Los participantes de la Asamblea Sinodal celebrar la misa en el Altar de la Cátedra de San Pedro Aguiar: “Afrontar con esperanza los que critican y obstaculizan aplicar la vida sinodal en nuestras comunidades”

Misa de la Asamblea Sinodal
Misa de la Asamblea Sinodal

“Qué tanto estamos comprometidos en vivir y promover la Sinodalidad en nuestros propios ámbitos de responsabilidad eclesial y social”

“Alentar a los miembros de nuestras comunidades, que, ante las habituales dificultades, como buenos discípulos, no desmayen en el camino”

La celebración eucarística en el Altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro, donde se han hecho presentes los participantes de la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, ha constituido un paso más en el desarrollo de las actividades, marcadas en estos días por la reflexión en torno a los Lugares.

Cardenal Aguiar

Desorden egoísta causa malas acciones

Una misa presidida por uno de los presidentes delegados del Sínodo, el arzobispo de Ciudad de México, cardenal Carlos Aguiar. En la homilía comenzó recordando la indicación de San Pablo a los Gálatas, a quienes dice que “el desorden egoísta del hombre es la causa de las malas acciones”, Ante esa realidad cuestionó cómo superar esa tendencia, a lo que respondió que eso se consigue “aprendiendo a dejarnos conducir por el Espíritu Santo; para lo cual el camino es conocer a Jesucristo, y asumir como buen discípulo, su testimonio de vida y sus enseñanzas”.

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Según el cardenal mexicano, “de esa manera obtendremos los frutos del Espíritu Santo: el amor, la alegría, la paz, la generosidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí mismo”. En ese camino, prosiguió, “sin duda alguna, obtendremos como Jesús lo expresa en el Evangelio, la libertad para intervenir y corregir a los desviados, desorientados, o pretenciosos, que se ostentan como modelo de los demás, o exigentes de cargas que ellos no cumplen”.

Comprometidos en vivir y promover la sinodalidad

Para Aguiar, “es oportuno ante esta Palabra de Dios, fortalecer nuestra confianza en la ayuda divina para afrontar con esperanza las distintas presencias y conductas, que tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, critican y obstaculizan aplicar la vida sinodal en nuestras comunidades eclesiales”. Una dinámica que debe llevar a interrogarnos, “qué tanto estamos comprometidos en vivir y promover la Sinodalidad en nuestros propios ámbitos de responsabilidad eclesial y social”.

Algo en lo que influyen “nuestras expectativas condicionadas por los propios contextos sociales y eclesiales”. Ante ello, llamó a “recordar en nuestra habitual oración, que ciertamente no nos faltará la asistencia del Espíritu Santo para promover nuestras específicas tareas, en camino y práctica sinodal”. Y junto con ello, actuar coherentemente, pues así “obtendremos los frutos del Espíritu Santo, percibiendo mediante nuestro cumplimiento, la intervención divina, que nos sorprenderá frecuentemente, al lograr mucho más de lo que humanamente esperábamos”.

Misa 16 oct

Alentar para que nadie desmaye en el camino

“Dicha experiencia espiritual, de constatar la asistencia divina en la cotidianidad de nuestras responsabilidades, nos capacitará para reconocer los beneficios del Espíritu Santo en los demás, y para alentar a los miembros de nuestras comunidades, que, ante las habituales dificultades, como buenos discípulos, no desmayen en el camino”, subrayó el arzobispo de Ciudad de México.

Un actuar con el que “obtendremos la libertad espiritual para intervenir mediante la corrección fraterna, solidaria y sincera a nuestros prójimos necesitados de ayuda”, con el que “nos desarrollaremos como personas confiadas en el Señor Jesús, que sabemos evitar guiarnos por mundanos criterios, y seremos dichosos, no lo dudemos, como un árbol plantado junto al río de la gracia, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita”.

Texto íntegro de la homilía del cardenal Aguiar

“Dichoso, quien confía en el Señor.” 

Con esta frase acabamos de responder a la Palabra de Dios, a la que San Pablo en la primera lectura  de la carta a los gálatas indica, que el desorden egoísta del hombre es la causa de las malas  acciones; pero, ¿cómo superar esa tendencia? Aprendiendo a dejarnos conducir por el Espíritu  Santo; para lo cual el camino es conocer a Jesucristo, y asumir como buen discípulo, su testimonio  de vida y sus enseñanzas. 

De esa manera obtendremos los frutos del Espíritu Santo: el amor, la alegría, la paz, la  generosidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí mismo. 

En ese camino, sin duda alguna, obtendremos como Jesús lo expresa en el Evangelio, la libertad  para intervenir y corregir a los desviados, desorientados, o pretenciosos, que se ostentan como  modelo de los demás, o exigentes de cargas que ellos no cumplen. 

Es oportuno ante esta Palabra de Dios, fortalecer nuestra confianza en la ayuda divina para afrontar  con esperanza las distintas presencias y conductas, que tanto dentro de la Iglesia como fuera de  ella, critican y obstaculizan aplicar la vida sinodal en nuestras comunidades eclesiales. 

Considero que es oportuno interrogarnos, que tanto estamos comprometidos en vivir y  promover la Sinodalidad en nuestros propios ámbitos de responsabilidad eclesial y social. 

Seguramente tendremos nuestras expectativas condicionadas por los propios contextos sociales y  eclesiales; pero debemos recordar en nuestra habitual oración, que ciertamente no nos faltará la  asistencia del Espíritu Santo para promover nuestras específicas tareas, en camino y práctica  sinodal. 

No lo dudemos hermanos, actuemos coherentemente, y obtendremos los frutos del Espíritu  Santo, percibiendo mediante nuestro cumplimiento, la intervención divina, que nos  sorprenderá frecuentemente, al lograr mucho más de lo que humanamente esperábamos.

Dicha experiencia espiritual, de constatar la asistencia divina en la cotidianidad de nuestras  responsabilidades, nos capacitará para reconocer los beneficios del Espíritu Santo en los demás, y  para alentar a los miembros de nuestras comunidades, que ante las habituales dificultades, como  buenos discípulos, no desmayen en el camino. 

Así también obtendremos la libertad espiritual para intervenir mediante la corrección fraterna,  solidaria y sincera a nuestros prójimos necesitados de ayuda. 

De esta manera nos desarrollaremos como personas confiadas en el Señor Jesús, que sabemos  evitar guiarnos por mundanos criterios, y seremos dichosos, no lo dudemos, como un árbol  plantado junto al río de la gracia, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. 

Les deseo a todos, que experimentemos la alegría y la dicha de confiar siempre en el Señor  Jesús, Camino, Verdad y Vida. ¡Que así sea! 

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