"¿Sacerdotes sin bautismo?" de PPC Provocación, y no un juicio
"Jesús no fue monje ni sacerdote, sino más bien profeta y poeta, vagabundo y visionario, médico y confidente, predicador itinerante y trovador, arlequín y mago del amor de Dios y de su inagotable y eterna misericordia”
“Los ministros ordenados corren el peligro de ser víctimas de una formación que los lleva a “sobreestimarse” a sí mismos, volviéndose insensibles a la propia dignidad humana”
(Vaya por delante, y como prefacio de esta reseña, que la lectura de este nuevo libro de PPC. , en su colección “Cruce”, y con el número 44, debería ser de obligado cumplimiento para sacerdotes, obispos, aspirantes a serlo algún día, con predilecta inclusión de laicos y laicas, que pretendan ser y ejercer de Iglesia con algunas de sus más importantes y salvadoras consecuencias)
El título del libro responde al interrogante misterioso de “¿Sacerdotes sin bautismo?”, con el subtítulo, no tan misterioso, de “Una provocación, no un juicio”. Tiene 140 páginas, distribuidas en cuatro capítulos y su autor es Fratel MichaelDavide, “monje benedictino desde 1984, doctor en Teología Espiritual por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y reconocido conferenciante”.
Una somera descripción del contenido del texto la ofrecen estas doctas, provocadoras y luminosas palabras:
“El bautismo es la fuente del ministerio presbiteral: de ser bautizado se origina, por tanto, el “servicio” a la comunidad, no el “poder” sobre ella. El sacerdote no es el “jefe” al que los bautizados se sientan subordinados, sino que debe sentirse destinado al sacramento del orden para servir a los bautizados, porque, antes que nada, él también lo es. Los repetidos escándalos en la Iglesia, que últimamente han salido a la luz, han puesto en el punto de mira el ministerio ordenado y han minado la fe del “pueblo de creyentes” como del “pueblo de los alejados”. Ante esta situación, y otras que afectan a la vida emotiva y sexual de los sacerdotes, siempre hay que confrontarse con la propia fragilidad”
De su denso y bien estructurado texto, me limito a acentuar párrafos como estos:
“No es el mundo el que está al servicio de la Iglesia, sino que es ella la que está al servicio de la humanidad…”. “En la Iglesia no son los fieles los que están en subordinación respecto a la jerarquía, sino esta última al servicio del pueblo de Dios: el presbítero no debe sentirse en primer lugar el jefe”.
“Jesús no fue monje ni sacerdote, sino más bien profeta y poeta, vagabundo y visionario, médico y confidente, predicador itinerante y trovador, arlequín y mago del amor de Dios y de su inagotable y eterna misericordia”. “Los ministros ordenados corren el peligro de ser víctimas de una formación que los lleva a “sobreestimarse” a sí mismos, volviéndose insensibles a la propia dignidad humana”.
“Por favor, no seáis “señores”, no seáis “clérigos de estado”, sino pastores. Pastores del pueblo de Dios”. La doble vida es una enfermedad fea en la Iglesia. Hace mal sobre todo a los clérigos que, de ese modo, se convierten en “médicos solo en apariencia”. “Con la costumbre de conducir a los demás en su vida cristiana, el sacerdote no se ocupa suficientemente, y a veces, nada, de su propia vida de discípulo”. “La ordenación sacerdotal no “sacraliza”, sino que radicaliza la consagración bautismal”.. “No es raro que el clérigo se considere una persona fuera de lo común”.
“El urgente y necesario el despojamiento de la Iglesia en su conjunto, y de los clérigos en particular, exige una renuncia radical a una suerte de “aura patriarcal”, que les convierte en escafandra con la que defenderse a sí mismos impidiéndoles un verdadero encuentro y confrontación en pie de igualdad con los hermanos y hermanas, enrolados en el término de “nuestros fieles” . “En el mundo clerical se corre el peligro de hablar mucho de “amor”, sin conocer también la realidad, por lo menos en la forma en la que comúnmente la gente la goza y la padece”.
“La más elemental reforma de la Iglesia le exigirá la “desclerizalización” de su clero, a todos sus niveles”.