: “Por los frutos, pues, los conoceréis” (Mt 7,20). No me importa nada lo que digan. Menos aún, el ‘marketing’ que suele acompañar a cualquier organización. Solo me atengo a los frutos, a las obras.
El pasado 28 de junio, José Jaume realizaba una atinada reflexión sobre el significado de la fotografía que publicaba el Diario de Mallorca en torno a un grupo de alumnos, haciendo el saludo fascista. El Colegio de estos alumnos (¡qué casualidad!) es el Llaüt, en el que el Opus Dei ‘tiene puestas sus complacencias’. Para el referido escritor, ‘el Opus Dei se retrata’. Sin duda, estimado Jaume. Al menos, para quienes no le conocían en sus obras y en sus frutos. Pero, no es mi caso. “Yo, como Cervantes, me contento de haber caído de mi burra y de que me haya mostrado la experiencia la verdad de quien tan lejos estaba”.
La gravedad del incidente de marras radica en lo que hay detrás de la fotografía. Estas cosas no surgen por generación espontánea, ni se improvisan, ni son ‘cosas de adolescentes’, sin más. Responden a algo que, presuntamente, anida en su alma asociativa. No lo sé con certeza. Lo que no pueden negarse son ciertos hechos (obras y frutos) de determinada inspiración, que pueden provocar rechazo en muchos ciudadanos. Y, además, con cierta razón. Las ideas que se evocan (¿adoctrinamiento?) no son de recibo en esta sociedad y menos aún cuando el centro educativo está subvencionado.
Por cosas como éstas, -no lo duden- siempre han sido vistos (el Opus Dei) por muchos con recelo, con cautela, con cierta animosidad. La imagen que nos ha dejado no es culpa de los demás, de los otros (que, por supuesto, estamos muy alejados de la verdad) sino de quienes, como miembros del Opus Dei, se han hecho presentes en la sociedad y en la Iglesia, dejando su impronta inconfundible.
No se trata de realizar ahora un relato de obras y frutos que ha protagonizado el Opus Dei. No obstante, si quiero subrayar que, desde esa atalaya, no debiera extrañar lo más mínimo que mucha gente guarde en el subconsciente cosas como la intensa colaboración de miembros del Opus Dei con la dictadura franquista, como el protagonismo activo del Opus Dei a favor de la ‘restauración católica-romana’ a fin de neutralizar el Concilio Vaticano II (acción definidora del papado de Juan Pablo II), como haberse constituido en grupo de presión en la curia romana (participando, con otros grupos, en un modelo de gestión de la Iglesia universal no muy evangélico que digamos), como aplicar, de modo sistemático, la romana ‘damnatio memoriae’ (borrado) a quien haya osado abandonar la santa organización (ni agua en el futuro), etc., etcétera. Por tanto, no debiera extrañar que muchos extraigan, a su vez, ciertas conclusiones y adoptan determinadas posiciones frente al mismo.
¡Qué casualidad! Todo, a veces, se entremezcla y crece la confusión. Opus Dei, Vox (su anagrama aparece en la bandera que exhiben los alumnos de Llaüt), colegios del Opus Dei en Cataluña con problemas de homofobía en su día, Vox, partido político o lo que sea, obsesionado, en las actuales negociaciones para formar gobiernos locales, con temas relacionados con la homosexualidad. ¿Qué pasa? ¿Dios los cría y ellos se juntan?
Espero que, a diferencia del asno del que nos habla el Pícaro Guzmán de Alfarache, se haya aprendido la lección (vestir el pellejo de un león para espantar a los demás). Cuando lo vio su dueño, al no poder taparse las orejas (asomar), lo conoció y le dio muchos palos. Y, “quitándole la piel fingida, se quedó tan asno como antes”.