Una oración a María que conoce "nuestros cansancios y heridas" Francisco pide la mirada misericordiosa de María por “la familia humana que ha preferido Caín a Abel”
“Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, al ver a tantos de tus hijos abatidos por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo”
“Confiaste en Dios y respondiste a la preocupación con la solicitud, al miedo con el amor, a la angustia con la donación”
“Enjuga las lágrimas de los niños, asiste a los que están solos y son ancianos, sostiene a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza”
“Enjuga las lágrimas de los niños, asiste a los que están solos y son ancianos, sostiene a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza”
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
Una hora de oración para pedir la Paz en el mundo en un día en que el Papa Francisco llamó al ayuno, oración y penitencia. La Basílica de San Pedro ha acogido este momento en el que la Iglesia católica, con la presidencia del sucesor de Pedro, empeñado en ser artesano de paz, que junto con otras iglesias, dado que son varios los delegados fraternos presentes en la Asamblea Sinodal, ha pedido con el rezo del Rosario la intercesión de María, la Madre, que “conoce nuestros cansancios y nuestras heridas”.
La angustia de la guerra
A María, Francisco se ha dirigido diciéndola “Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, al ver a tantos de tus hijos abatidos por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo”, relatando así situaciones que son vividas en tantos lugares del Planeta y en los últimos días de modo especial en Tierra Santa.
“En esta hora de oscuridad, nos sumergimos en tus ojos luminosos y nos confiamos a tu corazón, que es sensible a nuestros problemas y que tampoco estuvo exento de inquietudes y temores”, ha sido la oración elevada a quien es Madre, recordando las preocupaciones vividas cuando no había lugar para Jesús en el albergue, en la huida a Egipto, cuando Jesús se perdió en el templo. Momentos de prueba en los que Francisco ha destacado su valentía y audacia, “confiaste en Dios y respondiste a la preocupación con la solicitud, al miedo con el amor, a la angustia con la donación”.
En los momentos decisivos no retrocedió
De María, el Papa ha dicho que es aquella que en los momentos decisivos no retrocedió, tomó la iniciativa, como reflejan diversos pasajes evangélicos, siendo “mujer humilde y fuerte”, tejedora de esperanza en medio del dolor. A ella la ha pedido, que tome “una vez más la iniciativa en favor nuestro, en estos tiempos azotados por los conflictos y devastados por las armas”. Que vuelva “tus ojos misericordiosos a la familia humana que ha extraviado el camino de la paz, que ha preferido Caín a Abel y que, perdiendo el sentido de la fraternidad, no recupera el calor del hogar. Intercede por nuestro mundo en peligro y en confusión”.
En medio de tanto conflicto el pontífice la ha pedido que nos enseñe “a acoger y a cuidar la vida —¡toda vida humana! — y a repudiar la locura de la guerra, que siembra muerte y elimina el futuro”. Reconociendo haber permanecido sordos a sus llamadas, sabiendo que “nos amas, no te cansas de nosotros”, la ha suplicado: “Tómanos de la mano, guíanos a la conversión, haz que volvamos a poner a Dios en el centro. Ayúdanos a mantener la unidad en la Iglesia y a ser artífices de comunión en el mundo. Recuérdanos la importancia de nuestro papel, haz que nos sintamos responsables por la paz, llamados a rezar y a adorar, a interceder y a reparar por todo el género humano”.
Corazones atrapados por el odio
Afirmando que ella nos lleva a Jesús, que es nuestra paz, recurriendo a su Corazón inmaculado, el Papa la ha implorado misericordia y suplicado paz. Para ello, la ha dicho: “mueve los corazones de quienes están atrapados por el odio, convierte a quienes alimentan y fomentan conflictos. Enjuga las lágrimas de los niños, asiste a los que están solos y son ancianos, sostiene a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza”.
A María, Reina de la Paz, Francisco la ha entregado y consagrado, “cada fibra de nuestro ser, lo que tenemos y lo que somos, para siempre”. La ha consagrado la Iglesia para que “sea signo de concordia e instrumento de paz”, y el mundo, especialmente los países y las regiones en guerra. Y la ha pedido “resquicios de luz en la noche de los conflictos”, y que inspire caminos de paz a los responsables de las naciones. Que reconcilie “a tus hijos, seducidos por el mal, cegados por el poder y el odio”, que acorte “nuestras brechas de separación”, que nos enseñe “a hacernos cargo de los demás”, y “testigos de su consolación”, que derrame “en los corazones la armonía de Dios”.
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