La secretaria general de la CLAR habla sobre la Etapa Continental del Sínodo Daniela Cannavina: Sinodalidad, “del mero escuchar a poder consensuar líneas y horizontes”
"Cuando la Vida Religiosa se reunió por vocación en el último día, es increíble como ahí comienza siempre el diálogo a gestar hacia dónde tenemos que caminar hoy, cuáles son esas nuevas ventanas que hay que abrir que nos direccionan hacia otro modo de ser Vida Religiosa"
"Lo que compete a la Vida Religiosa es un cambio que compete a la estructura. Pensarnos sinodalmente es pensarnos también evaluando nuestros modelos de estructuras, revisitando los consejos evangélicos"
"La conversación espiritual nos lleva a unir esos sentipensares, pensamientos e ideas realmente de renovación y de cambio, pero hay que encontrar espacios"
"Hay muchas mujeres en lugares decisionales, y eso es bueno, pero no es suficiente y tiene que tener esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo"
"La conversación espiritual nos lleva a unir esos sentipensares, pensamientos e ideas realmente de renovación y de cambio, pero hay que encontrar espacios"
"Hay muchas mujeres en lugares decisionales, y eso es bueno, pero no es suficiente y tiene que tener esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
La Etapa Continental del Sínodo 2021-2024 ha hecho percibir “el sentido de un cuerpo, de discernimiento conjunto, de esa escucha discerniente”, que lleva a pasar “del mero escuchar a poder consensuar líneas y horizontes”, afirma la Hna. Daniela Cannavina, participante de dos asambleas regionales.
Un proceso sinodal del que ha participado la Vida Religiosa de América Latina y el Caribe, buscando “esas nuevas ventanas que hay que abrir que nos direccionan hacia otro modo de ser Vida Religiosa, paralelamente a como se habla de otro modo de ser Iglesia”, según la secretaria general de la CLAR, que ve la necesidad de un cambio en la estructura, ayudando así a “aprender a construir con otros”, y junto con eso a “unir el discurso con la práctica”
Una Vida Religiosa que ve en la conversación espiritual una ayuda y una práctica para las dinámicas internas de la vida comunitaria, suspendiendo los juicios y “tratar de hacer una comprensión apreciativa de lo que yo escucho en el otro, que puede movilizar también mis propios intereses”. Todo eso en un proceso sinodal llamado a impulsar que la mujer tenga “esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo”.
Se está clausurando la Etapa Continental del Sínodo, una novedad en la historia de los sínodos, ¿cómo se ha vivido eso en América Latina y el Caribe?
En América Latina y el Caribe se vivió como un proceso, un proceso realmente sinodal, marcado por grandes etapas, creo que esta fase última, la continental, nos hizo percibir, por le presencia en ella de las diversas realidades y pueblos, el sentido de cuerpo, de discernimiento conjunto, de esa escucha discerniente como estamos hablando ahora, que hace un salto cualitativo, del mero escuchar a poder consensuar líneas y horizontes.
Por la escucha que una ha tenido de las personas que participaron ha sido una etapa muy rica, y que dejó mucha impresión buena, especialmente en lo que respecta a la conversación espiritual como tal, que es lo que estamos evaluando ahora.
Una participación destacada de la Vida Religiosa. ¿Qué es lo que supone para la Vida Religiosa esta sinodalidad, y sobre todo para la Vida Religiosa femenina, este poder dialogar, exponer posturas dentro de una Iglesia tradicionalmente patriarcal?
La CLAR ha hecho un proceso, no quiero decir paralelo, pero ha estado también reuniendo a sus 22 conferencias para escuchar el aporte directo de la Vida Religiosa. Sabemos que la CLAR es sinodal desde los inicios, no podemos pensar las mujeres por un lado, varones por otro. Pero no obstante, ha sido una experiencia realmente muy rica porque hemos logrado poner sobre la mesa inquietudes y la necesidad de que algo tiene que hacer clic en la Vida Religiosa, especialmente buscar los procesos de renovación, de cambio, y aquellos que puedan favorecer de algún modo un cambio de una estructura que nos está impidiendo ser una Vida Religiosa más acorde a los tiempos.
Eso lo hemos elevado, a la luz del horizonte inspirador de la CLAR, a la Secretaría del Sínodo como un aporte de la Vida Religiosa del continente. En las diversas asambleas hubo participación, pero con un porcentaje limitado porque había que tener en cuenta el total de los asambleístas, pero cuando la Vida Religiosa se reunió por vocación en el último día, es increíble como ahí comienza siempre el diálogo a gestar hacia dónde tenemos que caminar hoy, cuáles son esas nuevas ventanas que hay que abrir que nos direccionan hacia otro modo de ser Vida Religiosa, paralelamente a como se habla de otro modo de ser Iglesia.
Ciertamente que eso es a veces bastante dificultoso en los contextos comunitarios, dialogar ese aspecto, porque no todos estamos en la misma dinámica, alineados en el mismo pensamiento, que no debería serlo, por cierto, pero la Vida Religiosa está buscando, y lo hace a través de algunos miembros e integrantes que sienten que este es el tiempo y tenemos que ayudarnos a dar una nueva luz.
¿Y cuáles son esas nuevas ventanas que tiene que abrir la Vida Religiosa y la Iglesia en América Latina?
