Covid-19... Lo urgente, ¿lo era?
Y ahora parece como si poco a poco fuéramos despertando, pero ¿retomaremos cuanto dejamos como si no hubiese ocurrido nada? ¿o de verdad el virus nos ha dejado una cicatriz profunda en nuestro corazón y en nuestra alma para vivir de otro modo?
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Llevamos casi tres meses, una cuarta parte del año, que nos ha llevado a restar importancia a una palabra o una actitud que hasta ahora regía buena parte de nuestras vidas y hemos constatado cómo nos atenazaba.
Muchos aspectos o trabajos los habíamos convertido en “urgentes”, y lo eran tanto que les debíamos toda la atención de la que éramos capaces, y se permitían colocarse en primera línea, apartando otros temas, desdibujando realidades o borrando el sentido de cuanto era más habitual.
Aquello era urgente.
Y dejó de serlo.
De repente tuvimos más tiempo para reorganizar nuestra propia escala de urgencias, y de compromisos, y sin estar presionados, el tiempo se nos multiplicó para ciertas cosas y nos permitió darle su lugar a otros componentes de nuestra vida que casi habíamos perdido.
Hemos hallado tiempo para gozar de la compañía de la comunidad, sin estar tan pendientes del reloj, nos hemos podido dedicar a lo teníamos como aparcado para hacerlo “un día”, también hemos gozado con un tiempo más sosegado para la oración, sin interrupciones.
Y ahora parece como si poco a poco fuéramos despertando, pero ¿retomaremos cuanto dejamos cómo si no hubiese ocurrido nada? ¿o de verdad el virus nos ha dejado una cicatriz profunda en nuestro corazón y en nuestra alma para vivir de otro modo?
Ojalá que hayamos aprendido que en la vida poco es urgente de verdad, y que quizás solo lo es aquello que nos lleva a ser mejores personas, más capaces de compartir, de ayudarnos mutuamente y ser más felices.