Misa al Espíritu Santo de la Asamblea Sinodal Grech: Escuchar al Espíritu para que “la conclusión de esta asamblea sinodal no será el fin de algo, sino un nuevo comienzo”

Cardenal Grech preside la misa al Espíritu Santo en la Asamblea Sinodal
Cardenal Grech preside la misa al Espíritu Santo en la Asamblea Sinodal

“Jesús rechaza dividir y, en cambio, nos invita a buscar la comunión, ya que identifica en la avaricia y el afán de posesión la raíz de la división”

“¿Qué hacer ahora? ¿Qué hacer con los abundantes frutos que hemos recogido a lo largo de estos años?”

Riesgo “de acaparar lo que hemos recogido, los dones de Dios, sin reinvertirlos, sin vivirlos como dones recibidos que ahora debemos devolver a la Iglesia y al mundo”

En la recta final de los trabajos de la Asamblea Sinodal, los participantes de este camino han celebrado una misa votiva al Espíritu Santo, presidida por el secretario del Sínodo, el cardenal Mario Grech. Una asamblea que “recoge los frutos de un largo recorrido iniciado en octubre de 2021”.

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No caer en la avaricia

En sus palabras de este lunes 21 de octubre, el cardenal maltés ha reflexionado sobre cómo “recoger” sin caer en la avaricia, algo que “puede referirse no sólo a sólo a los bienes materiales, sino al bien y a la belleza que Jesús nos confía en este Sínodo”. Analizando el texto dijo que, para Jesús, “la herencia se divida, sino que se mantenga intacta mediante una gestión compartida”. Eso porque “Jesús rechaza dividir y, en cambio, nos invita a buscar la comunión, ya que identifica en la avaricia y el afán de posesión la raíz de la división”.

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Siguiendo aquello en lo que tanto insiste el Papa, Grech afirmó que “Jesús rechaza toda lógica de partidismo y división al buscar la comunión entre hermanos”, llamando a los miembros de la Asamblea a descubrir “cómo prepararnos en estos días para recoger los frutos de nuestro camino sinodal y de nuestra asamblea, sin dividirnos, sino buscando la comunión”.

Un camino rico en frutos

El presidente de la celebración fue analizando la parábola, haciendo un paralelismo con la asamblea, con los “frutos abundantes” descubiertos, relatando como señal de alegría “los signos de vitalidad en cada fase del camino sinodal, empezando por la escucha que caracterizó particularmente la primera fase y que implicó a todas nuestras comunidades”. Desde ahí insistió en que “nuestro camino ha sido rico en frutos: nos ha ayudado a ver los dones que hoy florecen en el pueblo de Dios, sin ocultar nuestras fragilidades y heridas. Pero como discípulos del Resucitado hemos sido capaces de reconocer que es precisamente en nuestra debilidad donde se manifiesta la fuerza de Dios”.

En paralelo con la falta de donde guardar los frutos que aparece en el texto, cuestionó: “¿qué hacer ahora? ¿Qué hacer con los abundantes frutos que hemos recogido a lo largo de estos años?”, afirmando la posibilidad de no disponer “de los medios adecuados para custodiar los dones que hemos descubierto”, pero también de caer en la tentación de que “ahora ya no hay nada más que hacer, sólo hay que disfrutar de los frutos recibidos”, de querer vivir de las rentas, de pensar que el fruto cosechado es el punto final.

No acaparar lo recogido

A los participantes de la asamblea les advirtió del riesgo “de acaparar lo que hemos recogido, los dones de Dios, sin reinvertirlos, sin vivirlos como dones recibidos que ahora debemos devolver a la Iglesia y al mundo”. Junto con eso, resaltó que no “podemos contentarnos sin buscar nuevos caminos para que nuestra cosecha se multiplique aún más”, de “correr el riesgo de quedarnos encerrados en nuestros límites conocidos, sin seguir ensanchando el espacio de nuestra tienda”, dado que “la comprensión de las verdades y las opciones pastorales continúan, se consolidan con los años, se desarrollan con el tiempo, se profundizan con la edad”.

Para continuar el camino, llamó a “mantenernos lejos de la codicia, del deseo de quedarnos con todo, de poseer, de acaparar, de definir, de cerrar. Debemos superar la tentación de creer que los frutos que hemos recogido son obra nuestra y nuestra posesión”, llamando a “recibirlo todo como un don de Dios”. Frente a ello, “el camino a seguir es el del Espíritu de Dios. Porque sólo el Espíritu Santo puede permitirnos permanecer abiertos a la novedad de Dios”.

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No escucharse solo a si mismo

Según el secretario del Sínodo, “el hombre de la parábola sólo se escucha a sí mismo”, frente a lo que llamó a, individualmente y en comunidad, como en un Pentecostés continuo, “dialogar con el Espíritu Santo, dejarnos iluminar por él, esperando ese desbordamiento que es señal de su intervención”. Eso porque “si solo nos escuchamos a nosotros mismos, si nos cerramos sobre nosotros mismos, viviremos de rentas, sin esperanza. Poco a poco, lo que hemos recogido comenzará a desaparecer sin ser reemplazado por las novedades que el Señor seguirá enviándonos”.

Por otro lado, “si, en cambio, escuchamos la voz del Espíritu, seremos capaces de identificar nuevos caminos”, haciendo que “la conclusión de esta asamblea sinodal no será el fin de algo, sino un nuevo comienzo”, en un camino confiado a María, para con ella “escuchar la voz del Espíritu Santo y vivir en la libertad del Espíritu”.

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