Concluyó VII Congreso Internacional de liturgia y pastoral en Medellín Lizardo Estrada: "La Liturgia nos impulsa a vivir una espiritualidad encarnada"
Plantear la urgencia de la espiritualidad litúrgica en la vida de la Iglesia y sus desafíos pastorales, fue el objetivo del VII Congreso Internacional de Liturgia y pastoral que se desarrolló en Medellín. Evento al que acudieron 500 personas de diferentes países del continente
“La espiritualidad litúrgica nos recuerda que la vida en Cristo no se limita al ámbito interior, sino que se traduce en acciones concretas en el ámbito político, entendido como la búsqueda del bien común”
“En la liturgia encontramos una fuente de inspiración, motivación y fortaleza para comprometernos con la construcción de un mundo más justo y equitativo”
“En la liturgia encontramos una fuente de inspiración, motivación y fortaleza para comprometernos con la construcción de un mundo más justo y equitativo”
El aporte de los Padres de la Iglesia a la espiritualidad litúrgica y los desafíos pastorales que le plantea la realidad, fueron los temas con los que concluyó el VII Congreso Internacional de liturgia y pastoral en Medellín – Colombia.
Jornada que además de contar con la presencia de Ana Cristina Villa y Mons. Lizardo Estrada como invitados centrales, permitió a los asistentes participar en tres mesas de trabajo orientadas a los aportes que se han hecho a la espiritualidad litúrgica desde diferentes ámbitos, como la patrología, la sagrada escritura y la fe laical. En su intervención, el secretario general del Celam mencionó diferentes autores que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han abordado el tema de los desafíos pastorales en la espiritualidad litúrgica.
Tomando como punto de partida la idea según la cual la liturgia es la tierra de cultivo de la denominada “vida en el Espíritu”, el prelado recordó que, para cumplir con sus objetivos, la liturgia no puede prescindir de prácticas pastorales que enriquecen la misión de la Iglesia y están arraigadas en la cultura de América Latina y el Caribe. Entre ellas nombró la catequesis, la tradición espiritual de las diferentes escuelas, la oración personal, la contemplación, la disciplina interior, la mística, la piedad popular y el compromiso social.
Necesidades latentes
Para Estrada, el paso de la historia y las formas que el ser humano emplea para configurar su experiencia de fe, le plantean diversos retos a la espiritualidad litúrgica, frente a los que debe responder con actitudes sencillas pero determinantes a la hora de generar un verdadero impacto en la vida de los creyentes.
Entre ellas habló de la necesidad de dedicar más tiempo al pueblo de Dios, avanzar en la recuperación de aspectos fundamentales en el ministerio ordenado y la conciencia de confiar verdaderas responsabilidades a los laicos, adhiriendo sin reparos a la propuesta de construir una Iglesia sinodal y superando cualquier intento de mantener la falsa idea de ser los únicos poseedores de la razón. Es decir, esforzarse en superar cualquier asomo de una actitud que pueda ser expresión de clericalismo.
En esta línea el obispo auxiliar de Cusco recordó, entre otros a Josep María Soler reconocido abad de Monserrat, cuyos artículos se refieren a la liturgia como fuente de vida espiritual, frente a lo que señaló que la liturgia está en el trasfondo de la espiritualidad cristiana y no hay oposición entre ellas.
La espiritualidad litúrgica “no está a merced de la subjetividad, el emotivismo o el individualismo por eso, la liturgia es nuestra primera y fundamental escuela, ya sea desde los mártires del siglo I, los monjes cartujos, las órdenes mendicantes y los hombres de nuestro siglo, aunque la vivan de diferente manera”.
Fue así como el obispo peruano explicó que la liturgia y la oración personal constituyen una oportunidad para la contemplación. La liturgia debe alimentarse de la Palabra proclamada, los sacramentos y los textos litúrgicos. Aquí la invitación es a “dejar de lado la improvisación para que el hombre descubra la belleza de Dios en la liturgia”, indicó.
Misioneros del amor
Desafíos que de acuerdo con el planteamiento del secretario general del Celam, confluyen en un mismo punto, el compromiso cristiano con el otro, el compromiso social.
Al respecto Estrada asegura que la liturgia, lejos de ser un acto aislado o meramente espiritual, se convierte en un pilar fundamental para la acción social de la Iglesia. “En ella, encontramos la fuente de inspiración, motivación y fortaleza para comprometernos con la construcción de un mundo más justo y equitativo”, comentó.
La liturgia ofrece un espacio privilegiado para la formación integral de los agentes pastorales, incluyendo los sacerdotes, religiosos y laicos. “A través de la reflexión profunda sobre las lecturas bíblicas, los sacramentos y las celebraciones litúrgicas, este proceso se nutre de una espiritualidad sólida y comprometida con la promoción de la justicia, la democracia, los derechos humanos, las economías solidarias y el cuidado de la casa común”.
Así invitó a reconocer que la espiritualidad ha de ser encarnada y tangible en el compromiso con las realidades sociales más urgentes. “La caridad es inherente a la experiencia litúrgica, nos impulsa a ser misioneros del amor y la justicia, llevando la luz de Cristo a los rincones más necesitados del mundo”, agregó.
Fe y acción social
Para el prelado la espiritualidad litúrgica nos permite reconocer la presencia de Dios en medio del mundo. “La Liturgia nos impulsa a acompañar a las comunidades más vulnerables en sus luchas por la justicia social, la defensa de sus derechos y la construcción de un mundo más justo y equitativo, rompiendo la falsa dicotomía entre la fe y la acción social”.
Ante esta realidad no puede entenderse la liturgia solo como un espacio de celebración, sino como un motor de transformación social. “La celebración litúrgica nos renueva en la fe y nos motiva a transformar el mundo a través del amor, la justicia y la solidaridad”.
De ahí la importancia de fortalecer la formación de los agentes pastorales, para que dentro de sus competencias esté el firme deseo de acompañar a las comunidades vulnerables y promover una espiritualidad encarnada. “La liturgia se convierte por tanto en un instrumento poderoso para la construcción de un mundo más fraterno y sostenible”.
Finalmente, Estrada exhortó a complementar la espiritualidad litúrgica con acciones concretas, como la denuncia de las injusticias, la promoción de políticas públicas justas y la participación en la construcción de una sociedad más humana que asume la Eucaristía, como el momento por excelencia para ser pan partido para los demás, compartiendo nuestro tiempo, talentos y recursos con aquellos que más lo necesitan.