Inventemos unos juevos JJOO en que la competitividad sea sustituida por la colaboración ¿Hemos pervertido el primer espíritu convivencial de las olimpiadas?

Juegos Olímpicos de Tokio
Juegos Olímpicos de Tokio

En su origen griego los juegos fueron una forma de crear contacto y convivencia; y fue grande la idea del barón de Coubertin de recuperarlos a fines del XIX. El deporte puede ser un gran factor de amistad y camaradería

Pero gracias a la capacidad del ser humano de prostituir lo más grande, ya no son simplemente “juegos”, ni son solo espectáculo. Tampoco son instituciones de un solo país sino práctica mundial en un planeta con tan enormes diferencias y tan tremendas injusticias

Hay mucho dinero en juego, intereses políticos y hostilidades latentes, tráfico de prostitutas y otras posibilidades de negocio que manipulan el presunto “juego”

Siempre es útil una reflexión cuando ya las cosas han pasado y podemos pensar más desapasionadamente. Porque lanzarlas al olvido es una forma de no aprender sus lecciones.

Pues bien: las pasadas olimpíadas tuvieron un rasgo novedoso: el drama de Simone Biles porque la exigencia de su estrellazgo rompía literalmente su psiquismo. En un tono menor recuerdo otros episodios como el llanto inconsolable de Adriana Cerezo por su plata, cuando tuvo a mano el oro. Y otros parecidos...

Esos episodios deberían dejarnos la pregunta de si hemos pervertido el primer espíritu convivencial de los juegos olímpicos. En su origen griego los juegos fueron una forma de crear contacto y convivencia; y fue grande la idea del barón de Coubertin de recuperarlos a fines del XIX. El deporte puede ser un gran factor de amistad y camaradería.

Pero es conocida la capacidad de prostituir lo más grande, que tenemos los humanos. Ya en 1936, Hitler vio la oportunidad de convertir los juegos de Berlín en propaganda de la grandeza del nazismo. Y en esta tierra donde “el campo de concentración es el mundo” (G. Agamben) temo que estemos intentando lo mismo inconscientemente. En este contexto es muy de temer que, en vez de que los juegos ayuden a mejorar el mundo, este mundo contribuya a pervertir los juegos. Los MCS intentarán disimular eso. Pero hay mucho dinero en juego, intereses políticos y hostilidades latentes, tráfico de prostitutas y otras posibilidades de negocio que manipulan el presunto “juego”.

Los católicos japoneses, contra los 'Juegos Olímpicos blindados' y el cierre de los templos al culto
Los católicos japoneses, contra los 'Juegos Olímpicos blindados' y el cierre de los templos al culto

Ha desaparecido el antiguo eslogan: “lo importante es participar”, que me recuerda esta anécdota vivida con un sobrino mío a sus 7 u 8 años, en otro año de olimpíadas. Jugábamos al parchís y, por esas arbitrariedades de los dados, al tío le iban mejor las cosas que a los sobrinos. Cuando le comí una ficha, Carlitos, puso una cara como la de aquel judoca Niko llorando a mares porque era un oro claro y se había quedado en accésit. Cuando el tío le dijo para consolarlo que: “lo importante es participar”, la criatura dio un grito diciendo: “sí, pero yo lo que quiero es ganar”. Una de esas verdades que dicen cándidamente los niños mientras nosotros sonreímos para no tener que reconocerlas.

Y es que la cultura actual ha introducido en esos presuntos “juegos” algunos factores nuevos que vale la pena enunciar.

- Al aplaudir a los atletas nos aplaudimos a nosotros, no a ellos. De modo que, a la mujer-objeto se le añade hoy el atleta-objeto. El “salto a fama” es una especie de deuda o hipoteca que el deportista está obligado a amortizar durante toda su vida profesional. De ahí las presiones que no soportó solo Simone Biles, y que no provienen del ejercicio a realizar, sino del marco en que ha de realizarlo…

- El capitalismo, que ha configurado nuestra mentalidad, hace una lectura perversa del lema olímpico: “citius, altius, fortius” significa hoy: cuanto antes, con el máximo beneficio, y avasallando a los demás.

- Los medios de comunicación llenaban buena parte de sus programas con noticias olímpicas: pero el objeto formal de esas informaciones era cuánto hemos ganado nosotros: si era día de gozo o día para depresión, etc.

- Vivimos en un mundo plagado de guerras, en las que sufren y mueren ciudadanos de países pobres, mientras los países ricos se pelean a través de ellos, pero sin bajas. Un mundo donde la ONU debería llamarse más bien ONE (Organización de Naciones Enfrentadas): porque carece de toda autoridad y solo puede dar consejos, mientras los grandes conservan celosamente su inmoral derecho de veto. Un mundo donde están creciendo los odios y palizas gratuitas…

  • La prostitución del fútbol acaba creando una mentalidad mercantilista que marca todo el mundo del deporte.

Los deportistas no podrán acudir a los templos durante los Juegos Olímpicos
Los deportistas no podrán acudir a los templos durante los Juegos Olímpicos

En un marco así se vuelve muy peligrosa toda competitividad. He dicho mil veces que la competitividad puede ser como la sal o el vinagre que, en dosis pequeñas, sazonan un plato. Pero nuestro mundo y nuestro sistema han deformado la competitividad y la sirven en dosis máximas de esas que obligan a decir: “está tan salado que no se puede comer”. Malo para el gusto y malo para la salud.

¿Acabar pues con las Olimpíadas? ¡No! Pero ¿podríamos inventar otras? Mundiales, por supuesto; y verdaderos juegos, donde la competitividad fuese sustituida por la colaboración. Unos juegos en los que, por ejemplo, al unirse gente de varios países consiguieran metas que un país solo no podría conseguir. Yo tengo poca imaginación; pero hay por ahí gentes suficientemente creadoras como para inventar juegos de ese tipo. Al principio serían pocos. Pero ya irían creciendo.

Wall Street y la Banca tacharán de estupidez esa propuesta. Pero sospecho que Jesús de Nazaret y los grandes Maestros de la historia no la verían tan mal. Jesús quizá recordaría aquello de que “los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”.

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