"Sin imaginación no podemos estar preparados para la vida, ni podemos tener fe" Antonio Spadaro: "La esperanza cristiana está siempre en línea, siente la urgencia de la respuesta, del encuentro"

El Papa y Spadaro
El Papa y Spadaro

"La verdadera cuestión, pues, no es qué debemos esperar, sino para qué estamos preparados. Este es un punto crucial, que requiere toda nuestra imaginación"

"Por un lado, como criaturas, los creyentes experimentamos nuestras limitaciones de mil maneras; por otro, nos habita una compañía que es una sed profunda, un corazón inquieto para el que el interior del mundo no es suficiente"

"Me gusta el término 'añoranza' porque capta esta situación: significa sentir la falta ('de-') de las estrellas (en latín sidera) que, sin embargo, están sobre nuestros ojos, que vemos, que están ahí. Es la presencia que genera un sentimiento de nostalgia"

(Riforma.it).- Vivir el Adviento entre la piedad personal y las sugerencias literarias. Así podría resumirse la siguiente conversación con Antonio Spadaro, teólogo, crítico literario y ex director de Civiltà Cattolica, que a partir del 1 de enero de 2024 será elegido subsecretario del Dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación.

El Adviento es la preparación para la venida del Señor. ¿Qué posibilidades nos ofrece esta espera?

"A menudo me pregunto: ¿para qué estoy preparado? Creo que estamos preparados para nuestros sueños, para nuestra espera. Pero una cosa es 'esperar' y otra 'estar preparado'. Quien espera observa, pero puede dormirse en la espera. O perder la tensión, la paciencia o la voluntad. Puede incluso desesperar. Pero la pregunta real e importante es otra: ¿estamos preparados para habitar las posibilidades que la vida nos pone delante? Y, si somos personas de fe, ¿estamos preparados para que el Señor venga cuando y como Él quiera?

La verdadera cuestión, pues, no es qué debemos esperar, sino para qué estamos preparados. Este es un punto crucial, que requiere toda nuestra imaginación. A menudo soñamos con un catálogo de imaginaciones ya impresas y preparadas. Pero entre imaginación e imaginario hay una gran diferencia, hay un abismo.

Nuestra vida es preparación para algo, para un futuro que no conocemos pero que deseamos gracias a nuestra capacidad de imaginación. Sin imaginación no podemos estar preparados para la vida, ni podemos tener fe. Si no sonara irreverente, diría que el Señor llega como el balón en un partido de fútbol: hay que cogerlo por donde viene, estar preparado como un futbolista en el campo".

Valor sanante de la esperanza
Valor sanante de la esperanza

Hoy los cristianos nos encontramos inmersos en un tiempo mundano, un presente eterno o un infinito intangible, en el que no parece haber lugar para el asombro y la sorpresa. ¿Cómo practicar la espera del Señor?

"Porque estamos acostumbrados a lo probable, a un eterno presente de continuidad, perfectamente deducible. Estamos acostumbrados a lo que nuestra mente supone, estadísticamente hablando, que puede sucedernos o suceder en general. Habitamos lo previsible. En cambio, a menudo nos falta la imaginación de lo posible, que a veces se limita al mundo de la utopía. No estamos acostumbrados a habitar en la posibilidad, como dice un verso de Emily Dickinson: "Habito en la posibilidad". Necesitamos, pues, un nuevo realismo que rompa nuestros moldes y nos abra a imaginar un mundo diferente: "hacer nuevas todas las cosas", como dice el Apocalipsis. Incluso nuestro mundo personal. Esto nos abre al asombro, a la sorpresa de lo inesperado.

¿Qué diferencia crees que hay entre los hombres y mujeres solos ante su mañana y los que han creído en la venida de Dios y esperan su regreso?

"La vida actual para muchos parece estar hambrienta de saciedad, de satisfacción de necesidades inmediatas, de un confort desprovisto de necesidades apremiantes de salvación. El ser humano experimenta siempre la vida, pero a menudo de manera distraída, poco atento a las maravillas y a las preguntas: vive inmerso en lo concreto y en el horizonte de las cosas manipulables. Eugenio Montale quizá utilizó las palabras más densas y expresivas para expresar esta situación en el famoso poema Non chiederci la parola, de la colección titulada significativamente Ossi di seppia (Huesos de sepia): "¡Ah el hombre que se va seguro,/ para los demás y para sí mismo un amigo,/ y su sombra no se preocupa de que la canícula/ se imprima en una pared raída!

Los que creen en el advenimiento de Dios, en cambio, perciben un misterioso desequilibrio, una "misteriosa cojera", como decía Henri de Lubac. Porque, por un lado, como criaturas, los creyentes experimentamos nuestras limitaciones de mil maneras; por otro, nos habita una compañía que es una sed profunda, un corazón inquieto para el que el interior del mundo no es suficiente. Vivimos con una presencia que sabemos y sentimos que está con nosotros, y por otro lado esperamos. Me gusta el término "añoranza" porque capta esta situación: significa sentir la falta ('de-') de las estrellas (en latín sidera) que, sin embargo, están sobre nuestros ojos, que vemos, que están ahí. Es la presencia que genera un sentimiento de nostalgia".

La esperanza cristiana no es tanto algo que poseemos como Alguien que viene a nosotros y nos posee. ¿Sienten aún los creyentes la urgencia de este encuentro, como centinelas impacientes de la aurora?

"La urgencia del encuentro es para mí una definición de la fe. Me hace pensar en un poema de un escritor livornés demasiado poco conocido, Luciano Luisi. Una llamada telefónica en curso. ¡Hola! ¿Quién es? No, no eres tú, no es la persona a la que queremos responder. En sus versos, se pregunta si no habrá inventado "un nombre al que quería responder". Y el poeta telefonea y vuelve a telefonear, y no queda claro si la persona que busca existe realmente o si todo es un espejismo, una hipótesis, la proyección de un deseo anhelante al que no se puede responder. Al teléfono no contesta la mujer amada. Si alguien responde, no es ella. Y así el poeta se desnuda, se mete en la cama, se cubre hasta los ojos para ser libre de imaginar, de inventar a la mujer que no está, de engañarse, pues. Y así, la voz de nuestro deseo se contenta a menudo con permanecer en silencio bajo las sábanas, sofocada y a oscuras. Y a veces incluso conduce a una búsqueda sin sentido en el lugar equivocado: "Te busco donde no estás / sabiendo que no puedo encontrarte". Porque la mujer sólo existe realmente en su búsqueda. La esperanza cristiana está siempre en línea, siente la urgencia de la respuesta, del encuentro. Como quien ama y siempre espera impaciente esa llamada. Sí, estamos poseídos por la espera".

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