Comentario al Evangelio del VII Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “Jesús revela al Padre, pero revela a este Padre que es Padre misericordioso”

Mons. Oscar Ojea
Mons. Oscar Ojea

“Cuando tenemos que escuchar amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen. Recen por aquellos que les hacen mal, que los tratan mal, entonces ahí todo se complica”

“El camino del cristiano será convertir el corazón para poder bendecir, amar, rezar, hacer el bien justamente con aquellos que no nos son afines”

Comentando el texto del Evangelio del capítulo sexto del Evangelio de San Lucas, el obispo emérito de San Isidro, Oscar Ojea, destacó que “Jesús sube a la montaña para orar y allí elige a los discípulos, pero no se queda en la montaña, baja a la llanura como queriendo decirles tienen que estar en contacto con la multitud, tienen que estar en contacto con su pueblo”.

Evangelio

Imperativos fundamentales

Recordando que dejaron la montaña, recordó que “allí pronuncia las bienaventuranzas y luego estos imperativos que son fundamentales en la doctrina de Jesús”. Según Ojea, “si analizamos los verbos son extraordinarios. Los verbos dicen: amen, hagan el bien, bendigan, recen. Estas son cosas propias de un hombre religioso. Es como decir: sean buenos, y lo entendemos enseguida, sobre todo para ejercitarnos con la gente que nos rodea y que es más afín a nosotros”. Frente a eso, hizo ver que, “cuando tenemos que escuchar amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen. Recen por aquellos que les hacen mal, que los tratan mal, entonces ahí todo se complica”.

“¿Por qué este imperativo de Jesús?”, cuestionó el obispo, respondiendo que: “porque la doctrina de Jesús nos llama a ser como el Padre: ‘Sean misericordiosos como mi Padre es misericordioso’”, subrayando que así van a culminar estos imperativos. “Jesús revela al Padre, pero revela a este Padre que es Padre misericordioso, que perdona al hijo pródigo, que perdona a todos porque para él no hay enemigos, para Dios Padre solo hay hijos”, afirmó el obispo.

Convertir el corazón para bendecir

Entonces, continuó, “el camino del cristiano será convertir el corazón para poder bendecir, amar, rezar, hacer el bien justamente con aquellos que no nos son afines, que son distintos, que tienen educaciones distintas, raíces distintas, costumbres distintas, pensamientos distintos, sensibilidades distintas”, subrayando que “esto es lo que más nos cuesta”. Analizando la realidad reconoció que “vivimos un momento de polarizaciones, nos ha invadido como una especie de patología de la indiferencia. Estamos viviendo un clima de violencia que ni siquiera nos permite pensar, no nos permite pensar a qué se debe que el otro haya tenido esta reacción, por qué tiene este pensamiento, por qué tiene esta actitud. No nos damos el tiempo para ponernos en el lugar del otro”.

Citando el texto del Evangelio: “Traten a los demás como ustedes quieren ser tratados”, Ojea afirmó que “este precepto, este mandamiento es una clave de sabiduría con cada uno de los hermanos, con tantas diversidades, con tantos mundos diferentes. Tenemos que procurar tratarlos y cuando digo tratarlos digo, cuando hablamos de ellos, cuando experimentamos y sentimos y pensamos en lo interior acerca de ellos, tenemos que hacerlo como nos gustaría a nosotros que ellos pensaran sobre nosotros y nos trataran a nosotros”.

Salir de este clima de violencia

El obispo argentino invitó a pedir al Señor que “nos dé la clave para poder salir de este clima de violencia intransigente que nos ha invadido, para poder ser fieles al Evangelio. Miremos que esto es clave en el Evangelio”. Desde ahí recalcó que “si nosotros no entramos en estos imperativos estamos lejos de Cristo el Señor”. Eso porque “el cristianismo no es ni para una raza, ni para una casta, ni para un grupo de elegidos. El cristianismo es para todos. La sangre de Cristo que tiene un valor infinito se derrama para todos, para todos los seres humanos”.

Desde ahí pidió “que nosotros podamos desarrollar esta actitud interior profunda que está oculta detrás de estos verbos utilizados por Jesús, de estos imperativos, para poder ser felices, para poder de verdad hacer el bien de verdad, rezar de verdad y amar de verdad”.

Volver arriba