Confiar... Si tú me das la mano
A lo largo de nuestra vida, seguro que tenemos a alguien que sabemos que siempre va a estar a nuestro lado, nos dará su mano, nos ayudará en las dificultades y estará en tantas alegrías. A veces el tesoro más preciado está más cerca de lo que pensamos. Dios está ahí junto a nosotros, en nuestro caminar y espera que le demos la mano para vivir todo desde Él
| Gemma Morató / Hna. Ana Isabel Pérez
Cuántas veces hemos tenido la oportunidad de dar la mano a un niño pequeño y notamos esa fuerza con la que te agarra, porque confía en que no le dejarás, se fía y es ahí desde la confianza que somos capaces de avanzar.
A lo largo de nuestra vida, seguro que tenemos a alguien que sabemos que siempre va a estar a nuestro lado, nos dará su mano, nos ayudará en las dificultades y estará en tantas alegrías. A veces el tesoro más preciado está más cerca de lo que pensamos. Dios está ahí junto a nosotros, en nuestro caminar y espera que le demos la mano para vivir todo desde Él, que confiemos en su gracia que actúa en nosotros cuanto más dirigimos nuestros pasos hacia Él, cuanto más disponibles estamos a escuchar su Palabra y que ésta se encarne en nuestra vida en todo lo que vivimos. Busquemos el silencio interior para acoger a quien nos habla, nos ama, nos da la paz que permanece.
Pongamos hoy un poco más nuestra vida en sus manos, con más confianza, alegría, esperanza, aceptando que Él la guía y cuando nos pide algo que incluso nos puede costar, siempre es para nuestro crecimiento, siempre da la fuerza para responderle. “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5)
“Si tú me das la mano,
caminaré incansable
por los largos caminos
donde quieras llevarme.
Pero siempre contigo…
yo seguiré tus pasos,
yo subiré mil montes
y saltaré por mares
de oleaje encrespado.
¿Qué importa que haya nubes?
Caminaré deprisa
con los ojos cerrados
aunque el viento me azote,
aunque la noche oscura
quiera perder mis pasos.
Pero siempre contigo,
Si tú me das la mano…
Te seguirse anhelante
con los brazos abiertos
por valles y barrancos;
subiré esa montaña
porque sé que en la cumbre,
allá arriba, muy alto,
hay un volcán de amores que a mí
me está esperando…(Himno)