Entrevista con el coordinador de la Comisión preparatoria de la Asamblea Sinodal Giacomo Costa: En este Sínodo, “no son sólo los obispos, sino el pueblo de Dios que es sujeto de la Iglesia”
"El diálogo entre iglesias con la Iglesia universal, eso es algo bastante nuevo, que Roma no tome sólo las opiniones y organice su Sínodo, sino que el recorrido se hace hablando, discutiendo, confrontando"
"La conversación espiritual ayudó por un lado a una escucha que no es una discusión o una charla en la que cada uno habla de lo que quiere. Es un discernimiento, es un intentar escuchar las experiencias y como el Espíritu habla a las personas en la Iglesia y ahí ver juntos los pasos"
"Los obispos validan esas conversaciones y reconocen que esto es una ayuda muy importante que no disminuye su ministerio como obispos, sino que lo enriquece, lo profundiza y hace que las decisiones que se toman sean el fruto de reflexiones de diferentes partes"
"Habrá una proposición para los participantes del Sínodo para prepararse juntos y no llegar como si nada en octubre en Roma. Hay que preparar las formaciones, encuentros, momentos para compartir, y el grupo va a ayudar mucho en esto"
"Los obispos validan esas conversaciones y reconocen que esto es una ayuda muy importante que no disminuye su ministerio como obispos, sino que lo enriquece, lo profundiza y hace que las decisiones que se toman sean el fruto de reflexiones de diferentes partes"
"Habrá una proposición para los participantes del Sínodo para prepararse juntos y no llegar como si nada en octubre en Roma. Hay que preparar las formaciones, encuentros, momentos para compartir, y el grupo va a ayudar mucho en esto"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
Un Sínodo del pueblo de Dios, de toda la Iglesia en el que “los sujetos, los actores, no son sólo los obispos, sino el pueblo de Dios que es sujeto de la Iglesia”, afirma el Padre Giacomo Costa. El coordinador de la Comisión Preparatoria de la Asamblea Sinodal, nombrado la semana pasada por el Papa Francisco, analiza los pasos dados hasta ahora en el proceso sinodal.
En ese sentido, el jesuita italiano destaca la importancia del “diálogo entre iglesias con la Iglesia universal”, abriendo caminos para “que Roma no tome sólo las opiniones y organice su Sínodo, sino que el recorrido se hace hablando, discutiendo, confrontando”, algo que se ha llevado a cabo en la Etapa Continental, de diferentes modos, algo que ayuda en este caminar.
En este proceso sinodal destaca la importancia de la Conversación Espiritual que ayuda “a una escucha que no es una discusión o una charla en la que cada uno habla de lo que quiere”, y junto con eso a “pasar de las opiniones a un modo de sentir compartido”. Un método que seguirá en las sucesivas etapas del proceso sinodal, en las que continuará participando todo el pueblo de Dios, integrando «la dimensión de oración y de celebración en el proceso, y también la formación, el acompañamiento antes y después de la sesión”.
Podríamos decir que la Iglesia católica está viviendo por primera vez un Sínodo del pueblo de Dios. El Papa ha cambiado el nombre y ya no es Sínodo de los Obispos, y en la amplia consulta realizada ha participado en gran número la totalidad del pueblo de Dios. ¿Qué representa eso en la historia de la Iglesia?
Ese es un paso bastante importante, que se está haciendo también con pasitos a partir del Sínodo de la Familia. Allí quedó claro que no se podría hablar de familia sin escuchar a las familias, no se podía pensar solamente a partir de 300 obispos encerrados un mes en el Vaticano, hablando sobre la familia sin escuchar a la familia. Entonces se empezó a consultar con este cuestionario, pero ahora, poco a poco, nos damos cuenta de que esta no es una parte previa, preparatoria, sino estructural.
Se abre este Sínodo que es el Sínodo de toda la Iglesia, del pueblo de Dios que participa. Los sujetos, los actores, no son sólo los obispos, sino el pueblo de Dios que es sujeto de la Iglesia. En esto tenemos que aprender también como articular el papel de discernimiento de los obispos, pero en una asamblea que es un recorrido que pone en movimiento a toda la Iglesia.
Una novedad en este Sínodo es la llamada Etapa Continental, que en América Latina y el Caribe se ha llevado a cabo durante un tiempo prolongado, con más de un mes escuchando al pueblo de Dios en las asambleas regionales desde sus diferentes realidades, culturas y modo de vivir la fe. ¿Cómo esa ampliación de la escucha puede ayudar en el discurrir del Sínodo?
Dos cosas interesantes se pueden decir, la primera es el diálogo entre iglesias con la Iglesia universal, eso es algo bastante nuevo, que Roma no tome sólo las opiniones y organice su Sínodo, sino que el recorrido se hace hablando, discutiendo, confrontando. En la Etapa Continental, desde el Documento para la Etapa Continental, con lo que salió de toda la Iglesia, volver a lo que la perspectiva continental subraya o pone en cuestión a partir de lo que se ha hecho. Eso es un diálogo, es la primera cosa importante.
