"España sigue hoy dividida en dos facciones irreconciliables, una mitad odia a la otra, y ésta desprecia a la primera" Carta de González Faus, a los políticos del PP y de Vox: "Nuestra Guerra Civil no ha terminado todavía"
"Un cristiano no puede llamar “hijo de terrorista” a su adversario político, como razón para desautorizar sus posturas (y menos aún negarse a que esas palabras, que habían sonado como inconvenientes, se retiren del acta)"
"Lo que nos hace practicantes no es el ir a la iglesia sino el modo de comportarnos fuera de ella, en la vida de cada día"
"Por más que puedan separarnos nuestras ideas o posturas políticas, aún nos une más nuestra fe en Jesucristo"
"El papa Francisco ha sido tachado de comunista (y se defendió limitándose a decir que él es simplemente cristiano)"
"Nuestra fe cristiana es solo una interpelación para nosotros, nunca un arma contra los demás"
"Por más que puedan separarnos nuestras ideas o posturas políticas, aún nos une más nuestra fe en Jesucristo"
"El papa Francisco ha sido tachado de comunista (y se defendió limitándose a decir que él es simplemente cristiano)"
"Nuestra fe cristiana es solo una interpelación para nosotros, nunca un arma contra los demás"
"Nuestra fe cristiana es solo una interpelación para nosotros, nunca un arma contra los demás"
Queridos hermanos:
Esta carta no la escribo como ciudadano, ni como español sino simplemente como cristiano; y la dirijo a vosotros porque, entre todas las formaciones políticas, sois los que con más frecuencia os calificáis de cristianos y hasta os presentáis como “defensores del humanismo cristiano”. He criticado muchas veces a las izquierdas, pero allí solo podía apelar a un cierto humanismo razonable. Con vosotros puedo apelar a algo más serio: pues por más que puedan separarnos nuestras ideas o posturas políticas, aún nos une más nuestra fe en Jesucristo. Todos tenemos una misión de testimoniar esa fe y, por tanto, lo que nos hace “practicantes” no es el ir a la iglesia sino nuestro modo de comportarnos fuera de la iglesia, en la vida de cada día. Y eso significa que, en nuestras relaciones con los demás, nosotros estamos mucho más obligados que ellos a portarnos de una determinada manera
Esto último no vale solo para la política. Me ha ocurrido algunas veces encontrarme con matrimonios en los que solo uno de los dos era cristiano, y donde han surgido las casi inevitables crisis y peleas que atraviesan tantas parejas. Y siempre he dicho a la parte creyente: tu primer deber no es mostrar que tienes tú razón, ni poner de relieve lo mala que es tu pareja, sino portarte con ella cristianamente y darle testimonio de tu fe en el modo como te comportas. Y esto vale tanto para la vida conyugal como para la vida política.
¿Significa eso que los cristianos actuamos con desventaja? Sin duda. Porque dice el Nuevo Testamento que toda la moral cristina se reduce al amor, y el amor siempre actúa con desventaja aunque, paradójicamente, ahí reside su poder: porque solo el amor saca lo mejor de nosotros, “Amad a vuestros enemigos para que seáis hijos de vuestro Padre, que hace salir el sol sobre conservadores y progresistas y llueve sobre capitalistas y socialistas” (ver Mt 5, 44-45).
Estas reflexiones me parecen muy necesarias hoy por la siguiente razón: tengo ya muchos años y estoy cada vez más convencido de que nuestra guerra civil no ha terminado todavía: han callado las armas pero no ha estallado la paz. España sigue hoy dividida en dos facciones irreconciliables: una mitad que odia a la otra mitad, y esta otra mitad que desprecia a la primera. El odio y el desprecio impiden nuestra reconciliación. Y no hay nada más anticristiano que el odio.
En este contexto dejadme poner dos ejemplos rápidos que no son los únicos. Un cristiano no puede decir dogmáticamente que “este es un gobierno ilegítimo”. Podrá decir a lo más, que así le parece a él, pero dando enseguida las razones de esa acusación tan fuerte. Un cristiano no puede llamar “hijo de terrorista” a su adversario político, como razón para desautorizar sus posturas (y menos aún negarse a que esas palabras, que habían sonado como inconvenientes, se retiren del acta): desde mi sensibilidad cristiana y humana, veo ahí una bajeza moral que un cristiano no se la puede permitir. Un cristiano no puede actuar poniendo solo calificativos peyorativos, en lugar de aportar argumentos de razón: ese modo de proceder debe quedar para las peleas barriobajeras, donde si tú me llamas a mí comunista, yo te llamo a ti facha y quizá descargaremos adrenalina pero no habremos resuelto nada.
Y aprovecho el ejemplo de la palabra comunista: es una acusación inútil mientras no se diga qué significado se da a esa palabra. El papa Francisco ha sido tachado de comunista (y se defendió limitándose a decir que él es simplemente cristiano). En los capítulos 2 y 4 de los Hechos de los Apóstoles hay dos descripciones de la vida de los primeros cristianos (“no había pobres entre ellos…, poseían todo en común”), que muchos han calificado como “el comunismo de la Iglesia primitiva”. En la China actual hay un partido que se llama comunista y practica una economía muy neoliberal. Hubo además un eurocomunismo y un comunismo soviético, como hubo una democracia “orgánica” y una democracia parlamentaria, o una monarquía absoluta y otra constitucional. ¿Qué se pretende pues cuando se lanza esa acusación tan vacua?
En fin: con todo eso podéis no estar de acuerdo; pero nos queda el recurso a la enseñanza de Jesús y a lo que cuentan de Él los evangelios, y ahí sí que debemos encontrarnos todos. Y fijémonos: Jesucristo fue condenado a muerte en nombre de Dios. Fue condenado como terrorista con el suplicio reservado a los terroristas de entonces. Algunas enseñanzas suyas debieron molestar mucho: como que “vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentaran a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob, mientras los ‘elegidos’ serán echados fuera”. Imaginad si hoy alguien nos viene diciendo que vendrán muchos socialistas y comunistas y se sentarán en la mesa del Reino de Dios mientras los cristianos se quedan fuera...
Pero eso es una advertencia muy importante: nuestra fe cristiana es solo una interpelación para nosotros, nunca un arma contra los demás. De ahí el aviso tan típico de Jesús de que los hombres religiosos y morales podemos convertirnos en puros fariseos, y podemos merecer que se nos diga aquello de Mt 23: “ay de vosotros, fariseos, hipócritas”. Aviso tan serio que ni vosotros ni yo podemos ignorarlo.
Quisiera deciros todo esto con verdadero cariño, con paz, confiando en vosotros, apelando a eso mejor de vosotros que sé que todos tenéis, y sabiendo cómo pueden configurarnos a veces determinadas historias personales que yo desconozco. He escrito en otros sitios que un cristiano puede juzgar acciones y conductas concretas pero nunca personas. Sé muy bien que, como decía Jesús, solo quien está sin pecado puede tirar la primera piedra, y que yo no soy un justo sino solo un perdonado.
Antes de despedirme quisiera matizar algo de mi título: cuando hablo del PP de ningún modo me dirijo a la totalidad del partido (donde sé que hay gentes muy respetables), sino a sus figuras y dirigentes actuales. Esta carta nunca la hubiera escrito a Rajoy o a Soraya, por muy distante que pueda sentirme de ellos ideológicamente.
Quede pues esto claro y que no falte un abrazo fraterno, bien sincero por mi parte.