Después de más un año de trabajo sabemos realmente… ¿De qué se trata el Sínodo? fue la pregunta que formuló Monseñor Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo al iniciar la conferencia virtual sobre Formación en la Sinodalidad.
Una actividad académica organizada por los formadores del Seminario San Carlos y San Marcelo de la arquidiócesis peruana de Trujillo, de la cual es arzobispo Monseñor Miguel Cabrejos, presidente del Celam y que por estos días celebran con alegría los 397 años de fundación del centro formativo.
Al dirigirse a los seminaristas Monseñor Luis Marín de San Martín, recordó que en los inicios del proceso era recurrente la relación entre el término Sínodo y la instancia que congrega a los obispos, confusión que motivó diversas acciones para explicar que el Sínodo debe entenderse como una elección para los cristianos, cuyo objetivo no es la reestructuración de la Iglesia, ni el método escogido para elevar los niveles de eficacia pastoral, mucho menos un encuentro sociológico para el intercambio de saberes. “En realidad, ya estamos viviendo el sínodo,” afirmó. Se trata de hacer una opción cristiana por la coherencia, teniendo presente que no hay sinodalidad si no se vive la eclesialidad.
Un proceso que invita a escuchar al Espíritu Santoque inspira e ilumina de forma inclusiva y participativa. Para ello, el prelado indicó que es necesario comprender que no se trata de un proceso defensivo, por el contrario, es un camino en el que todos pueden participar porque, «somos la respuesta de Dios en este momento de la historia,» y es algo que no puede ocurrir solo desde el contexto individual, sino desde lo comunitario, es decir, desde la Iglesia. “La coherencia con Cristo nos impulsa a la misión y no a la autocontemplación,” agregó.
Los obstáculos
El proceso sinodal no ha estado exento de obstáculos y Monseñor Marín advierte que pueden presentarse los personales como los miedos y egoísmos de los cristianos que se manifiestan en el hábito de no escuchar, el no discernir la voz de Dios, el lanzarse a dar opiniones para mostrar planes ideológicos que en el fondo solo intentan convencer a los demás, tomando el nombre de Dios como herramienta.
“Vamos a escuchar a ver que nos dice el Espíritu,” afirma Monseñor Marín al tiempo que invita a superar el deseo de hacer política o la tentación de criticar desde fuera sin haber participado, sin dejarse interpelar por el llamado a la misión. “Debemos estar atentos a escuchar para buscar consensos, porque la Iglesia no está para hacer imposiciones” y debe evitarse la ansiedad por el poder, porque “el verdadero criterio no es el poder sino el servicio”. “El sínodo no quiere destruir la Iglesia, sino todo lo contrario. Yo amo apasionadamente a la Iglesia y quiero ayudarla y servirla con todas mis fuerzas. El objetivo es vivir de forma coherente nuestra fe. Por eso resulta muy triste que a veces vendamos ideología y no Evangelio. De ahí la importancia de apelar al discernimiento comunitario, que debe ser siempre en el Espíritu Santo”.
Las luces
Así como se han presentado dificultades en el camino sinodal también están los aspectos positivos, las luces que brillan dentro del proceso entre los que se destaca la notable participación de los laicos. Un entusiasmo que permite constatar el surgimiento de la corresponsabilidad efectiva de los creyentes, esa necesidad de implicarse en el proceso renovador de la Iglesia que también debe traducirse en la toma de decisiones desde los diferentes niveles.
Frente al momento que vive a Iglesia Monseñor Luis Marín habló de la importancia de formarse en la sinodalidad y con una formación de estilo sinodal, en donde el corazón esté abierto a la conversión, se viva en humildad, con la suficiente disponibilidad para el amor, entendiendo que quienes se hallan en los márgenes representan un lugar teológico por el cual vale la pena trabajar, entregar.
Esta formación, desde la opinión del prelado, debe fundamentarse en el Evangelio, la aceptación y valoración de la riqueza eclesial; redescubriendo el valor de la Eucaristía. En realidad, afirma Monseñor Marín, es el Señor quien llama a la puerta y espera una respuesta de nosotros desde la perspectiva espiritual. Abierta a la acción del Espíritu Santo, considerándolo como el dador de vida. Así -agrega- la oración dejará de vivirse como un evento para constituirse en un ámbito de conexión con Dios. Desde luego, este proceso nos llevará a hacer un discernimiento verdadero, capaz de cumplir la voluntad de Dios para el ahora.
Ante esta necesidad de formación en la sinodalidad y de forma sinodal, Monseñor Luis Marín propuso algunas claves formativas que superan la trinchera individual para valorar la riqueza del hogar, abandonando la condición de privilegio de laicos y consagrados, se trata de bajarse del pedestal para entregarse a la comunión.
Las propuestas
En este sentido el obispo español asegura que será necesario formar en la opción por Cristo, partiendo de la experiencia del resucitado, adoptando la dimensión eclesial y el carácter comunitario que brota del Bautismo, dispuestos a vivir la apertura y la integración, respetando y valorando la diversidad.
Una formación en la humildad y el servicio para que la corresponsabilidad sea un ejercicio propio del ministerio, donde la actitud de la escucha sea fundamental, así como el diálogo para el discernimiento de la realidad. Una formación en el conocimiento del mundo y las exigencias evangelizadoras.
Dentro de las propuestas para la profundización teológica que acompañarían este tipo de formación en la sinodalidad, Monseñor Luis Marín insiste en caracterizar este tipo de formación en la sinodalidad para que se relacione con temas como la eclesiología del pueblo de Dios, la eclesiología de comunión, la perspectiva ecuménica, el diálogo interreligioso e intercultural y la vivencia de los sacramentos; así como la evangelización y la misión compartida.
Lo más importante advierte Monseñor Marín es que se viva a plenitud el carisma y la vocación individual, tranzándose como horizonte de felicidad, la santidad que se mantiene fuera de las élites y asumiendo con creatividad las estructuras sinodales.
Para cerrar su conferencia Monseñor Luis Marín, mencionó las características de la fase continental del Sínodo y exhortó a los jóvenes a participar en el proceso por cuanto representan el presente y el futuro de la Iglesia. Su invitación a los jóvenes fue a enamorarse de Cristo, a experimentar su presencia viva, con disponibilidad y confianza, rompiendo el círculo del egoísmo en la propia vida. «Sean generosos, no tengan miedo, no busquen seguridades sino las que nos da Cristo. Sean acogedores e inclusivos, no repartan condenas, no excluyan a nadie, sean comunidad de amor. Comprométanse de verdad, no como personas domesticadas y acomodaticias, sino desde la radicalidad del Evangelio. Sean creativos; mejor que repetir ideas y conceptos, procuren ofrecer el testimonio de la propia vida. Recorran con entusiasmo el camino del Evangelio, impulsados por el Espíritu Santo, que renueva y da vida. Otro mundo es posible: cámbienlo desde Cristo. No se conformen, no se resignen, vivan este tiempo de gracia, sin angustias, sin temores, con emoción, con alegría».