"Al implicarte, te estarás responsabilizando de tu propia vida, pues estarás decidiendo tu destino" Hay que implicarse
"El Gobierno, ya se sabe, no hace caridad, sino propaganda mediante 'paguitas' para 'engañabobos'. Lo del cheque de 200 euros equivale a unos 5º céntimos al día. ¡Racanería!"
"Hay que implicarse. Sólo nos queda una cierta libertad. Pero, es suficiente. Es cuestión, según Francisco, de imponernos un discernimiento serio, formularse algunas preguntas y actuar en consecuencia""En 1574, Étienne de la Boétie, en su brillante Discurso sobre la servidumbre voluntaria, ya la valoró, adelantándose a su tiempo. Y lo hizo, al subrayar, que procede exclusivamente del consentimiento de aquellos sobre quienes se ejerce el poder"
"Ningún poder, aunque se imponga por la fuerza, aunque manipule a la sociedad mediante el control subvencionado de la mayoría de los medios de comunicación, aunque gobierne desde la mentira, domina a la sociedad de referencia sin la colaboración cómplice de una parte significativa de los miembros que la integran"
"Los españoles estamos pagando la factura del pasado absolutismo monárquico y eclesiástico, que modularon una sociedad caracterizada por la sumisión y la obediencia, plenamente patriarcal y jerarquizada"
"Hago mía la conclusión a que llegó en su análisis el joven francés De la Boétie: 'Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres…'"
"La seguridad del cambio necesario y la vuelta a una cierta normalidad residen en nuestras manos, en las tuyas, en las de cada uno de nosotros. Tú decides. ¡Hay que implicarse!"
"Ningún poder, aunque se imponga por la fuerza, aunque manipule a la sociedad mediante el control subvencionado de la mayoría de los medios de comunicación, aunque gobierne desde la mentira, domina a la sociedad de referencia sin la colaboración cómplice de una parte significativa de los miembros que la integran"
"Los españoles estamos pagando la factura del pasado absolutismo monárquico y eclesiástico, que modularon una sociedad caracterizada por la sumisión y la obediencia, plenamente patriarcal y jerarquizada"
"Hago mía la conclusión a que llegó en su análisis el joven francés De la Boétie: 'Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres…'"
"La seguridad del cambio necesario y la vuelta a una cierta normalidad residen en nuestras manos, en las tuyas, en las de cada uno de nosotros. Tú decides. ¡Hay que implicarse!"
"Hago mía la conclusión a que llegó en su análisis el joven francés De la Boétie: 'Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres…'"
"La seguridad del cambio necesario y la vuelta a una cierta normalidad residen en nuestras manos, en las tuyas, en las de cada uno de nosotros. Tú decides. ¡Hay que implicarse!"
La realidad que los españoles hemos dado en protagonizar ha hecho del año que hemos cerrado una tormentosa pesadilla. Un año funesto, sin duda, por los riesgos que se barruntan para el inmediato futuro. La política que se ha orquestado no ha podido ser más sórdida y obscena. Hemos sacado a pasear los ‘demonios familiares’. Y lo hemos hecho aguijoneados por el mismo Presidente del Gobierno. Y, como era de esperar, se han confabulado para la destrucción de la propia identidad. La España de la transición, fruto de un amplísimo consenso, puede ser traicionada y finiquitada. Y, si no, al tiempo.
Como está próximo el proceso electoral, el Gobierno, ya se sabe, no hace caridad, sino propaganda mediante ‘paguitas’ para ‘engañabobos’ (Díaz Ayuso). Así lo ha valorado Raúl del Pozo: “Dijeron con tanta euforia lo del cheque de 200 euros que todo el mundo pensó que lo darían cada mes, cuando en realidad lo que van a dar es poco más de 50 céntimos al día. Deletrearon con tanta sonoridad la pasta que parecía el Gordo de Navidad y no era sino una pedrea de 16,6 al mes, poco más de 50 céntimos al día. No era una medida de apoyo a las familias vulnerables sino una limosna. Han pasado de la propaganda al timo de la estampita mostrando los falsos 200 euros a los primos”. ¡Indiscutible racanería!
Ante esta siniestra situación de muchos, en medio de una polarización extrema, quisiera gritar, como lo hizo en su día Albert Camus en relación a Francia: “hay que implicarse”. Por mi parte, quiero hacerlo con un mensaje optimista y esperanzador, pleno de buenos deseos. No nos dejemos dominar por los miedos y el pesimismo. Muy al contrario, confiemos en las energías que derivan de la libertad responsable, que nos es consustancial. Sólo, a decir verdad, esto nos queda. Pero, es suficiente. Si la amasemos, la desearíamos y lucharíamos por obtenerla, ejercerla y hacer que impregne el tejido social.
Un mínimo de responsabilidad con la situación debiera imponernos un discernimiento serio. Al respecto, les sugiero estas preguntas: ¿Qué nos viene ocurriendo para que, de hecho, nos inhibamos? ¿Por qué preferimos pasar de largo y no complicarnos la vida, aunque nos convierta en cómplices de los males que acabamos lamentando? ¿Por qué muchos piensan que el desgobierno no va con ellos? ¿Por qué muchos de nosotros rehuimos valorar a quienes tan mal nos gobiernan -y desean continuar otro periodo legislativo para culminar así su obra destructora- por los hechos que han protagonizado, aunque ni los anunciaron ni informaron sobre su propósito cuando pidieron el voto a la ciudadanía? ¿Por qué ahora, a las puertas de un nuevo proceso electoral, lo vamos a seguir consintiendo como si nada hubiese pasado? ¡Piénsalo!
