Libro sobre los curas pacenses venerables Rafael Sánchez García y Luis Zambrano Blanco 'Servidores de la misericordia'
Celso Morga, arzobispo de Mérida-Badajoz: "Dos grandes sacerdotes del siglo XX, que nos señalan el camino a todos nosotros: sin Él, nada; con Él, todo, lo imposible"
Lo que pasa es que, entre unas cosas y otras, los santos “oficiales” están por las nubes. Beatificar- canonizar uno –y más si son dos- los santos, “cuesta y sale por un ojo de la cara”, tal y como con autoridad suprema y popular recoge el diccionario de la RAE. La inversión económica en estos procesos resulta realmente costosa, que solo o fundamentalmente pueden afrontar los ricos o las fundaciones que ellos y ellas –santos y santas- crearon, aunque la proclamación de sus virtudes y ejemplaridad de sus obras y milagros lo merezcan y lo compensen con generosidad e indulgencias.
En la archidiócesis de Mérida- Badajoz muy recientemente fueron honrados con la santa y canónica categoría de “Venerables”, dos sacerdotes, de cuyas vidas se ha editado un libro con el título de “Servidores de la Misericordia”, cuyos protagonistas son los sacerdotes diocesanos don Rafael Sánchez García y don Luis Zambrano Blanco. El libro, con un centenar de páginas, lo prologa don Celso Morga, arzobispo de Mérida –Badajoz, y entre sus párrafos destaca el siguiente con gran contenido reverencial e histórico:
“Dos sacerdotes distintos, de distinto carácter y gustos, pero con una misma meta: la santidad en el servicio a Dios a través del servicio al prójimo. Esa misma meta les hizo estar unidos, quererse y ayudarse mutuamente. Un ejemplo más de cómo, para vivir la comunión no se nos exige ser iguales, tener caracteres semejantes o gustos parecidos. Solo la misma meta. Es Dios quien nos une….
El uno, a la puerta del Hospital Provincial instaló su cátedra de Misericordia: ahí dio de comer y beber, ahí ayudó a sobrevivir, ahí consoló y enjugó lágrimas, ahí repartió todo lo que tenía…, ahí fue la presencia vida de Jesús Samaritano. El otro buscó a los pobres y enfermos en sus casas, atendió a los más débiles, fundó colegios y residencias para los más abandonados: no le importó si eran sordos, ancianos o jóvenes, si su enfermedad era curable o incurable; solo buscó lo mejor para ellos y se lo dio…
Dos grandes sacerdotes del siglo XX, que nos señalan el camino a todos nosotros: sin Él, nada; con Él, todo, lo imposible”
De estos dos sacerdotes pacenses se ha referido y refiere en la actualidad, y muy sentida tanto histórica como teológicamente que “si hoy como en la antigüedad, la Iglesia procediera a la canonización por aclamación por el pueblo, ambos hubieran ascendido ya al honor de los altares.
Como uno de los dos solía invocar a la Santísima Virgen con el bellísimo y evocador título de “Santa María de los Altos Sueños”, lo hacemos también en la actualidad los extremeños, jamás “dejados de la mano de Dios y de su Madre”, sino en gran parte y proporción, por espurias e indignantes circunstancias ajenas a nuestro ser y condición, que la Comunidad Autónoma de Extremadura esté ubicada en los ultimísimos lugares de lo que hoy se dice, y considera, progreso.
Los dos sacerdotes ya “Venerables”, enriquecerán la letanía del santoral extremeño que con todos los más humildes honores pudiera presidir san Pedro de Alcántara, “hecho de raíces de encina”, árbol totémico de la “tierra de conquistadores, descubridores y evangelizadores”, a la que por cierto, y aunque parezca increíble, está únicamente a la espera de que su patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, se avecine en su santuario de las sierras de las Villuercas, abandonando, por fin, el heterodoxo y absurdo exilio de su estancia administrativa canónico-eclesiástica en Castilla La Mancha.