Asimilar en dos días el resultado del trabajo de nueve años, nacido del encargo de los participantes del conclave que eligió al cardenal Bergoglio como nuevo Obispo de Roma, cuando le encomendaron la Reforma de la Curia y, en consecuencia, de la Iglesia, no es tarea fácil.

Un encuentro que ha levantado ríos de tinta y montones de especulaciones, pero que no va más allá de una puesta en común, que ayude a llevar adelante, lo recogido en la última Constitución Apostólica del Papa Francisco, un hombre con gran capacidad para encauzar procesos duraderos y afianzarlos, evitando posibles vueltas atrás.

No ha sido fácil el caminar de la humanidad y de la Iglesia en los últimos años, marcados por una pandemia que impidió muchas posibilidades de encuentro. Por eso, estos dos días, a los que se sumó la ceremonia del día 27 en la que el Papa Francisco entregó el capelo cardenalicio a 20 nuevos purpurados, 16 de ellos electores, ha sido una oportunidad de encuentro para un Colegio en el que muchos cardenales no se conocen.

Eso es reconocido por varios de los presentes, entre ellos el Cardenal Cristóbal López Romero, creado cardenal en el consistorio que precedió la abertura del Sínodo para la Amazonía, realizado el 5 de octubre de 2019. El arzobispo de Rabat ha resaltado que “para mí ha sido un descubrimiento encontrarme con tantos cardenales con los que no había tenido contacto”.

Que la reforma penetre en la vida de la Iglesia

Desde su experiencia personal, ha destacado la buena sintonía experimentada en los trabajos en grupo, donde “hemos podido compartir muy fraternalmente, apropiarnos un poco de lo que es este documento, la Praedicate Evangelium y detectar algunos puntos de los cuales se necesitan clarificaciones y que presentan desafíos para su aplicación”.

Esa aplicación, no solo en la Curia, sino en todos los niveles de Iglesia, es uno de los desafíos, aunque no estaría equivocado quien lo considera el gran reto de la última Constitución Apostólica del Papa Bergoglio. Que la Reforma penetre realmente en la vida de la Iglesia supone desmontar una realidad eclesial marcada por un clericalismo que algunos casos podemos decir que se ha fosilizado.

Sobre esta cuestión reflexionaba alguien que está ducho en el ambiente curial, el cardenal brasileño João Braz de Aviz, que forma parte del aparato curial desde los primeros días de 2011, en que el Papa Benedicto XVI le nombró prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. En sus palabras dejaba ver una de las cuestiones abordadas en relación con la Praedicate Evangelium fue “la cuestión de aprender bien lo que es el poder del gobierno”. En ese sentido, decía que tener poder no significa “ser gente de poder, sino gente que vive la fraternidad”.

Anunciar el Evangelio con todos sus valores

En su opinión, la renovación que se está viviendo en la Iglesia, y que está claramente recogida en la Constitución estudiada por los cardenales tiene un sentido evangélico. Junto a esto, el Cardenal Braz de Aviz resalta la fuerte llamada ahora a la misionariedad, también de la Curia Romana, un elemento que considera muy interesante, una opinión a tener en cuenta dada su larga trayectoria en la Curia.

Por eso, hace un llamado a descubrir la importancia de “tener aquí un espíritu de quien está dispuesto a anunciar el Evangelio con todos sus valores”. Junto con eso, ha destacad que “ha crecido entre nosotros un clima de diálogo más sereno, menos tenso, incluso en temas más delicados”, como el ya referido del poder de gobierno. Un clima de normalidad dentro del Colegio Cardenalicio que considera muy bueno y le lleva a tener mucha esperanza. La misma esperanza que sin duda mueve al Papa Francisco y a tantos bautizados y bautizadas que ven el futuro de la Iglesia desde todas las posibilidades que genera la Praedicate Evangelium.

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