"Se ofreció a sí mismo como camino" Luis Ángel de las Heras: "Al entregarse a nosotros en cuerpo y alma, en sangre y espíritu, Jesús nos ofreció la luz para poder transitar todos los valles"
"Nuestras búsquedas, actitudes, palabras y obras deben llenarse del amor que nos ha sido revelado en Cristo"
La fiesta del Corpus Christi va a ser singular este año, como todo desde que comenzó la pandemia. Continuamos dándonos cuenta de lo que ha ocurrido y está ocurriendo, y deseamos interpretarlo y vivirlo desde nuestra fe. Al entregarse a nosotros en cuerpo y alma, en sangre y espíritu, Cristo nos ofreció la luz para poder transitar todos los valles de la vida, también los más oscuros. Es más, se ofreció a sí mismo como camino para todos los que buscan la misericordia del Padre. Cristo vivo es el camino. Un camino del todo especial, porque al mismo tiempo es su término. Camino según su humanidad y término según su divinidad, afirma santo Tomás de Aquino. Camino de verdad plena y término de vida nueva.
En las encrucijadas, como la que vivimos ahora, nos preguntamos cómo y a dónde ir, y se abren para nosotros distintas veredas. Los discípulos misioneros de Jesús, en medio de tantas voces, estamos llamados a escuchar la del Buen Pastor, que es, al mismo tiempo, el mejor Camino. Hemos de conocer “el caminar de Cristo”: es decir, el Camino que Cristo recorre con nosotros y también el Camino que Cristo es para nosotros. Ese camino que se abre en nuestros pueblos y ciudades cada vez que procesionamos, como familia misionera, adorando al Señor en el Sacramento de la Eucaristía, y aprendiendo de su entrega para alumbrar la nuestra.
"Acogemos también la verdad, con valentía, sin componendas, sin falsas apariencias"
Cuando vivimos y caminamos como Cristo, eucarísticamente, emprendemos el camino más seguro, el que se hace incluyendo a todos, el camino sinodal, eclesial, fundado en la caridad, la solidaridad, el perdón, la libertad, la justicia y la misericordia. Acogemos también la verdad, con valentía, sin componendas, sin falsas apariencias, sin indiferencias, sin imposiciones, liberados de engaños y decepciones. Brindamos, en fin, la vida, para que otros la tengan en abundancia; vida que llena el corazón, que defiende y cuida al ser humano y a toda la Creación, sobre todo a quienes han perdido demasiado, hasta la esperanza, y les faltan ganas de vivir.
Por extraño que nos parezca no poder vivirlo como otras veces, sin procesionar por las calles, este es el Corpus que se nos invita a vivir este año: no podemos renunciar a recrear, también ahora, “el caminar de Cristo”. Nuestras búsquedas, actitudes, palabras y obras deben llenarse del amor que nos ha sido revelado en Cristo, a quien contemplamos y adoramos como camino, verdad y vida. Por el caminar de Cristo llegaremos, con una nube de amigos y hermanos, donde todo ser humano anhela: al Reino de Dios. Que nuestra andadura –por Cristo, con Él y en Él–, sea pregón y procesión, patria y horizonte, camino y término de vida eterna.