Esta más que aparente pasividad e inoperancia, esta servidumbre y sumisión al gobernante ya fue expuesta hace mucho tiempo. En 1574, Étienne de la Boétie, en su brillante Discurso sobre la servidumbre voluntaria, ya la valoró, adelantándose a su tiempo. Y lo hizo, al subrayar, como ha comentado Michel Onfray, esta idea básica: “toda servidumbre es voluntaria y procede exclusivamente del consentimiento de aquellos sobre quienes se ejerce el poder”.
Completamente de acuerdo. No hay justificación ni excusa alguna. Ningún poder, aunque se imponga por la fuerza, aunque manipule a la sociedad mediante el control subvencionado de la mayoría de los medios de comunicación, aunque gobierne desde la mentira, domina a la sociedad de referencia sin la colaboración cómplice de una parte significativa de los miembros que la integran. Lo vemos a diario en todo el mundo. Pero, por cobardía, por comodidad, por resentimiento, preferimos comportarnos como si no hubiésemos abandonado todavía ‘la minoría de edad’ (Kant) y como si aún no hubiésemos experimentado la plenitud de la libertad, verdadero ADN de todo ser humano. Se trata -ya es hora- de “hacer uso público y comunitario de la razón en todos los campos sin excepciones; no aceptar como verdad revelada lo que proviene del poder público”(Onfray, Tratado de ateología, Barcelona 2006).
Estoy convencido que, en la España atormentada que nos ha tocado convivir al inicio del año 2023, los españoles estamos pagando la factura del pasado absolutismo monárquico y eclesiástico, que modularon una sociedad caracterizada por la sumisión y la obediencia, plenamente patriarcal y jerarquizada. Todo ello, por si hubiese sido poco, se coronó con la dictadura franquista, expresión de más de lo mismo, pero en grado superlativo. Somos -o, al menos, así parece- un pueblo habituado a todo lo contrario a lo que exige una democracia.
Tendemos a prestar al gobernante una cierta servidumbre voluntaria, incluso aunque éste no sea escrupuloso con la verdad y los derechos de los ciudadanos, sobre todo si se sitúa en el espectro de la izquierda, por radical que sea. A ello se ha referido, hace unos días, el prestigioso Marcos de Quinto con esta acertada reflexión: “Para que gobierne la izquierda basta que el centroderecha se salte un semáforo en rojo. Sin embargo, para que el centroderecha vuelva a gobernar, la izquierda no solo tiene que saltarse 20 semáforos en rojo, sino que además tiene que atropellar a todos los viandantes. Solo después existe la posibilidad de que vuelva el centroderecha al Gobierno”.
Deseo insistir que, en el absolutismo eclesiástico, se ha venido tradicionalmente centrando en la exigencia de la sumisión y la obediencia plenas del creyente a la Jerarquía. Incluso, lo es ahora también. Salvador Pániker, a este respecto, valoró la actitud de los miembros del Opus Dei como “… premodernos, prekantianos, no creen en la autonomía del sujeto. Para ellos la libertad no es primordial, sino algo supeditado a la ley natural y a la voluntad divina. Tiemblan ante la posibilidad de que el ser humano llegue a ser el dueño de su destino” (Cuaderno amarillo, Barcelona 2000). Eran los tiempos del restauracionista Juan Pablo II. ¡Todo tiene su lógica y explicación!
Pues bien, ante semejante situación real, hago mía la conclusión a que llegó en su análisis el joven francés De la Boétie: “Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres; no quiero que lo pulvericéis o le hagáis tambalear, sino simplemente que dejéis de sostenerlo y lo veréis, cual un gran coloso privado de la base que lo sostiene, desplomarse y romperse por su propio peso”.
¡Hay que implicarse! La situación, en todos los órdenes de la vida, es preocupante y arriesgada. Si eres de izquierdas, precisamente por serlo, no puedes adoptar una actitud pasota. Compórtate como tal y actúa como un hombre libre. Atrévete a ser tú mismo. Déjate de apoyar a quienes buscan satisfacer su propio interés, que poco o nada tiene que ver con el del común de los españoles.
La nueva ley del hombre, dada por su mismo Creador, es la libertad. En consecuencia, como dijo Sartre en Las Moscas, no puede seguir un camino diferente. Te invito y deseo -estoy pensando en el bien de todos- que, ante la situación que se avecina, te atrevas a elegir tu camino. No el que te sugieran o impongan otros. Al seguirlo, te estarás responsabilizando de tu propia vida, pues estarás decidiendo tu destino. La verdadera fortaleza en la sociedad, aunque te cueste creerlo, radica, más allá del testimonio de vida, en el sentido responsable con el que decidas depositar tu voto. La seguridad del cambio necesario y la vuelta a una cierta normalidad residen en nuestras manos, en las tuyas, en las de cada uno de nosotros. Tú decides. ¡Hay que implicarse!
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