"Gritar 'Cristo Rey' a secas, puede convertirse literalmente en una blasfemia" Carta a Santiago Abascal: "El fin no justifica los medios"

Santiago Abascal
Santiago Abascal

Quisiera dirigirme a usted con todo el respeto y el cariño que merece una víctima.

Tiene usted pleno derecho a estar contra la ley de amnistía; puede que además tenga razón, eso ya se verá

Un principio ético fundamental, hoy olvidado por unos y otros: el fin no justifica los medios

El gran pecado de toda religiosidad y de toda fe en Dios es: en lugar de servir a Dios, servirse de Dios en provecho propio. Eso que Jesús de Nazaret combatió con tanta dureza y que ha pasado a la historia con el nombre de fariseísmo. Deje que le ponga un ejemplo tomado de la misma Biblia

Santiago, hermano:

Quisiera dirigirme a usted con todo el respeto y el cariño que merece una víctima. Y en concreto (si no estoy mal informado) una víctima de ETA. Porque la condición de víctima es enormemente difícil: por un lado arrastras siempre el dolor del padre arrebatado; y por otro acecha siempre esa tentación tan humana de convertir el hambre de justicia en sed de venganza.

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Si le escribo es porque estos días he vuelto a encontrar, en gentes que creo son de su entorno, un grito que hace tiempo no escuchaba y me remite a mi infancia. Y es el de “Viva Cristo Rey”. Así solo. Comenzaré contándole mi relación con ese grito.

Por allá por los años cuarenta, a mis diez u once años, me acostumbré a gritar con calor: “Viva Cristo rey, viva España, arriba España”. Conforme fui creciendo y estudiando comencé a sospechar que ese Cristo Rey podía ser solo una especie de manto divino con que se protegía un “viva nuestra España contra la otra España” y “arriba mi España contra la otra España”. Eso me desmontó porque iba viendo también que ninguna de esas dos españas era el bien absoluto ni el mal absoluto. Después, al dedicarme a la teología, supe que una de las críticas que se hacían al catolicismo preconciliar era el de hablar de “un Cristo sin Jesús”. Y comprendí que solo se puede gritar viva Cristo Rey si antes se ha gritado; “viva el Jesús pobre y humilde, viva el Jesús sanador, viva el Jesús que dijo que dichosos los pobres porque el Reino de Dios es suyo, viva el Jesús que nunca usó al Dios de Israel contra los de fuera, sino que habló de que “de Oriente y Occidente vendrían muchos a sentarse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob”. Y viva el Jesús que, por ser así fue condenado a la muerte más infame”. Si no se ha gritado eso antes, el “viva Cristo rey” a secas se convierte literalmente en un blasfemia. Yo le agradecería por eso que si la reaparición de ese grito entre los suyos tiene algo que ver con usted, procure frenarla y corregirla. Gracias.

Abascal en Covadonga
Abascal en Covadonga

Después de esto entramos en la sesión de investidura que estará teniendo lugar mientras le escribo. Tiene usted pleno derecho a estar contra la ley de amnistía; puede que además tenga razón, eso ya se verá. Las manifestaciones pueden servir como desahogo, pero no sirven mucho como presión porque se pueden hacer otras iguales por el lado contrario. Lo que no deben ser las manifestaciones es maleducadas ni violentas. Y me temo que ha sido usted un poco cómplice al no condenar cosas que hasta el propio Feijóo ha condenado. La democracia tiene sus caminos de acción y ahí están las apelaciones al Supremo, al Constitucional e incluso a Bruselas: y escribí hace poco que si la ley de amnistía fuera desautorizada por Bruselas, ya no podría decir Puigdemont que esa condena era expresión de la España que odia a Cataluña etc. etc. Pues la condena vendría la misma Europa a la que siempre ha apelado Puigdemont.

En fin: la democracia viene a ser como los partidos de fútbol: hay un árbitro que tiene la última palabra (incluso aunque se equivoque a veces). Pero solo eso garantiza que se pueda seguir jugando. Eso obliga a recuperar un principio ético fundamental, hoy olvidado por unos y otros: el fin no justifica los medios. Creo que la negación de ese principio procede del gran error de nuestra modernidad la cual, al creer que no hay nada por encima del hombre, acabó considerando que todos los medios son lícitos para realizar su ideal humano. A mí me gustaría que, en el Congreso, cuando todos los diputados juran sus cargos, añadieran algo así: “y además prometo trabajar desde el principio de que el fin no justifica todos los medios”.

Santiago (Abascal) y ¡cierra España!
Santiago (Abascal) y ¡cierra España!

Terminaré desde el lado creyente y cristiano que nos une a ambos. Usted deberá saber que el gran pecado de toda religiosidad y de toda fe en Dios es: en lugar de servir a Dios, servirse de Dios en provecho propio. Eso que Jesús de Nazaret combatió con tanta dureza y que ha pasado a la historia con el nombre de fariseísmo. Deje que le ponga un ejemplo que puede ser útil ahora: el cristianismo ha enseñado que la autoridad viene de Dios. Muchos católicos entendieron eso como si quisiera decir que el que manda es como Dios y puede dominar absolutamente. Y sin embargo, en la Biblia tiene usted bien claro el significado de esa verdad que es exactamente el contrario: el que manda es el que tiene más responsabilidad y el que será juzgado más duramente. Fíjese en estas palabras del libro de la Sabiduría con que terminaré:

“El poder os viene del Señor y el mando del Altísimo. Él indagará vuestras obras y explorará vuestras intenciones. Siendo ministros de su Reino no gobernasteis rectamente, ni guardasteis la Ley ni procedisteis según la voluntad de Dios. Dios vendrá contra vosotros de repente y estremecedor: porque a los encumbrados se les juzga más implacablemente. A los más humildes se les compadece y perdona, pero los fuertes tendrán una pena fuerte. Porque al Dueño de todo no le impone vuestra grandeza ni se arredra por ella: Él es creador de ricos y pobres y se preocupa igualmente de todos. Pero a los poderosos les aguarda un control riguroso. Os lo digo a vosotros, soberanos: a ver si aprendéis a ser sabios y no pecáis” (6, 3-9)

¿A que parece imposible que se puedan desfigurar tanto las cosas? Pero ahí está nuestra pecaminosidad y eso que mal llamamos "pecado original": en la capacidad de hacer pasar el mal como bien y al bien como mal (cosa que según S. Pablo hacen tanto los creyentes -"judíos"- como los no creyentes -"paganos"- en su léxico de hace vente siglos).

En fin, hermano Santiago. Aunque ya casi no tengo movilidad (y aunque no soy nadie ni pinto nada), estaría dispuesto a sentarme a tomar unas copas con usted y hablar de todo eso. Y ojalá llegáramos a esta conclusión, válida para creyentes y no creyentes: la principal meta y el primer imperativo de nuestra existencia en esta vida es construir una fraternidad universal que facilite una convivencia pacífica. Todos los demás ideales que obstaculicen esa meta no son más que dioses falsos a los que vivimos idolatrando consciente o inconscientemente.

Un abrazo, tan fraterno como respetuoso, más allá de nuestras diferencias.

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