Sobre Vox, el aborto y otras hierbas "El nombre de los derechos"
Si la embarazada es una mujer pobre y en situación muy difícil, lo más probable es que se conmueva y rechace abortar, complicándose más la vida. Si la embarazada es una señora elegante y bien situada, lo más probables es que mantenga su decisión de abortar.
Nuestra vida está repleta de coacciones de ese tipo que pueden “limitar nuestros derechos” y contra las que nadie protesta nunca. Fijémonos en la publicidad: como he analizado otras veces, la publicidad no pretende solo darnos una información, sino colocarnos el producto
La Declaración de los derechos humanos la hemos convertido en justificación de deseos no tan humanos. El objetivo primario de aquella Declaración no éramos “nosotros” (los que nos consideramos más civilizados) sino aquellos carentes de los más primarios derechos. Era una declaración para inspirarnos respeto, más que exigencia
La Declaración de los derechos humanos la hemos convertido en justificación de deseos no tan humanos. El objetivo primario de aquella Declaración no éramos “nosotros” (los que nos consideramos más civilizados) sino aquellos carentes de los más primarios derechos. Era una declaración para inspirarnos respeto, más que exigencia
Cuando “el nombre” era solo “de la rosa”, como en la novela de Umberto Eco, importaba menos. Lo único importante era su lección para nuestra época de postverdad. Ahora voy a hacer una aplicación a otros “nombres” de cuestiones más importantes. Antes dos observaciones.
- No pretendo juzgar a nadie. El evangelio enseña suficientemente que acciones en sí reprobables pueden hacerse con una intención no tan reprobable. Y que acciones buenas pueden hacerse con una intención depravada. Y los humanos no podemos juzgar las intenciones porque no tenemos acceso a ellas. Recordemos que, ya según santo Tomás, quien con una conciencia recta cree que debe atacar a Cristo, porque la herejía o la increencia mantienen cautiva su conciencia, está obligado a hacerlo.
- Como luego diré, no creo que haya un derecho al aborto, aunque abogo por una despenalización del aborto. Tengamos en cuenta que el ser humano no vale lo mismo para un increyente que para un cristiano. Simone de Beauvoir fundamentaba el humanismo en que “no tenemos nada mejor” que el hombre. Mientras que el cristiano cree que, por la encarnación de Dios, la naturaleza humana ha recibido “una dignidad incomparable”.
Además, como se ha dicho muchas veces desde los inicios del cristianismo, la finalidad de las leyes civiles no es imponer la moral cristiana, sino buscar el bien común. Y a veces, no penalizar una inmoralidad puede ser más propicio para el bien común que penalizarla. Antes el ejemplo clásico de eso era la prostitución; hoy muchas feministas discuten con razón ese ejemplo; pero al menos sirve para que entendamos que una legitimidad civil, no es lo mismo que una licitud moral.
Dicho esto vamos a empezar por el aborto, ahora que Vox ha irritado bastante al gobierno con la propuesta de que la mujer que pretende abortar escuche antes el latido del corazón del feto. Algunas reflexiones sobre ese presunto derecho al aborto.
1.- Hoy, cuando hay tantísimos medios para evitar un embarazo (salvo en algunos casos extremos de prostitutas o por violación) la mujer que se queda embarazada se encuentra así solo por su propia irresponsabilidad. Y no existe un derecho a ser irresponsable. Hace poco conocí el caso de un señor que cayó en la calle, fue llevado al hospital; allí vieron que tenía en sangre diez veces más alcohol del normal, y tras una cura sencilla lo despidieron recomendándole beber menos. ¿Puede este señor alegar que no le han tratado como tenía derecho?
2.- Aquí vuelve a aparecer lo del nombre de la rosa. “Interrupción del embarazo” es una expresión totalmente inocente: pues evoca actos como la interrupción de una lectura, o de un trabajo etc. Si en lugar de eso habláramos de “occisión del feto” ¿quedaría tan claro ese presunto derecho? Aborto es una palabra más neutral porque solo significa no-nacimiento y, en algunos casos, se producen abortos naturales. El hecho es que, se los llame como se los llame, los abortos se producen matando una vida de nivel y de posibilidades humanas (aunque todavía no desarrolladas). Y resulta contradictorio que estemos tratando de ilegalizar o impedir la occisión de vidas animales, mientras proclamamos el derecho a suprimir vidas de calidad humana.
3.- Lo mismo sucede por el lado opuesto. Las entidades llamadas “pro vida” tienen un nombre bien santo pero que sería más exacto si se llamaran “pro vida intrauterina”: porque luego parece importarles muy poco si hay millones de recién nacidos que mueren de hambre o por indefensión ante enfermedades nada mortales. Ello suscita la sospecha de que quizá busquen más derribar al gobierno de turno que defender la sagrada vida humana. Aunque ellos a lo mejor no se den cuenta.
