Comisión contra la trata de la CNBB visita la frontera entre Brasil y Venezuela Pacaraima, la frontera donde la Iglesia ensancha su tienda cada día
Conocer una realidad que contiene muchas realidades oscuras, situaciones de sufrimiento que muchas veces no aparecen, pero suceden, provocando angustia en personas que llevan a cuestas historias de una vida herida
Las condiciones en las que se encontraban las mujeres, que sufrían diversas formas de maltrato, explotación y trata de seres humanos, llevaron a las Hermanas, sin recursos ni ayuda, a embarcarse en una verdadera aventura
Ante el tráfico de seres humanos, "la indiferencia de la sociedad, incluida la Iglesia, en varias regiones"
"Esta misión nos enriquece de conocimiento para poder argumentar a la sociedad lo que sabemos"
Ante el tráfico de seres humanos, "la indiferencia de la sociedad, incluida la Iglesia, en varias regiones"
"Esta misión nos enriquece de conocimiento para poder argumentar a la sociedad lo que sabemos"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
Pacaraima, una pequeña ciudad en la frontera de Brasil con Venezuela, solía ser un lugar desconocido que saltó a los titulares con el inicio de la migración venezolana. El rostro de la población ha cambiado, en diez años se ha duplicado, y hoy el 50% son venezolanos. Pacariama es un lugar donde la Iglesia ensancha cada día su tienda, convirtiéndose en casa de acogida, pero al mismo tiempo es un lugar donde se dan diversas formas de explotación, con episodios que son claros ejemplos de las dificultades a las que se enfrentan los migrantes en muchos lugares del planeta.
Una realidad de sufrimiento y esperanza
La misión que la Comisión Episcopal Especial para la Trata de Personas de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) realiza en Roraima, con visitas a Guyana y Venezuela, permite conocer una realidad que contiene muchas realidades oscuras, situaciones de sufrimiento que muchas veces no aparecen, pero suceden, provocando angustia en personas que llevan a cuestas historias de una vida herida.
En Pacaraima, ciudad marcada por las filas y la gente deambulando por las calles, la acogida corre a cargo de los poderes públicos, principalmente el ejército brasileño, organizaciones internacionales y diversas instituciones, entre ellas la Iglesia católica. Hay varios refugios para distintos grupos, como indígenas, mujeres con niños, familias y ancianos. El refugio de los pueblos indígenas acoge a cinco pueblos diferentes que han llegado de Venezuela huyendo del hambre, la violencia, la minería ilegal y muchas otras situaciones adversas. Esas comunidades indígenas quieren establecerse en Brasil, para que los diferentes pueblos puedan rehacer sus vidas.
La Iglesia acompaña a los migrantes
La Casa San José, una casa de acogida para mujeres y niños, fue creada en 2020 por las Hermanas de San José de Chambery. Las condiciones en las que se encontraban las mujeres, que sufrían diversas formas de maltrato, explotación y trata de seres humanos, llevaron a las Hermanas, sin recursos ni ayuda, a embarcarse en una verdadera aventura. Poco a poco fue llegando la ayuda, primero de la Operação Acolhida (Operación Acogida) del gobierno brasileño, que aún hoy proporciona alimentos, y después de muchas personas de distintas partes de Brasil y del mundo, sensibilizadas tras el asalto al refugio en 2021. Fue una época de "mucho sacrificio, mucho llanto", dice entre lágrimas la religiosa que coordina el espacio, junto con voluntarias venezolanas, que conocen mejor la cultura de las mujeres que llegan allí. Actualmente, el paso por la casa es más rápido, de un mes como máximo; al principio, algunas mujeres se quedaban hasta seis meses porque no tenían adónde ir.