La segunda es que cada continente ha hecho una cosa distinta, son cosas muy distintas, y eso es muy interesante porque uno de los frutos de reflexionar como iglesias locales es cómo pueden expresar sus culturas, sus maneras, sus intuiciones y ser una comunidad dentro de una comunidad de comunidades que es toda la Iglesia. Esto también requiere que aprendamos como hacerlo, como aplicar de manera ajustada para hoy esta relación entre iglesias locales e Iglesia Universal, respetando y apreciando también que cada uno lo haga de una manera distinta, como lo que se hizo aquí con los cuatro encuentros y ahora redactando el Documento.
Otros hicieron sólo un gran encuentro de todos los países, pero cada uno tuvo su especificidad, que ayuda a percibir cómo es bueno no encerrar a todos en cosas hechas, sino dejar que se exprese cada uno en la manera que está más adaptada a su realidad.
En América Latina fue muy interesante y valorado las comunidades para el discernimiento, donde en un mismo grupo estaban obispos, cardenales, presbíteros, representantes de la Vida Religiosa y del Laicado, ¿Cómo eso puede ayudar al caminar de la Iglesia y como la conversación espiritual, según alguien que como jesuita la conoce, puede ser un método a ser seguido en el futuro?
Es muy importante esa experiencia, que no se pudo hacer de la misma manera en todos los continentes, pero es muy importante escuchar como pueblo de Dios, que quiere decir obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas. El pueblo de Dios no está de una parte y los obispos de la otra, y esta capacidad de hablar juntos es fundamental para recomprender un modo de ser y caminar como Iglesia. Ese es un punto teológico de la experiencia que tuvimos y la consulta al pueblo de Dios, todos y todas incluidos.
La conversación espiritual ayudó por un lado a una escucha que no es una discusión o una charla en la que cada uno habla de lo que quiere. Es un discernimiento, es un intentar escuchar las experiencias y como el Espíritu habla a las personas en la Iglesia y ahí ver juntos los pasos. Tiene una dimensión espiritual muy profunda. Por otro lado, pasar de las opiniones singulares hasta un sentir común de todo el grupo y después de todos los grupos y de la Iglesia en conjunto.
Tenemos un individualismo que a veces en estos encuentros se hace muy evidente, que cada uno quiere hacer y decir sus cosas, y ya está. El método de la conversación espiritual ayuda con las resonancias a profundizar poco a poco, también para pasar de las opiniones a un modo de sentir compartido. Eso es algo que alegró a quienes lo experimentaron. En todo el mundo fue muy interesante el que se encuentre un estilo, un modo de escuchar, dialogar, de discernir y abre posibilidades como esta de estar juntos de distintos ministerios y vocaciones, pero cada uno contribuir desde una visión de la Iglesia.
Al final, los obispos validan esas conversaciones y reconocen que esto es una ayuda muy importante que no disminuye su ministerio como obispos, sino que lo enriquece, lo profundiza y hace que las decisiones que se toman sean el fruto de reflexiones de diferentes partes.
El proceso sinodal sigue y la semana pasada el Papa Francisco nombró la Comisión Preparatoria de la Asamblea Sinodal, que, por primera vez, aunque sabemos que en el Sínodo para la Familia hubo dos asambleas, se ha determinado que haya una asamblea en dos momentos. Como coordinador de esta Comisión, ¿cuáles son los desafíos que deben ser enfrentados?
La Comisión es una comisión de servicio para integrar las distintas dimensiones que hay que preparar en ese recorrido en el cual la experiencia es mucho más importante que los documentos. Eso ya lo vimos hasta ahora, hay muchos frutos que pueden ser desarrollados en la Iglesias locales sin esperar al Sínodo, a los sínodos. Este es un único Sínodo en dos etapas, pero entre las dos etapas se hará también el trabajo de las iglesias locales y continentales, que tendrán que trabajar en este diálogo entre los distintos niveles de la Iglesia.
Lo que tenemos como tarea del grupo es ayudar a integrar todas las dimensiones, en este proceso de ayudar a la Secretaría en eso, no sólo de preparar documentos, sino de ayudar a integrar la dimensión de oración y de celebración en el proceso, y también la formación, el acompañamiento antes y después de la sesión. Habrá una proposición para los participantes del Sínodo para prepararse juntos y no llegar como si nada en octubre en Roma. Hay que preparar las formaciones, encuentros, momentos para compartir, y el grupo va a ayudar mucho en esto.
¿Se espera que en ese grupo que participará de la Asamblea haya presencia no sólo de obispos, sino de otras categorías y ministerios del pueblo de Dios?
Claro, el Papa dijo que esto es lo que quiere y vamos a ver como esto va a ser propuesto oficialmente para la Secretaría del Sínodo.