Cuenta la historia de la curación de la enferma en el contexto de Jesús yendo a devolver la vida a la hija de Jairo. Decimotercer domingo de la vida ordinaria: Mc 5, 21-43. La profecía que restaura la vida y nos sana
"En cierto modo, representaba el judaísmo de élite, que había alcanzado su apogeo (doce años) pero estaba agotado, como muerto".
"Esto no significa en absoluto que la misión no deba ir más allá de la propia cultura. Al contrario, tiene que extenderse hacia fuera y hacia los de fuera".
"Jesús no lo hace. Simplemente da una orden y la niña revive".
"Jesús no lo hace. Simplemente da una orden y la niña revive".
| Marcelo Barros.
El mundo actual está dominado por la desigualdad social y una organización política que margina y excluye a millones de personas de los derechos fundamentales a la vida, la seguridad y la dignidad humana. En este contexto, es bueno escuchar el Evangelio de Marcos 5,21-43 en este 13º domingo del año. Este texto nos cuenta que Jesús va a resucitar a una niña que ha muerto y, mientras va de camino, cura a una mujer que sufría hemorragias y había acudido a varios médicos sin curarse.
En el texto inmediatamente anterior a éste, el evangelio de Marcos nos dice que Jesús había sido expulsado por los habitantes de Gerasa de su territorio, es decir, de la otra orilla del lago que representa la misión de Jesús hacia los forasteros (hacia los extranjeros). Por eso, según Marcos, tuvo que volver al lado judío (5, 21). Esto no significa en absoluto que la misión no deba ir más allá de la propia cultura. Al contrario, tiene que extenderse hacia fuera y hacia los de fuera. Con estas escenas que nos revela el Evangelio de hoy, queda claro que la base del compromiso más profundo es restaurar la vida y curar. Así, el fundamento de la misión de servir a la vida se extiende desde lo más cercano a lo más lejano.
Según el Evangelio, Jesús vuelve a su país y allí atiende dos casos de personas en riesgo de muerte: una niña de 12 años y una mujer que sufría hemorragias desde hacía doce años. Las dos personas curadas parecen simbolizar dos situaciones de las mujeres en la sociedad de Jesús. La niña de doce años era hija del jefe de la sinagoga. En cierto modo, representaba el judaísmo de élite, que había alcanzado su apogeo (doce años) pero estaba agotado, como muerto. Para la sociedad judía de la época, Jairo era una persona socialmente importante que había sido presidente de la sinagoga. Mientras los habitantes de Gerasa habían ordenado a Jesús que abandonara su territorio, Jairo se dirige a Jesús y le pide que vaya a su casa y cure a su hija enferma y luego muerta.
Jesús va. En el camino para devolver la vida a este personaje simbólico, la hija del jefe de la sinagoga, se encuentra una mujer que representa el judaísmo popular, marginado y víctima de todo tipo de discriminaciones. Este evangelio parece dar más importancia no al hombre, el ilustre judío que era Jairo, sino a la pobre mujer, considerada impura y pecadora. Marcos combina las dos historias como si fueran una sola. Cuenta la historia de la curación de la enferma en el contexto de Jesús yendo a devolver la vida a la hija de Jairo. En primer lugar, Jesús cura a las personas que se sienten marginadas. La mujer se sentía tan marginada que tuvo que acercarse a Jesús casi a hurtadillas.
Según la ley judía, una mujer que perdía sangre era considerada impura y pecadora. Vivía marginada (Lev 15,19-30). Ella lo toca y siente que una fuerza sale de él. Él llama a la mujer al centro de la escena. Le habla y la llama "hija". Para el Evangelio, esta mujer enferma es el símbolo de toda mujer que debe liberarse del peso de la impureza legal, social y religiosa. La religión que parece muerta cobra vida y vitalidad al abrirse a la profecía del reino divino que trae Jesús.
Un teólogo negro de África comenta: "Hoy en día, todavía hay situaciones en las que se margina a las personas que son negras, drogadictas u homosexuales. Muchos seropositivos viven escondidos, porque la sociedad los condenaría. En el Evangelio, Jesús llama a la mujer marginada y la sitúa en el centro de la escena evangélica. Es curada y recupera su dignidad. Tenemos que ver en esto algo más que tolerancia y compasión. Tenemos que afirmar la aceptación radical de todas las personas consideradas los últimos de la sociedad. Necesitamos ponerlos en el primer lugar en el cuerpo de Cristo, que es la comunidad".
El acto por el que Jesús devuelve la vida a la niña se cuenta desde algunas tradiciones bíblicas, como las que narran la historia de Elías devolviendo la vida al hijo de la viuda de Sarepta (1 Reyes 17). Elías lo hace todo como si fuera un ritual. Jesús no lo hace. Simplemente da una orden y la niña revive.
La profecía del Evangelio tiene que ser una profecía de curación y restauración social para las personas. La buena nueva del reino de Dios no puede limitarse a la esfera espiritual. Restaurar la vida y la salud es tarea de todos. Que podamos vincular esta preocupación fundamental con el anuncio del Evangelio y con nuestra práctica eclesial. Sobre todo, la celebración de la cena de Jesús debe tener este efecto terapéutico y renovador.