El vicario general de Getafe glosa la vida de sus padres en dos libros publicados por Narcea José María Avendaño: "La pandemia está generando una tremenda soledad. Hay que mantener la distancia, higiene y cuidado... pero sin dejar de hacernos presentes"
"Mi madre, Jorja, murió hace cinco años, y ahora se va a abrir el proceso de canonización. Se le atribuye una curación de leucemia en Italia, una posible curación de lepra en Cuba. El tema de un niño con síndrome de Down que nace correctamente. Ahora con el coronavirus en el hospital de Getafe. Jorja está ahí, y eso me sobrecoge..."
Compra 'En tus manos' y 'La fe es sencilla' en Narcea
"Quería transmitir a la gente que hay esperanza, y el duelo se me ha aliviado con la escritura de este libro"
"Quería transmitir a la gente que hay esperanza, y el duelo se me ha aliviado con la escritura de este libro"
En los últimos cinco años, el vicario general de Getafe, José María Avendaño, ha perdido a su padre y a su madre. Primero ella, Jorja, una mujer impresionante cuyo proceso de beatificación podría abrirse muy pronto. Ahora, Cándido. A ambos les ha dedicado sendos libros, en los que ‘desnuda’ su alma, sus recuerdos y el ejemplo de unos ‘santos de la puerta de al lado’. A Jorja le dedicó ‘La fe es sencilla’. Ahora, a Cándido, ‘En tus manos’, una reflexión sobre la fe y el duelo. Ambos, en Narcea.
Ahora, después de superar un cáncer, “está controlado al cien por cien”, hablamos con José María Avendaño. Una conversación repleta de gratitud, amistad y, por difícil que pudiera parecer, alegría.
El libro se llama ‘En tus manos”. ¿Por qué?
Es algo que aprendí de mi madre y de mi padre, ellos se han fiado siempre de Dios. El primer título iba a ser ‘Mejor no cabe’. Mi padre no tuvo síntomas de nada, y un tumor cerebral, su final fue muy rápido... lo llevamos a casa, nos ofrecieron cuidados paliativos. No se necesitó nada, ni morfina, ni calmante. ¿Cómo estás Cándido? mejor no cabe...
Quería mostrar cómo acompañar, con la familia y hermanos. cómo estar ahí, y cómo preparar ese final. Acoger a la hermana muerte. Ves cómo te adentras en la espesura del misterio de la vía y del amor. Ves a tu padre que se te va yendo de las manos. Vas recogiendo su vida, su historia. Agradecimiento aDios, a mis padres... él murió con 90 años y medio. Siempre, con esa generosidad. He procurado subrayar esa gratitud de Cándido. En Dios somos, nos movemos y existimos...
La vida de tus padres ha sido tremendamente interesante. De hecho, ha dado para dos libros...
Mi madre, Jorja, murió hace cinco años, y ahora se va a abrir el proceso de canonización. Se le atribuye una curación de leucemia en Italia, una posible curación de lepra en Cuba. El tema de un niño con síndrome de Down que nace correctamente. Ahora con el coronavirus en el hospital de Getafe. Jorja está ahí, y eso me sobrecoge...
Es la historia de un matrimonio. Mi madre solía decir: somos suyos, somos de Dios. Ellos han muerto en casa, en nuestras manos, con sus hijos...
¿Qué te han enseñado, qué nos pueden enseñar, tus padres?
Estoy sobrecogido por los dos, Mi madre no sabía leer y escribir, huérfana a los tres años. Una mujer llena de Dios, con un amor a la Eucaristía y a los pobres. Cuando muere tiene una paga de 149 euros, y destinaba 100 euros a los pobres. “Los pobres me van a abrir las puertas del cielo”
Y mi padre, decía eso...“que el viaje dure poco”. En este libro, intento reflejar la grandeza de un alma como la de Cándido, con su cátedra en agricultura (hombre de campo), amigo de los más pobres. Días de luz y tormenta, porque en su vida hubo tormenta. Enterraron a dos hijos (unos con 17 años, y otro con tres días)
Siempre unidos en el matrimonio. El calor de la familia, el hogar. La lumbre... mi padre nos daba esas enseñanzas de esperanza. En este tiempo de coronavirus, también. Nos decía ‘venga, venga.... Hay que ser prudentes, miedo lo justo’.