4.- Aquí llegamos a la pirueta de Vox, pidiendo eso de que las mujeres que quieran abortar, tengan que oír antes los latidos del pequeño corazón que llevan dentro. Mira por dónde, hasta gente tan irracional como Vox puede tener alguna idea interesante. Porque parece buscar una compresión sobre el valor del feto. Intentaré mostrar lo que quiero decir:
Me ha ocurrido alguna vez con señores casados, que defendían su derecho a irse de putas algunas noches porque “comer siempre el mismo plato, cansa”. Y la respuesta era: si tu esposa no es más que un plato, no hay más que discutir. Pues igualmente: si lo que llevas en el vientre no es más que un tumor, es evidente que tienes derecho a sacártelo. De todos modos, señor Vicepresidente de Catilla-León, permítame un pronóstico sobre su propuesta: si la embarazada es una mujer pobre y en situación muy difícil, lo más probable es que se conmueva y rechace abortar, complicándose más la vida. Si la embarazada es una señora elegante y bien situada, lo más probables es que mantenga su decisión de abortar.
Dejo de lado ahora los casos que he conocido de mujeres a las que un aborto cómodo juvenil les ha dolido luego durante años en la conciencia y les ha hecho arrastrar una tristeza recurrente (“ya sé que estoy perdonada, pero eso no le devuelve la vida al niño” me dijeron una vez). Las dejo estar, pero (como dicen de las meigas) “haberlas haylas”. Ahora prefiero fijarme en el argumento de los que reaccionan contra esa propuesta de Vox: “es una coacción intolerable que limita el derecho de las mujeres a elegir”. El lenguaje de esa reacción es tan bueno que vale la pena que le dediquemos un nuevo apartado.
5.- Porque resulta que nuestra vida está repleta de coacciones de ese tipo que pueden “limitar nuestros derechos” y contra las que nadie protesta nunca. Fijémonos en la publicidad: como he analizado otras veces, la publicidad no pretende solo darnos una información, sino colocarnos el producto (porque si la empresa que te contrató no vende, te despedirá y buscará otro publicista más eficaz). Para ello, la publicidad buscará escrutar nuestros instintos más bajos, para ver si efectuamos una de tantas compras de las que luego nos arrepentimos. Esa pretensión ha llegado hasta el extremo de ir sustituyendo la publicidad en general, por la publicidad particular, dirigida a ti en concreto: porque gracias a internet (y a “la nube”) se conocen ahora infinidad de costumbres y rasgos tuyos que ayudan mucho a que te decidas a comprar. Y “ves per on” (que diría la Trinca): quienes ahora levantan una voz indignada contra esa manipulación al derecho de abortar, nunca la levantaron contra ese otro ataque a nuestra libertad y la manipulación de nuestro derecho a comprar aquello que realmente queremos.
6.- Y lo anterior no quiere ser un ataque a un pecado particular sino un ejemplo de un modo de proceder embustero en el que vivimos inmersos. Dejemos estar el aborto y vamos a espacios más amplios.
EEUU se arroga el derecho (a veces incluso el deber sagrado) de atacar o invadir otros países en defensa de la democracia. Pero resulta que ese país tan demócrata se niega a entrar en el Tribunal Penal Internacional, defiende el derecho de los particulares a comprar y poseer armas (pese a que cada dos por tres tengamos que lamentar una matanza de más de una decena de personas inocentes, muchas veces niños); no reconoce el derecho a una sanidad pública (pues eso supondría el fin de unos pingües ingresos en seguros privados); mantiene una relación amistosa (y petrolífera) con un país como Arabia Saudí que está entre los más tiránicos y retrógrados el mundo; practica además un imperialismo defensivo a través de la OTAN (que igual es organización del Atlántico Norte como de Europa Este); se cree con derecho a tener “bases militares” fuera de su propio territorio y (como ahora resulta de la guerra de Ucrania) acaba sacando beneficios económicos de los sanciones que impone a otros países…
Todo lo anterior es perfectamente compatible con que el presidente Biden tenga una excelente buena voluntad: estoy hablando ahora de estructuras, no de personas. Lo único que cabe concluir del párrafo anterior es que a mí no me busquen nunca en favor de una causa donde intervenga EEUU; porque hay una gran probabilidad de que sea una causa interesada, más que limpiamente democrática.
Y 7.- Todo esto nos lleva a terminar en el último nombre de la rosa. Perdón si repito una vez más que la Declaración de los derechos humanos la hemos convertido en justificación de deseos no tan humanos. El objetivo primario de aquella Declaración no éramos “nosotros” (los que nos consideramos más civilizados) sino aquellos carentes de los más primarios derechos. Era una declaración para inspirarnos respeto, más que exigencia. Pero ya avisó Simone Weil que aquel propósito se falsificaría sino se añadía otra declaración de los deberes humanos. Y así ha sido: ahora resulta que un derecho de cuarta clase de un rico, pasa por delante otro derecho primario de un pobre o de un país no primermundista. Nos hemos quedado así con un descrédito de aquella Declaración y con una conversión de los deseos, en derechos. Nos queda, parodiando otra vez el título de Umberto Eco, “El nombre de los derechos”.
¿Pesimista?, ¿deletéreo?... Creo que no. Simplemente realista: consciente de que la trayectoria humana pasa por buenos y malos momentos, y creyente en que nuestra historia está redimida y acaba siempre remontándose por la acción de algunos Mandelas o algunos Gandhis o algunos Oscar Romero. Quede claro que aquí solo hemos querido hablar de lenguajes, no de personas.