"Tengo miedo por los empobrecidos, que cuando les llegue el virus no tendrán recursos" José Carlos Bermejo: "He aprendido que lo que realmente salva es apoyarse en quien te quiere"
El provincial de los camilos, tras superar la enfermedad, escribe 'Esperanza en tiempos de coronavirus' (Sal Terrae) y 'Duelo digital y coronavirus' (Desclée)
"Me preocupa el futuro. El otro no puede ser un enemigo, no puede ser un peligro que me puede transmitir el virus. Nos va a afectar al modo de mirarnos"
"He pensado en mi cuerpo, y en cómo mi familia recibía la información y no podían ni abrazarse. Sufrí mucho imaginando a mis hermanos, amigos y seres queridos, viviendo un duelo por mí en el que no podrían abrazarse, en un extraño tanatorio que sería la casa de uno mismo"
"He pensado en mi cuerpo, y en cómo mi familia recibía la información y no podían ni abrazarse. Sufrí mucho imaginando a mis hermanos, amigos y seres queridos, viviendo un duelo por mí en el que no podrían abrazarse, en un extraño tanatorio que sería la casa de uno mismo"
Ha estado muy enfermo, llegando a pensar en cómo sería su funeral. El coronavirus impactó de lleno a José Carlos Bermejo, el provincial de los camilos y uno de los mayores conocedores del sufrimiento y el duelo en la Iglesia de nuestro país.
Todavía con secuelas de la enfermedad -tardarán en pasar-, el religioso conversa con RD ante la publicación de dos nuevos títulos: La esperanza en tiempos de coronavirus (Sal Terrae), y Duelo digital y coronavirus (Desclée), amén de un capítulo en una obra coral que estará prologada por el Papa Francisco. Y es que Bermejo nunca para de aprender... y de enseñarnos.
La primera pregunta es obligada. ¿Cómo te encuentras?
Estoy en un momento de mucha ilusión, veo el avance de los últimos días. Enfermé a finales de marzo. Este 'libro' ha tenido dos capítulos, uno muy grave y otro, que apareció después, sembrado de incertidumbre e incomodidad, de problemas de movilidad.... Me habitan los fantasmas, que son muchos. Son como 'ratas de alcantarilla' que aparecen al pasar el día.
Ese es el otro desafío tras la enfermedad, ¿no? Las secuelas físicas y psicológicas...
La palabra que define esta segunda fase es incertidumbre... Apenas se mueve la ventana porque hace un poco de viento, piensas que es un segundo temblor, como después de un terremoto. Esta hiperatención genera sufrimiento.
¿Has llegado a pensar en tu muerte?
Sí, claro, no me preocupaba tanto lo físico, pero todo enfermo experimenta la enfermedad como amenaza, y juega con la posibilidad de la muerte. He pensado en mi cuerpo, y en cómo mi familia recibía la información y no podían ni abrazarse. Sufrí mucho imaginando a mis hermanos, amigos y seres queridos, viviendo un duelo por mí en el que no podrían abrazarse, en un extraño tanatorio que sería la casa de uno mismo.
Llorar a los tuyos sin poder estar cerca de ellos, de los que mueren, y de los que se quedan... ¿Es uno de los dramas que deja esta experiencia?
Es un drama que ya conocíamos. Es el drama que tenían los inmigrantes que pierden a un ser querido. Recuerdo un ingreso hace años, y a mi lado había una joven que se había desplomado en Plaza Castilla. Se había desmayado porque hacía días habían muerto cuatro de sus familiares por el derrumbe de una montaña, y lo único que podía hacer era enviar dinero. Y tenía que ir al restaurante donde trabajaba porque si no la despedían. El duelo de esta chica inmigrante, que no pudo participar ni constatar la muerte múltiple de sus seres queridos, es el que estamos viviendo en este momento.
Has escrito dos libros y un capítulo de otro, durante su recuperación. La esperanza en tiempos de coronavirus de Sal Terrae, y el segundo, a punto de caramelo, Duelo digital y coronavirus (Desclée)
'La esperanza...' no es es un diario. Yo he escrito un diario doble, que aún no he sido capaz de leere, con dos columnas. En la primera, relataba lo que iba pasando en el centro que dirijo: protocolos, normas, enfermos, hospedería en nuestra comunidad... Fallecían los seres queridos de nuestros trabajadores, masticábamos el sufrimiento. Y una segunda pare, en verde, y que no sé si alguien leerá alguna vez (yo tampoco), era la narración más desnuda de mi mundo emocional.
Cuando enfermé, estaba trabajando en el libro del duelo, pero me di cuenta de que todo iba a ser distinto: el duelo electrónico, la identidad digital... y volví a trabajar sobre el que tenía apuntes, el tema de la esperanza. En mi tiempo dedicado a la reflexión, me tenía que agarrar a algo que me sostuviera. Alrededor había escenarios muy críticos (soy el gestor de un centro y el provincial de una congregación). También enfermaron mis compañeros religiosos, hasta seis, que procedían de otros países y habían venido a cuidarnos. La idea de que pudieran morir porque yo les había enviado aquí era un peso muy grande.
¿Qué esperanzas tenemos, o podemos sacar, de estos tiempos de coronavirus?
La esperanza no solo mira hacia el futuro, sino es un vínculo con el pasado. No hay esperanza sin recuerdo. Es un dinamismo del presente, es como la sangre, tiene que estar circulando, si no estás muerto.