Tenía un gran amor a la Iglesia, a la Eucaristía, todos los días iba a misa y comulgaba, y la caridad... Y, al final de su vida, te animaba. Recuerdo que fue don Ginés a verle, y puso al obispo a rezar. Y después, sacó de su monedero unos billetes, y le dijo: ‘Esto para los pobres, ¿eh?’
Supongo que el ejemplo de tus padres tuvo mucho que ver en tu vocación sacerdotal...
Doy muchas gracias a Dios porque mi vocación se forja en la familia. Llevo 33 años de cura, y el día de la ordenación mi madre y mi padre me pasan a la habitación, y me dicen: “Hermoso, ponte de rodillas”. Ellos me dan la bendición. “Si decides no ser cura, nos vamos al pueblo, en un mes eres maestro y a trabajar. Pero si decides salir por la puerta, hermoso, con Dios no se juega. Piénsalo bien”.
De niño, estuve enfermo de tuberculosis, desde los 3 años a los 10. Mi infancia eran los cubiertos, los platos, fue como la novela de Martín Gaite, entre visillos. Y recuerdo es sacrificio de ambos, que dormían en un colchón, en el suelo, para curar a su hijo enfermo. Yo iba con mi madre de la mano a Cáritas. En casa había muy poco, y Cáritas nos daba lo necesario, y el cura de entonces nos daba la leche, algo de comida y alguna ropa.
Estando en Getafe y en Leganés, como párroco, me decían: ‘Lo que la Iglesia ha hecho con nosotros, no olvides hacerlo con los pobres’. Siempre ponían a Dios de horizonte.
Escribir un libro que sirve para el duelo en estos tiempos de pandemia, ¿qué nos puede enseñar?
Algo que estoy percibiendo con esta pandemia es la tremenda soledad, y el daño que está haciendo a todos los niveles (consumo de ansiolíticos, ansiedad, depresiones...). En mi familia han muerto algunos, eso te deja...
Escribir el libro en este tiempo: hay que mantener la distancia, higiene y cuidado... pero esa presencia se tiene que hacer real. hacerse presente, un saludo, una llamada. Y dentro de la soledad, los mayores.
El papa habla del azote que esto ha supuesto en los mayores, en residencia...He querido recoger esa llamada: cuida de tu familia, cuida de tus mayores y de ese enfermo. Que te noten presente, una llamada oportuna, un momento... eso alienta la esperanza y mitiga, hace que la soledad se vaya por la ventana.
El papa habla del azote que esto ha supuesto en los mayores, en residencia...He querido recoger esa llamada: cuida de tu familia, cuida de tus mayores y de ese enfermo. Que te noten presente, una llamada oportuna, un momento... eso alienta la esperanza y mitiga, hace que la soledad se vaya por la ventana
Si he escrito esto, me acordaba de María Zambrano, uno no escribe por necesidad literaria, sino por expresar mi vida. Cuando muere mi madre, el obispo auxiliar me pregunta cómo estoy. Estoy mal. ¿Y por qué no escribes la vida de tu madre? Eso lo mitigó (ver el libro)
Eso pasó con mi padre. Hay gente que me ha dado las gracias, por dar luz. Me han llamado de cuidados paliativos, este libro nos hace caer en la cuenta que además de la atención médica, está la espiritual
Quería transmitir a la gente que hay esperanza, y el duelo se me ha aliviado con la escritura de este libro. Y, al tiempo, recoger la historia de mi hogar. He recogido los recuerdos de mi infancia, adolescencia y juventud. Muy arrebujado por el amor de mi padre y de mi madre. Al final le digo a mi padre que le quiero mucho.
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