Las Hermanas de San José de Chambery también acompañan a la primera asociación de migrantes venezolanos en Brasil en el negocio de la panadería, la Panadería San José, un sueño de tener pan en cada mesa, de llevar pan a las comunidades más necesitadas y alejadas de Pacaraima. Un sueño que comenzó en el salón parroquial y donde, después de dos años, siete personas trabajan y tienen su propio espacio de servicio, ayudando a los venezolanos que pasan la frontera todos los días. Crear esta asociación no fue fácil, pero el apoyo de la diócesis de Roraima hizo posible su legalización.
Otros dos proyectos gestionados por la Iglesia Católica son el Proyecto Puerta Abierta, con capacidad para 50 personas, que suelen quedarse durante quince días, acogiendo a los que esperan para trasladarse a Brasil. Ofrece desayuno, comida y cena, y desde noviembre de 2023 han pasado por allí más de 120 familias. También hay unproyecto con ancianos, que ofrece diversas actividades para la tercera edad durante el día, ambos coordinados por el padre Jesús Fernández de Bobadilla.
Indiferencia ante la emigración y el tráfico de personas
En esta misión participa el obispo de Picos y miembro de la comisión, Mons. Plinio José Luz da Silva, quien denuncia, ante el tráfico de seres humanos, "la indiferencia de la sociedad, incluida la Iglesia, en varias regiones". Frente a ello, el obispo afirma que se trata de "algo que está oculto, pero que existe, y necesita ser considerado y combatido". Es un tema que, cuando se habla de él, "no tiene ninguna repercusión, la gente no quiere discutirlo, no quiere entrar en los hechos". Señala que en la propia CNBB no se habla de este asunto, incluso se enteró de la existencia de la comisión ahora que le han invitado a formar parte de ella, "pero desconocía el trabajo que se estaba haciendo", destacando "el desconocimiento y por tanto la falta de interés" en el tema.
Ante esta realidad, "veo la necesidad de darlo a conocer para evitarlo". Así como otras realidades que tienen que ver con los pobres y la injusticia social son debatidas por las Pastorales Sociales, el obispo de Picos insiste en la necesidad de divulgación, a través de los folletos de la CNBB para las diversas campañas, y así contar la realidad, como es el caso de Roraima, donde "las personas son vulnerables ante la migración, las personas están privadas de todos los recursos", lo que hace que las organizaciones criminales encuentren la oportunidad de utilizar a los migrantes como mercancía.
Mons. Plinio subraya la necesidad de que la comisión conozca la realidad para poder hacer frente a los atentados contra la vida, a esta lacra contra la vida de las víctimas. Dice que "esta misión nos enriquece de conocimiento para poder argumentar a la sociedad lo que sabemos", lo que exige que la comisión esté "permanentemente en esta investigación", para dar a conocer los hechos en los medios de comunicación, lo que considera fundamental, "la gente necesita saber lo que está pasando y poder identificar en su realidad local casos que están ocultos".
Siempre en defensa de la vida
Como Iglesia, "necesitamos defender la vida, desde su concepción hasta su fin último", como misión de la Iglesia, según el obispo. Subraya que "esta vida, está realmente envuelta en la realidad", afirmando que "el mayor sufrimiento de la gente es generado por una sociedad de la indiferencia, la división de valores, la falta de oportunidades para vivir con dignidad, especialmente los más pobres, los más vulnerables, que son los primeros en sentir este impacto". Denuncia iniciativas dentro de la Iglesia católica que "prácticamente excluyen de su misión esta parte de mirar a la persona en su totalidad, en su dignidad".
El obispo subraya que "hay situaciones en las que la sola mención de la palabra pobre ya es discriminada por grupos religiosos que hacen su trabajo de manera intimista", algo que aparece en el lenguaje que lleva a las personas a pedir "para mí, para mi familia, no hay lugar para la fraternidad, para la solidaridad". Ante esto, considera que la Campaña de la Fraternidad es "un ejemplo positivo de que la Iglesia se preocupa realmente por la persona en su conjunto, especialmente en estos momentos en los que es vulnerable en sus derechos, en su dignidad".
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