La esperanza va cambiando. Uno de los traumas del hospital era escuchar los gritos de alrededor: la esperanza ahí se llamaba 'Que yo no llegue a experimentar ahogo', luego ' Que si muero no sufran demasiado los demás'...
¿Qué has aprendido?
He profundizado, he aprendido que sin esperanza me muero. He experimentado que tengo a Dios como último referente, que me puedo agarrar a él, que el sacramento más grande es el Amor, suene como suene, pero lo que realmente salva es apoyarse en quien te quiere. He experimentado mucho ser querido, quizás mi vida estaba más centrada en conjugar el verbo en activo (querer, servir, ayudar, acompañar, sostener, escuchar...), me he sentido acompañado, sostenido en mi fragilidad.
¿Saldremos mejor de esta? ¿Hay esperanza?
Yo también tengo miedo por los empobrecidos. Recordé los enfermos de los tiempos de san Camilo, parecidos a nosotros pero sin recursos paliativos, con el dolor físico. Uno de los grandes dolores en este momento, que está llegando el virus en América Latina, pienso en los que no tienen recursos para los que son más pobres, salir de esto va a resultar un trauma psicológico y material. Además, lo van a atravesar sin recursos.
Vamos a salir con más empobrecimiento de los pobres. Tenemos que aprender a relativizar las tonterías, a darnos cuentas de que somos destinatarios. Nos han mandado paquetes de Taiwán, y aquí hemos tenido a tiempo mascarillas, guantes, equipos de protección... gracias a la iniciativa y la solidaridad de quienes podríamos pensar que son destinatarios de nuestra ayuda. La Administración nos ha mandado los test con mucho retraso, lo que nosotros hemos conseguido ha sido gracias a los nuestros.
Vamos a salir cambiados: estoy preocupado por cómo a a ser el encuentro. El otro no puede ser un enemigo, no puede ser un peligro que me puede transmitir el virus. Nos va a afectar al modo de mirarnos.
El otro libro es Duelo digital y coronavirus, con Desclée. No poder despedirse físicamente, no poder acompañar a los que están sufriendo...
En noviembre, en un artículo, descubrí que había 30 millones de muertos en Facebook, y las técnicas de códigos QR para recordar al difunto. Se empieza a hablar del legado digital, o experiencias de reconstrucción de identidad de una persona a través del rastro digital... Hay un episodio de Black Mirror en el que muere una persona que está embarazada, y le ofrecen a posibilidad de hacer una reconstrucción a través de un avatar, tan parecido.... a través del rastro digital. 'Recuperar' al ser querido de gomaespuma, con todas las capacidades, excepto la fragilidad: enfadarse, tener que comer....
Nuestras casas se han convertido en tanatorios: cementerios virtuales, cuentas digitales para hacer memoria... transformaciones de cadáveres en compost para las plantas, libros de recuerdo, coronas digitales... Un mundo de mercado también. Con ocasión del coronavirus esto ha elevado su velocidad, porque no hemos podido encontrarnos.
Sentí la necesidad, el día antes de enfermar, de grabar seis minutos de la oración para quien no tuviera a nadie en el momento de las exequias, para honrar y orar en momentos tan críticos.
El duelo digital, ¿ha llegado para quedarse?
Había llegado antes, se ha potenciado muchísimo. Se va a quedar. Yo había estudiado esto hace unos cuantos años, con un estudio de campo a ver qué dice la gente. Y lo había llamado 'Pulga del duelo' (algo que se instala, que pica e incomoda). Esta es una cuestión que, si conseguimos utilizar bien, nos va a ayudar. Si lo consideramos como única posibilidad, se destruirán otras con un valor incalculable, como reunirse, recogerse, ser el hombro en el que se apoya el otro, sentir la impotencia, y la vergüenza, de no saber qué decir pero tener la bondad del abrazo o la caricia... En el momento del duelo nos atrevemos a achuchar, afortunadamente. Es una especial intimidad, esto no lo podemos perder, hay que recuperarlo.
Y hay una variable importante: en la presencialidad física, somos más nosotros mismos. En el mundo de la comunicación digital, robamos palabras, imágenes de otros, paisajes que no hemos visto nunca... y lo convertimos en símbolo de lo que queremos significar. No es tan personal como la mirad avergonzada del impotente que no puede decir una palabra de consuelo pero aguanta y acompaña en la fragilidad.
Y luego está la dimensión ritual de toda la historia de Humanidad. Este rito de cierre, que está vinculado también a lo religioso, que carga de colores, de palabras, de canto, gestos específicos para estos momentos, y contribuye a poner sentido al sinsentido de la muerte, y a socializarla. La muerte higiénica que estaba entrando en Occidente puede anidar el mundo digital.
Hace unos meses, hablábamos en otra entrevista sobre la ley de eutanasia. Parece que el coronavirus ha dejado aparte este tema, que sin duda regresará. ¿Cómo puede afectar el drama que hemos vivido a las legislaciones sobre el dolor, el sufrimiento y el final de la vida en nuestro país?
Estábamos en un momento de hiperexaltación de la autonomía, de decir 'Somos libres, podemos decidir sobre la vida y su final'... y llega una situación en el que los gobiernos dicen: 'Esperen un momento, hay un valor que se pone por encima, la salud comunitaria, la necesidad de proteger la vida del vulnerable'. Atención a los más frágiles, en cierto modo es lo contrario. Espero que sea repensado esto a la luz del aprendizaje del respeto a lo sagrado del ser humano, y que aprendamos a depender los unos de los otros.