Una Iglesia que escucha, también a las mujeres y a los pueblos originarios Conferencia Eclesial de la Amazonía: ¿el final de una Iglesia episcopal?
La Conferencia Eclesial de la Amazonía, uno de los nuevos caminos nacidos del proceso sinodal, es una oportunidad para soñar con una Iglesia Pueblo de Dios, nacida de la común vocación bautismal
La Iglesia quiere dejar claro que no tiene miedo de sentarse, escuchar, dialogar, discernir y actuar. Es una Iglesia en la que el caminar juntos se ha convertido en modo de vida
Caminar juntos enriquece, una Iglesia sinodal nos fortalece, hace más visible al Dios trinitario y más creíble a una institución donde el sacramento más importante es el bautismo
Caminar juntos enriquece, una Iglesia sinodal nos fortalece, hace más visible al Dios trinitario y más creíble a una institución donde el sacramento más importante es el bautismo
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
Francisco quiere reformar la Iglesia, no solo en su apariencia, también, y sobretodo, en su esencia. El camino que ha elegido para esa reforma es el de la sinodalidad, algo que no es nuevo, pero que durante décadas se guardó en el cajón. Bueno, a veces se sacaba a relucir, pero sin poner las manos en la masa, se la aireaba un poco y se la volvía a guardar.
Sin embargo, en los últimos años, desde que se convocó el Sínodo para la Amazonía, pero sobretodo desde que comenzó su proceso de escucha, la Iglesia quiere dejar claro que no tiene miedo de sentarse, escuchar, dialogar, discernir y actuar. Es una Iglesia en la que el caminar juntos se ha convertido en modo de vida, en la que todos se sientan a la misma mesa y exponen aquello que está presente en su día a día, pero también en la vida de la humanidad, especialmente de quienes siempre han sido puestos del lado de fuera de la historia.
El nacimiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía supone, desde mi punto de vista, un momento histórico que puede determinar decisivamente el futuro de la Iglesia. Me atrevo a decir que en unos años éste será el modo de ser Iglesia, algunos me puede tomar por loco, pero lo escrito, escrito está. No será un camino fácil, las resistencias, fruto de la lucha por el poder, van a estar ahí, pero lo veo como algo de Dios, y si es de Dios, ya lo dijo Gamaliel muy al principio de la historia de la Iglesia, irá adelante.
El Documento Final del Sínodo para la Amazonía proponía la creación de un organismo episcopal, pero Francisco, que no da puntada sin hilo, ha querido dar una vuelta de tuerca a más, sugiriendo que en vez de ser solo episcopal, fuese eclesial. Con ello no se ha querido expulsar a los obispos, ni mucho menos, se les quiere ayudar con visiones diferentes para un mejor discernimiento. En este caso, las voces femeninas y del territorio vienen a sumarse y aportar a la dimensión pastoral y teológica, más presentes entre aquellos que desempeña el ministerio episcopal.
Nadie que tenga un coeficiente de inteligencia razonable se niega a escuchar y conocer las diferentes posturas, a dialogar con los otros, aunque no piensen igual. Es la forma en que podemos emprender un camino en común, de vivir la sinodalidad, una necesidad cada vez más urgente en una sociedad polarizada que necesita testimonios de gente que se esfuerza por entenderse, por ir construyendo la unidad en la diversidad. Cuando uno va entendiendo lo que hay detrás de cada realidad, de cada postura, va discerniendo, y tal vez entendiendo que esa postura, que antes pensaba que era equivocada, es el camino a seguir.
Es verdad que la Conferencia Eclesial de la Amazonía es algo que está todavía en fase embrionaria, pero los pasos ya están siendo dados, los estatutos están siendo elaborados y no debe pasar mucho tiempo para que, después de discutidos, sean aprobados por quien sugirió esta novedad. Una vez que esto suceda, estaremos ante una nueva forma de ser Iglesia, aprobada el sucesor de Pedro, por Francisco, el peregrino de las periferias.
No podemos olvidar que esto es algo que nace de la periferia, de una región y una Iglesia tradicionalmente marginales, donde se llegaba para expoliar recursos y “civilizar y convertir a los indios”. Ahora es esa realidad periférica la que viene a iluminar al centro, son los pueblos originarios quienes se sientan en la misma mesa que los cardenales de la Curia para iluminarles con sus cosmovisiones y decir lo que esperan de una Iglesia que se ha declarado formalmente su aliada.
Caminar juntos enriquece, una Iglesia sinodal nos fortalece, hace más visible al Dios trinitario y más creíble a una institución donde el sacramento más importante es el bautismo. El resto es concreción de las diferentes vocaciones, y ninguna es de antemano superior a las otras. Por eso podemos decir que el Espíritu habla a través de todos, no solamente de quienes tienen el munus episcopal. En ningún ámbito, pero todavía más en la Iglesia, nadie debería tener el derecho de hablar si no está dispuesto a escuchar, a todos, también al que piensa diferente, al que vive su ser cristiano de otra forma.
En Querida Amazonía, Francisco nos invita a soñar, no como algo utópico, sino como un elemento que ayuda a construir el futuro, a transformar en realidad lo que un día estaba presente solo en el mundo de las ideas. La Conferencia Eclesial de la Amazonía, uno de los nuevos caminos nacidos del proceso sinodal, es una oportunidad para soñar con una Iglesia Pueblo de Dios, nacida de la común vocación bautismal, inspiradora de las primeras comunidades, sustentada teológica y pastoralmente en el último Concilio y tejida por muchas manos, con mucho mimo, en los años que vienen por la frente.