Lo que compete a la Vida Religiosa es un cambio que compete a la estructura. Pensarnos sinodalmente es pensarnos también evaluando nuestros modelos de estructuras, revisitando los consejos evangélicos. Hay un estilo de obediencia que a veces es lo que causa más como una cierta, no sé si la palabra es represión, pero que no habilita lo mejor del otro, y la Vida Religiosa necesita espacios donde poder dar lo mejor de sí, donde aprender a construir con otros, donde poner palabra, cosa que a veces las iniciativas son direccionadas de los equipos de gobierno, entonces no encuentran cauces donde poder sumar y poner palabra.
Cosa que este proceso de la conversación espiritual que estamos viviendo como experiencia, realmente muy importante, y por lo que he escuchado, muchas religiosas dicen esto que bueno aplicarlo en nuestros propios contextos, comunidades de referencia, porque va haciendo ese traspaso circular de lo que yo pueda expresar libremente a un compartir con otros hasta llegar a una resolución más de cuerpo. Todos estamos buscando nuevos horizontes, sabemos que tenemos que renovarnos, que tenemos que responder de otro modo a la realidad actual.
Donde estamos encontrando la mayor debilidad es en como dar respuesta a los cómo. Entonces, desde la CLAR estamos tratando a través de diversas propuestas formativas y de las comisiones que tenemos llegar a verificar de qué modo podemos dar respuestas a esas preguntas cruciales que nos están habitando a todos. Y también cómo unir el discurso con la práctica, porque cuando la Vida Religiosa se reúne, hay un discurso de deseo de novedad y de cambio, pero cuando hay que balarlo a la práctica es donde encontramos que volvemos a repetir más de lo mismo y que no hacemos un avance cualitativo.
En una sociedad cada vez más individualista, las relaciones comunitarias, y eso es algo propio de la Vida Religiosa, son cada más complicadas. Habla de llevar a la Vida Religiosa esa conversación espiritual, ¿Podría mejorar la vida del día a día de las comunidades religiosas esa conversación espiritual y aprender a respetar y entender que siendo diferentes se puede caminar juntos, se puede caminar sinodalmente?
Sí, la verdad es que me estoy convenciendo, porque la conversación espiritual no es una práctica muy abrazada por la Vida Religiosa, al margen de quienes tienen la espiritualidad ignaciana como base, y sinceramente, por lo que uno va escuchando, como que nos ayudaría muchísimo a destrabar las problemáticas comunitarias, que es donde más de hace agua en la Vida Religiosa, por cierto, y habilita la palabra. Hay mucha gente que está sumida en un silencio, que no sabe cómo expresarse, que se siente cohibida, que no tiene un lugar donde expresar sus propios sentimientos.
La conversación espiritual nos lleva a unir esos sentipensares, pensamientos e ideas realmente de renovación y de cambio, pero hay que encontrar espacios. Y creo que sería muy propicio, como un método que abrace la Vida Consagrada para poder hacer ese ejercicio espiralado, donde yo me pueda expresar, pueda confrontarme con el otro y podamos llegar juntos a algo que se pueda ver como un futuro posible.
Habla de la espiritualidad Ignacia, algo que tiene prácticamente cinco siglos. ¿Podríamos decir que el primer Papa jesuita ha conseguido que esa espiritualidad ignaciana y los modos más propios de la Vida Religiosa, sean asimilados por toda la Iglesia?
Cada uno da de lo que tiene. Francisco ofrece ese método, pero todas las espiritualidades tenemos un modo de aplicar un discernimiento, de reunirnos, de dialogar. Lo que hace este método justamente es como suspender los juicios, como que uno pueda expresarse de lleno libremente, y eso es lo que se necesita hoy. Es aplicable, es mejorable, quizás sea también integrado a otros estilos, sea pulido en el tiempo, pero es como una columna vertebral que va dando luz a un modelo de discernimiento necesario para este tiempo.
¿Escuchar sin condenar podemos decir que es el punto clave de esa conversación espiritual?
Es parte de la conversación espiritual, pero suspender los juicios es muy importante, porque estamos muy acostumbrados a entablar un diálogo, a entrar en discusiones, y a veces, en vez de provocar disensos terminamos realmente sumando más conflictos y hasta dividiéndonos en diversas posturas. Aquí el hecho de suspender los juicios y tratar de hacer una comprensión apreciativa de lo que yo escucho en el otro, que puede movilizar también mis propios intereses, mi modo de abordar cierto tema, parece que es muy importante.
Uno de los temas que más está apareciendo en las asambleas en América Latina y el Caribe es que las mujeres tengan voz y vez, que puedan participar abiertamente de los procesos de decisión. ¿Este Sínodo va a conseguir dar ese paso?
Es lo que esperamos, porque ya en el Sínodo para la Amazonía se instaló el tema, el Papa al final del Sínodo nos miró a todas las mujeres sentadas juntas y nos dijo les recojo el guante, voy a comenzar a abrir un nuevo grupo para analizar el tema de los ministerios, el diaconado femenino, pero los tiempos van siendo bastante lentos, por cierto, y como es un tema bien recurrente, está en todas las asambleas, en todos los encuentros, en todos los documentos, inclusive en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, realmente es un clamor expreso y ya se necesitan ciertas respuestas.
Hay muchas mujeres en lugares decisionales, y eso es bueno, pero no es suficiente y tiene que tener esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo.